La Vanguardia (1ª edición)

Marte, el otro desierto

El filme ‘Marte (The martian)’ y el descubrimi­ento de cursos de agua ponen de moda el planeta rojo, que oficia como territorio narrativo para la aventura genuina

- PEDRO VALLÍN Madrid

La aventura es el género mayor de la narrativa. Quizá la academia tuerza el gesto, pero ni la tragedia, ni la comedia, mucho menos la sátira, la farsa o la novela moderna gozan de ese honor y esa potencia, fácil de calibrar en los ojos de un público virginal. Ridley Scott y la NASA nos han dado dos motivos marcianos para paladear la vigencia inmarcesib­le de la aventura, que no es representa­ción del mundo ni introspecc­ión, es narración en sentido puro. Y si contar es narrar, narración es cuento, un silogismo que fijó Fernando Savater en su recopilaci­ón de ensayos aventurero­s Misterio, emoción y riesgo (Ariel). El descubrimi­ento de cursos de agua en Marte es una invitación a soñar con lo plausible, de sospechosa coincidenc­ia con el estreno de lo último que Hollywood y la agencia espacial estadounid­ense han parido al alimón: Marte ( The martian), protagoniz­ada por Matt Damon, aventura verosímil de un astronauta, náufrago accidental en Marte.

Decía Walter Benjamín en su famoso ensayo El narrador (1936), del que bebía Savater, que “lo que distingue a la novela de la narración (y de lo épico en su sentido más estricto), es su dependenci­a esencial del libro. (…) Al no provenir de la tradición oral ni integrarse en ella, la novela se enfrenta a todas las otras formas de creación en prosa, como la fábula, la leyenda o el cuento. Pero sobre todo, se enfrenta al acto de narrar”. Contar lo ocurrido no descarta lo inventado, más bien al contrario, de ahí que la épica sea también una forma voluntaris­ta de rendir lo impensable, de hollar lo ignoto y conquis- tarlo. Como hará este moderno Robinson Crusoe en Marte, hijo natural de aquel otro de Daniel Defoe que ya había estado en la planeta rojo, por cierto, en Robinson Crusoe de Marte (1964), de Byron Haskin, cineasta de irregular fortuna, la que va de La guerra de los mundos (1953) a Cuando ruge la marabunta (1954).

La épica es ante todo una forma de sabiduría, subraya Benjamin: narrar descansa en la experienci­a y conduce al consejo. A la ejemplarid­ad. De ahí que el cierre de la película de Scott sea un aula: allí la experienci­a se presenta ya convertida en sabiduría: cuento y consejo. “El consejo es sabiduría entretejid­a en los materiales de la vida vivida”, decía Benjamin, y, cabría añadir, también de la vida inventada. El filósofo berlinés temía que el arte de narrar se hubiera convertido en fórmula declinante ante el empuje de la novela y de sus recursos psicologis­tas, y murió (en Portbou, por cierto) apenas cuatro años después de firmar su relevante ensayo, ignorante de la relevancia hegemónica que el cuento y la épica conservarí­an casi un siglo después, en formatos narrativos populares como el cine o, más recienteme­nte, el videojuego, alejados del libro novelesco y sus pamemas burguesas. En la célebre revista literaria bostoniana The Atlantic, David Sims se preguntaba esta semana por la relación de Marte ( The martian) con el western, pregunta que podría llevarnos a la relevancia semántica del paisaje vacío en el cine estadounid­ense. Jordi Balló, en Imágenes del silencio (Anagrama), subrayaba que el horizonte –de forma muy expresiva, el del desierto, territorio del western– se asimilaba a la conquista y la aventura en el cine estadounid­ense, como en el eu- ropeo se relacionab­a con la melancolía y en el asiático con la muerte. No lo dijo Benjamin, pero podría haberlo hecho: la aventura exige la ausencia de Leviatán, la ausencia del Estado y de la ley. La aventura concurre a las afueras de la civilizaci­ón. Por eso los territorio­s ignotos y abiertos son fecundos a la épica: el océano, la jungla, las altas cumbres, el desierto o, por supuesto, el espacio exterior. La aventura habita allí donde no llega el Land Rover de la Guardia Civil, por expresarlo de forma prosaica e ibérica. Y entre esas patrias de la narración, Marte goza de un papel destacado desde que la tierra fue circunnave­gada y la luna hollada. De ahí que en Desafío total (1990), de Paul Verhoeven, al aburrido Douglas Quaid (Arnold Schwarzene­gger) no se le ocurriera mejor evasión que contratar en Memory Cal una aventura marciana, siendo el planeta rojo un correlato perfecto del salvaje Oeste: un cacique minero gobierna una colonia de infelices a la espera de un jinete pálido. No queda claro si ese Marte era una ilusión como en Capricorni­o Uno (1977), de Peter Hyams, trasunto de la conspiraci­ón creciente entonces sobre el alunizaje. También es aspiración y aventura en la muy vituperada Misión a Marte (2000), de Brian de Palma, donde el infeliz Luke Graham (Don Cheadle) sobrevive gracias a un pequeño invernader­o, como hace Mark Watney (Matt Damon) en la nueva cinta de Scott. El esférico desierto marciano oculta en el filme de De Palma las respuestas que Kubrick buscaba en Júpiter ( 2001: una odisea en el espacio), Spielberg en la Torre del Diablo (Encuentros en la tercera fase) y James Cameron en el fondo de una sima oceánica ( Abyss).

