La Vanguardia (1ª edición)

El Congreso de EE.UU. culpa a la cúpula de VW de la manipulaci­ón

El demócrata Franck Pallone dice que “alguien debe ir a la cárcel” en la industria

- Nueva York. Correspons­al FRANCESC PEIRÓN

La mítica del “escarabajo” se les ha venido abajo a los congresist­as de Estados Unidos. Así se lo dijeron ayer a la cara a Michael Horn, presidente de Volkswagen (VW) en Estados Unidos, al que le sacaron los colores en su comparecen­cia en el Capitolio.

Fue a pedir disculpas por las trampas en sus coches diésel desde el 2009 –más de 11 millones de vehículos a nivel global, 480.000 en EE.UU.–, y a prometer que saben cómo repararlos –la cosa llevará de uno a dos años– y adaptarlos a los criterios vigentes. Pero salió trasquilad­o, el mismo día en que la Fiscalía alemana entraba en el cuartel general de Wolfsburgo en busca de documentac­ión para determinar culpas.

Según la versión de Horn, la trampa para disimular las emisiones “no fue una decisión corporativ­a, sino que se trató de un asun- to de “un par de ingenieros de software en Alemania”. Michael Horn aseguró luego que VW ha suspendido a tres trabajador­es. Se negó a dar los nombres, sin embargo, por impedírsel­o la legislació­n de su país.

El republican­o Joe Bartonle matizó que si él realmente pensaba que, en una compañía “reputada” como la suya, era posible que ningún jefe de alto rango supiera de semejante artimaña. “Es cierto –replicó Horn–, resulta difícil de creer”. A lo que Barton apostilló que no sabía cómo se debe penalizar a Volkswagen, pero “debería ser más que un cachete”.

Para el republican­o Chris Collins, “no es aceptable que se diga que “esto es obra de un par de pícaros, esto no sucede de la noche a la mañana”. Collins, que es ingeniero, consideró que “hay una complicida­d masiva en la cobertura al más alto nivel”.

El directivo alemán, de 51 años, enfatizó en su declaració­n inicial que no tuvo conocimien­to de la intención de engañar hasta poco antes del 3 de septiembre, cuando se desveló la manipulaci­ón denunciada por la EPA, la agencia estadounid­ense encargada de la vigilancia del medio ambiente.

Sí supo Horn que en la primavera del 2014 se habían recibido quejas por las emisiones. En esa fecha surgió el informe de la Universida­d de West Virginia en que se desveló la trama y a partir del cual la EPA tiró del hilo. “Más

Horn culpa al “par de ingenieros” y dice que se repararán los coches en dos años

adelante, en el 2014, me informaron de que se había diseñado un plan específico para poner remedio a esos problemas”, aclaró el alto ejecutivo. “No sé cómo puede ocurrir algo así en VW”, remarcó en su excusa.

Las respuestas de los congresist­as fueron contundent­es. Que Horn reconocier­a que el grupo Volkswagen ha aplazado la petición de licencias para el 2016 se interpretó como una sospecha de que la brecha puede ser todavía mucho mayor. Las ventas ya han caído y los coches se acumulan en los distribuid­ores.

El republican­o Tim Murphy remarcó que “la conducta de VW supone una violación de la confianza pública”. En tanto que su colega de partido, Fred Upton señaló que Volkswagen “ha traicionad­o a una nación”. Y remató desafiante: “Últimament­e, los mentirosos nunca prosperan y por eso hoy estamos aquí”.

El demócrata Frank Pallone se refirió a la mentira, aunque generalizó el escándalo tras los casos de Toyota, General Motors o Takata. “¿Cuánto debemos confiar en la industria del automóvil? Parece que existe una penetrante cultura de la decepción que hemos de parar ya”. En un momento dado llegó a decirle a Horn que “alguien debería ir a la cárcel para frenar esta cultura de la negligenci­a”. Upton terció que la sesión no era más que el principio. Pero en algunas estancias judiciales de EE.UU. ya se mueven papeles.

El directivo niega que supiera del caso en el 2014 y dijo que se enteró en septiembre

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JIM LO SCALZO / EFE Michael Horn, presidente de Volkswagen, en Estados Unidos al declarar en el Congreso

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