La Vanguardia (1ª edición)

John Cryan

CONS. DELEGADO DEUTSCHE BANK

- SERGIO HEREDIA Barcelona

El Deutsche Bank, cuyo consejero delegado es John Cryan, ha vuelto a cometer un error grave al transferir por equivocaci­ón 5.300 millones de euros. La entidad alemana necesitó un día para recuperar el dinero.

Lo llaman fat finger (dedo gordo). Y es algo así como un regalo envenenado. ¿Cómo calificar, si no, la experienci­a de recibir 6.000 millones de dólares (5.300 millones de euros) en la cuenta? ¿Así, sin ton ni son?

El susto (o la sorpresa) se lo llevó un fondo de inversión estadounid­ense, informaba ayer Financial Times. Ocurrió en junio, que es cuando el fondo recibió la cifra re- pleta de ceros. Se había equivocado un empleado júnior de la firma en la City londinense: había incurrido en fat finger al enviar los 6.000 millones de dólares a una dirección equivocada, la del fondo estadounid­ense cuyo nombre no ha trascendid­o, mientras su jefa se tomaba unos días libres. Lo hizo confundien­do una cifra bruta como si fuera un valor neto. Así que el montante se disparó.

Consciente del error, Deutsche Bank activó el protocolo rojo. Avisó a la Reserva Federal, al Banco Central Europeo y a la Autoridad de Conducta Financiera del Reino Unido: había mucho dinero corriendo libre por donde no debía hacerlo. Y el asunto se resolvió en apenas 24 horas.

Lo que ocurre es que el asunto trascendió ayer. Mala cosa para el Deutsche Bank, que no ofreció respuestas. Más aún, tras un fin de semana aciago: el domingo, la entidad anunciaba un drástico movimiento de piezas en su equipo directivo y la división en dos de su área de inversione­s, en un ejercicio destinado a maquillar su imagen, salpicada por escándalos de corrupción y pérdidas récord. En estos días se ha sabido que el Deutsche registró unos números rojos por 6.000 millones en el tercer trimestre. Son malos tiempos para algunos buques insignia de la economía alemana. Tanto para el Deutsche Bank, como para Volkswagen.

El asunto de los 5.300 millones se resolvió en 24 horas, aunque eso ahora no importa (de hecho, los títulos de la entidad apenas cedieron el 1,39% ayer).

Lo que hay que preguntars­e es: ¿cómo pudo ocurrir?

“Evidenteme­nte, hay un error humano”, dice Xavier Brun, gestor de fondos de Solventis. “Un error lo suficiente­mente importante como para saltarse los cortafuego­s que las empresas despliegan en cada operación”.

¿Se equivocó el operador de cuenta? Todas las cuentas tienen 20 dígitos. Los cuatro de la entidad financiera de destino, los cuatro de la oficina bancaria, los dos dígitos de control y los diez números de la cuenta. “Los dos dígitos de control hacen de cortafuego­s. Y también lo hace el nombre del receptor: la entidad emisora lo pide para confirmar que el receptor es el que tiene

El fallo, provocado por un empleado júnior, enturbia la imagen del banco, bajo la lupa por corrupción

que ser”, dice Brun. Lo que pasa es que, incluso en esas ocasiones, los errores pueden producirse, con mayor o menor frecuencia (aunque casi nunca en semejante volumen). “Lo que está claro es que de todos los errores se aprende. Sin duda, Deutsche Bank analizará qué ha ocurrido y tomará medidas adicionale­s para evitar que se repita. Por supuesto, de ese análisis también se aprovechar­á el resto de la banca...”.

De fondo, queda el susto. O no. “Durante un rato, el receptor del dinero habrá sido feliz”, dice Brun. ¿Y si lo hubiera desviado rápidament­e, reenviándo­lo a un paraíso fiscal? ¿Podría haber desapareci­do? Las fuentes consultada­s opinan que algo así es improbable. Quien recibe un montante de semejante magnitud tendrá que justificar­lo ante el fisco, tributar por él y, segurament­e, vérselas con la justicia por un delito de apropiació­n indebida.

5.300 millones, un regalo envenenado...

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