Claro, no siempre la aventura culmina en una verdad última. A menudo, de acuerdo con el arquetipo homérico, la verdadera conquista es volver a casa, siendo ya otro. En esas anda el pobre Watney, como antes que a él le

ocurriera a Gallagher (Val Kilmer) y su tripulació­n en Planeta

rojo (2000), de Antony Hoffman: viajaban a Marte para comprobar el progreso de las algas lanzadas años antes para oxigenar la atmósfera marciana, como parte de la terraforma­ción del planeta que debía aliviar la superpobla­ción de la Tierra. Algo menos inocente que algas encontraro­n allí, como el personal de la base Tántalo en la reciente Los últimos días de

Marte (2013), de Ruairí Robin- son, empeñado en encontrar bacterias marcianas y que acaba dando con un peligroso agente parásito.

De todo lo dicho, la específica fascinació­n marciana está vinculada a una doble condición. En primer lugar, su paisaje, hermoso y asequible, que habita en el imaginario de la aventura contemporá­nea, del western a Lawrence de

Arabia (1962), de David Lean, de su bastardo remake espacial, Du

ne (1984), de David Lynch, a las arenas de Tattoine que vieron nacer a Luke Skywalker, pasando por el que asiste a la redención de Imperator Furiosa (Charlize Theron), en Mad Max: Furia en

la carretera (2015): el desierto es un espacio aventurero cuyas reglas nos son familiares. En segundo lugar, su plausibili­dad: Marte es hoy la siguiente frontera, lo inmediato, lo venidero, la conquista de la que ya sólo nos separan las estrechece­s del presupuest­o federal estadounid­ense. Estamos ahí, en la sala de cine, con los ojos muy abiertos porque casi podemos tocarlo.

 ??  ?? 2015 Marte (The martian)
2015 Marte (The martian)
 ??  ?? 2000 Misión Marte
2000 Misión Marte
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ?? 2013 Stranded
2013 Stranded
 ??  ?? 2012 Total recall
2012 Total recall
 ??  ?? 2013 Los últimos días en Marte
2013 Los últimos días en Marte
 ??  ?? 1955 La conquista del espacio
1955 La conquista del espacio
 ??  ?? 1977 Capricorni­o Uno
1977 Capricorni­o Uno
 ??  ?? 1951 Vuelo en Marte
1951 Vuelo en Marte
 ??  ?? 2012 John Carter
2012 John Carter

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain