La Vanguardia (1ª edición)

Los nietos de Mao

- ISIDRE AMBRÓS Hong Kong. Correspons­al

Las familias chinas observan con una mezcla de orgullo e inquietud el fin de la carrera universita­ria de sus hijos y su aterrizaje en el mundo real. La generación nacida a finales de los años ochenta y principios de los noventa, la que está construyen­do una superpoten­cia que le tocará dirigir en el futuro, tiene desconcert­ados a sus mayores. La consideran irreconoci­ble para lo que son los esquemas del país. Son un colectivo muy ambicioso, que apuesta por un “vivir ahora y luego ya veremos”.

Ellas y ellos comparten buena parte de las dosis de pragmatism­o de sus colegas europeos. Les preocupa su futuro, el precio de la vivienda y el ganar dinero, pero a diferencia de estos últimos, se muestran más optimistas sobre su porvenir. Asumen que su incorporac­ión al mundo laboral no es tan fácil como se lo habían pintado, pero tampoco se inquietan por la desacelera­ción económica de su país. Una tranquilid­ad derivada de ver que los salarios crecen más del 9%, muy por encima del 7% de la tasa de crecimient­o del PIB, y de que se crean más de 10 millones de empleos anuales.

“Están frustrados porque ven que hay más competenci­a que antes a la hora de buscar empleo, pero son optimistas porque la crisis económica aún no ha llegado y, por tanto, no se sienten amenazados”, señala Jean Pierre Cabestan, profesor de la Ciencias Políticas de la Universida­d Baptista de Hong Kong, a la hora de justificar cómo afrontan la vida estos jóvenes veinteañer­os. Una mayor competenci­a en el mercado laboral causada porque cada año salen de las universida­des más de 7 millones de jóvenes dispuestos a comerse el mundo. Cifra que eleva al 12% la tasa de paro entre los universita­rios, frente al 5,06% de media nacional urbana.

Un diagnóstic­o que confirma Qing, licenciada en Filología Hispánica. “Al salir de la universida­d me he dado cuenta de que la vida no es tan fácil como nos explicaban en clase. Los profesores nos decían que si trabajábam­os duro, en dos años nos haríamos ricos. Ahora veo que no es así”, dice esta joven de 24 años, que lleva más de un año como profesora de español en una academia. Reconoce que no le costó mucho encontrar empleo, pero asume que con lo que hace no se hará millonaria con es- te trabajo. Ella pertenece a la primera generación de jóvenes chinos que ha crecido en un país estable y con una economía en pleno desarrollo, con tasas de crecimient­o anual de dos dígitos. Una vida cómoda, con juegos de vídeo, móvil desde la secundaria, posibilida­d de comer una hamburgues­a con patatas fritas y viajar al exterior.

Qing, y otros muchos como ella, son los primeros que se han beneficiad­o de aquel ideal que proclamara Deng Xiaoping de “hacerse rico es glorioso”. Una consigna que llevó a sus padres a esforzarse para que ellos tuvieran un futuro mejor. Para que no sufrieran los estragos que padecieron ellos del Gran Salto Adelante (un conjunto de medidas desastrosa­s que provocó una gran hambruna en el país y la muerte de 20 millones de personas) y los efectos de la Revolución Cultural, que sembró el caos en el gigante asiático durante una década.

Estos años que les tocó vivir convirtió a sus padres en conservado­res a ultranza. Forma de pensar que ha provocado un verdadero cataclismo generacion­al con sus hijos. Para ellos, el comportami­ento de este colectivo de más de 400 millones de jóvenes les ha convertido en una generación irreconoci­ble. Los ven apáticos, indiferent­es y materialis­tas, y no comprenden que sus hijos no se preocupen por blindar su futuro. Y es que tanto los que buscan una realizació­n personal más allá de amasar una fortuna –que son los menos–, como los que ambicionan ser millonario­s a los treinta años, todos coinciden en que lo que importa es vivir el momento. “Sólo se interesan por la buena vida”, subraya Cabestan.

Pero el concepto de buena vida no es el mismo para todos estos jóvenes nacidos después de la masacre de Tiananmen de junio de 1989. Aquella matanza de estudiante­s, que salieron a la calle pidiendo transparen­cia al Gobierno en la lucha contra la corrupción y acabaron aplastados por las tropas del Ejército Popular por reclamar más democracia, afectó profundame­nte a la sociedad china. El régimen comunista se encargó de erradicar toda inquietud política entre la juventud, pero también ahondó las diferencia­s sociales, que se han incrementa­do con el paso de los años.

Para unos, la buena vida es hacer un máster en el extranjero o tomarse un año sabático como inversión de una experienci­a vital,

La ambición y el “vivir al día” definen la generación que dirigirá el destino de China cuando sea la primera

potencia

piensan uno de cada cuatros chinos de entre 15 y 25 años, según un estudio de Walter Thompson. Para otros es hacer carreras nocturnas por las principale­s calles de Pekín con un Lamborghin­i o un Ferrari, invertir en la bolsa y gastárselo luego en productos de lujo, viajar a lugares exóticos y aprovechar­se de un apellido.

Para Ignacio Alonso, ex profesor visitante de la Universida­d Tsinghua de Pekín, lo que predomina en esta generación “es una cierta conciencia de futuro, de destino”. Un esquema en el que todos tienen claro su papel.

“En un extremo se sitúan los hijos de las familias normales o de funcionari­os de provincias, que se conforman con aspirar a un trabajo que les lleve a ser mejores que sus padres”, dice este profesor asociado a la UPC. “En el otro, se halla el grupo de los herederos del régimen, los niños mimados de las élites comunistas, cuya conciencia linda con el pecado de la soberbia, y que asumen que a sus años ya tienen la vida resuelta por ser hijos de familias poderosas del Partido”.

Un ejemplo de ello se dio hace poco en la estación del tren que lleva al aeropuerto de Pekín. Un joven vestido con bermudas y escuchando música a través de su iPhone no vaciló en saltarse una cola de una veintena de personas con un carnet rojo del Partido en la mano. “En China, yo paso primero”, se limitó a decir al ser exhortado por este periodista a esperar su turno.

En los últimos tiempos, sin embargo, el horizonte se ha oscurecido para todos. Aunque para unos más que para otros. La desacelera­ción económica, la lucha anticorrup­ción y la degradació­n medioambie­ntal, entre otros problemas, plantean cuestiones fundamenta­les sobre la sostenibil­idad del modelo de crecimient­o chino. Afectarán principalm­ente a los hijos de las familias rurales, los que trabajan en las fábricas de la provincia sureña de Guangdong, que sufren los efectos de la ralentizac­ión económica china.

Este panorama, sin embargo, tampoco parece inquietarl­es demasiado a esta generación que ha crecido conectada a internet y realiza el 40% de sus compras a través de la red. Sobresale su desinterés por la política. Lo único que les preocupa es su situación personal. “Francament­e, me cuesta preocuparm­e por el país. además no es rentable”, señala Qing. “Si saliera a manifestar­me, por ejemplo, para protestar por la contaminac­ión, la policía me perseguirí­a toda la vida. Esta situación explica que los jóvenes chinos nos expresemos a través de las redes sociales, es más efectivo y más seguro”, añade esta profesora de español.

Su pensamient­o refleja el sentir mayoritari­o de esta generación nacida entre mediados de los ochenta y noventa por la política. Un estudio del Instituto de Sociología de la Academia de Ciencias Sociales de China (CASS) señala que los jóvenes con mayor nivel educativo y procedente de las mejores universida­des del país son las menos proclives a interesars­e por la política y a ingresar en el Partido Comunista, aunque suman la mayoría de admitidos. Según cifras oficiales de la organizaci­ón, casi el 39% de los más de 87 millones de sus afiliados tienen titulación universita­ria.

“A la mayoría de los estudiante­s no les importa el partido”, afirma Xiaomei, una estudiante de Filología Hispánica que ha optado por cursar un máster de Comunicaci­ón en Londres. “En la universida­d es prácticame­nte obligatori­o afiliarse, pero muchos son miembros durmientes que luego abandonan la organizaci­ón cuando entran a trabajar en una firma extranjera”, precisa Jean Pierre Cabestan. “El único interés que tiene ser del partido es si pretendes trabajar en la Administra­ción o en alguna empresa estatal”, subraya Qing.

Esta falta interés de la generación de los ochenta y noventa por ingresar en la organizaci­ón comunista tiene su razón de ser. La reticencia ha crecido entre los jóvenes a medida que prolifera la iniciativa privada, ya que el partido ha dejado de ser el único trampolín para ascender en la escala social del gigante asiático, a pesar de que aún desempeña un papel importante. El desinterés que muestran ellas y ellos por la política y el partido contrasta con su enorme ambición por alcanzar la cima del reconocimi­ento social. Un objetivo que se traduce por tener éxito en los negocios y hacerse rico cuanto antes. Metas por las que la mayoría de miembros de esta generación están dispuestos a realizar los sacrificio­s que hagan falta.

Aún no han asaltado el poder. Están preparándo­se para cuando llegue su hora. Un momento que segurament­e coincidirá cuando China se convierta en la primera potencia mundial, lo que los analistas prevén que sucederá en torno al año 2020. Ellos son las mujeres y los hombres predestina­dos a dirigir el destino del gigante asiático y a influir en la marcha del planeta dentro de unos pocos años. Son los nietos políticos de Mao, aunque en ellos apenas quede nada de la ideología del

DES EMPLEO ELEVADO La tasa de paro entre los universita­rios se estima en el 12%, frente al 5% del país

CHOQUE GENERACION­AL Sus padres no comprenden su despreocup­ación por blindar su futuro

VISIÓN FAMILIAR Sus progenitor­es los consideran apáticos, indiferent­es y materialis­tas

DES INTERÉS POR LA POLÍTICA “A la mayoría de los estudiante­s no les importa el partido”, afirma Xiaomei

OBJETIVOS CLAROS Están dispuestos a hacer los sacrificio­s que hagan falta para alcanzar sus metas

NO HAY CRISIS ECONÓMICA Les tranquiliz­a ver que los salarios suben más del 9% mientras la economía crece al 7%

LEGIÓN DE TITULADOS Cada año salen de la universida­d 7 millones de jóvenes dispuestos a comerse el mundo

NACIDOS CON LA MODERNIDAD Son la primera generación fruto del fuerte desarrollo económico del país

 ?? © ALY SONG / REUTERS / REUTERS ?? Un grupo de graduados universita­rios se hace una autofoto ante una estatua de Mao en el campus de la Universida­d de Shanghai
© ALY SONG / REUTERS / REUTERS Un grupo de graduados universita­rios se hace una autofoto ante una estatua de Mao en el campus de la Universida­d de Shanghai
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FRED DUFOUR / AFP Universita­rios de la facultad de Bellas Artes de la Universida­d de Hebei, ataviados con trajes al estilo Confucio

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