Un comisario del Gobierno se hará cargo de Roma hasta las elecciones
El alcalde dimisionario tendrá plenos poderes durante 20 días y podría desdecirse
La tragicomedia política romana tendrá aún jugosos episodios, después del clímax vivido anteayer con la renuncia del alcalde, Ignazio Marino, antes de llegar al ecuador de su mandato. El Gobierno Renzi debe pensar en nombrar un comisario que administre la capital, la saque de la actual situación de caos en diversos servicios y prepare la celebración de nuevas elecciones, posiblemente el próximo mes de mayo.
En la Ciudad Eterna se percibe una sensación de alivio y también de incredulidad. Era insostenible continuar con un alcalde que había facturado cenas con la familia en restaurantes y las hacía pasar por compromisos institucionales. Hay pocas esperanzas, no obstante, de que se rompa de una vez el maleficio y el municipio –el más extenso de Europa en superficie (1.287 kilómetros cuadrados) y con 2,9 millones de habitantes)– se dote de una administración honesta y eficaz.
Hasta el diario oficial de la Santa Sede, l’Osservatore Romano, no ha podido evitar una manifestación de hartazgo. El rotativo constató en su edición de ayer que, a menos de dos meses del inicio del año santo extraordinario convocado por el Papa, “la capital sólo tiene la certidumbre de sus propios escombros”. El diario del Vaticano repasó problemas como la proliferación de tenderetes de vendedores ambulantes ante monumentos, el mal funcionamiento de servicios públicos esenciales y el penoso mantenimiento de las calles, para concluir con un veredicto demoledor: “Sobre todo, hay una certeza: Roma no se merece todo esto”.
Lo más surrealista de la crisis municipal romana es que aún cabría, teóricamente, una marcha atrás. Según la ley vigente, cuando un alcalde italiano dimite se mantiene aún en el cargo, con plenos poderes, durante un periodo de 20 días. Es entonces cuando debe confirmar su renuncia o no. Puede haber casos en que el alcalde perdiera temporalmente la confianza del consistorio para luego recuperarla. La ley quiso atender estos supuestos, que no son del todo raros, en municipios pequeños, dada la teatralidad habitual con que se hace política y la veleidad de las voluntades. Pues bien, el mismo Marino, al anunciar la renuncia, dijo que podría repensarse su decisión y recordó la norma de los 20 días. Aunque todo es posible en Italia, hoy por hoy se descarta una maniobra de esta índole, dado que el Partido Demócrata (PD), al que pertenece Marino, y su líder, el primer ministro Matteo Renzi, llevaban tiempo tratando de descabalgar al alcalde. Este volvió ayer al Ayuntamiento, dijo encontrarse “más o menos bien” e incluso casó a una pareja.
De momento, tendrá aún más protagonismo el prefecto, Franco Gabrielli (máxima autoridad en la provincia), nombrado hace pocos meses por el Gobierno precisamente para tutelar a Marino. Gabrielli es un personaje muy conocido y con amplia experiencia de gestiones difíciles. Dirigió los servicios de inteligencia y también la Protección Civil. Él fue quien se encargó de gestionar algunas catástrofes naturales y la recuperación de la nave Costa Concordia, encallada frente a la isla del Giglio tras una maniobra negligente de su capitán.
El nombramiento de un comisario para Roma ya se planteó en diciembre del año pasado cuando se descubrió una trama de carácter mafioso que, durante años, en complicidad con políticos y funcionarios municipales, monopolizaba lucrativos contratos públicos en el ámbito de la jardinería, residuos, albergues para inmigrantes y cuidado de los campamentos gitanos. Se quiso evitar a Roma, por el daño a su prestigio internacional, la ignominia de quitar a un alcalde elegido por el pueblo y sustituirlo por un comisario gubernamental, todo ello bajo el hedor del crimen organizado. Al final ha ocurrido lo mismo por algo tan banal como las facturas indebidas de restaurantes.
El diario de la Santa Sede destaca el caos de la ciudad y dice que “Roma no se merece todo esto”