La reina y el emperador
El Reino Unido pone a Xi Jinping la alfombra roja en su visita de Estado a Londres y Manchester
El presidente de China, Xi Jinping, es recibido con toda la pompa y circunstancia británica en su visita de Estado a Londres: el Gobierno de David Cameron quiere ser el gran amigo occidental de Pekín.
Todo tiene un precio. Y el precio de cuarenta mil millones de euros de inversiones en Gran Bretaña lleva la etiqueta –señalan los numerosos críticos de la visita de Estado del presidente Xi Jinping a este país– de hacer la vista gorda a las violaciones de los derechos humanos en China, a la represión de Tíbet, a los ataques cibernéticos y a una competencia comercial desleal en mercados como el del acero.
Pero como dijo lord Palmerston en una de las mejores definiciones de la diplomacia británica, el Reino Unido “no tiene amigos permanentes, sólo intereses permanentes”. Y el Gobierno conservador de David Cameron ha decidido convertirse por el momento en el gran amigo de Pekín, más que Estados Unidos o que cualquier otra potencia de la Unión Europea. Aunque ello signifique mirar para otro lado. Al fin y al cabo, también lo hace con Arabia Saudí, de la que es uno de los principales suministradores de arma- mento a pesar de su oscuro papel en la financiación de Al Qaeda y el Estado Islámico, en los atentados de las Torres Gemelas y en la geopolítica de Oriente Medio. Por no hablar de la represión de las mujeres o de la condena de varios centenares de latigazos a un abuelo inglés por fabricar cerveza en su casa.
La última visita de un presidente chino al Reino Unido hace diez años desembocó en incidentes en las calles, y ataques de la policía a los manifestantes pro derechos humanos, con varias decenas de heridos. Esta vez, para evitarlo, el Gobierno ordenó un despliegue masivo de agentes en el centro de Londres, y el bloqueo parcial de las comunicaciones para dificultar el envío de mensajes entre los activistas de Amnistía Internacional y los seguidores del Dalái Lama.
A Xi Jinping y su esposa se les ha extendido la alfombra roja para una visita de cuatro días que comenzó con 41 cañonazos de saludo en el Green Park, un paseo en carruaje por el Mall en compañía de la reina Isabel y el duque de Edimburgo, una comida en el palacio de Buckingham (donde se alberga la pareja) y un discurso del dirigente chino ante las dos cámaras del Parlamento de Westminster, honor reservado a muy pocos. Y por la noche, un banquete de gala al que asistieron Cameron y el líder de la opo- sición, Jeremy Corbyn, junto al principe Guillermo y la princesa Catalina, pero no Carlos, heredero de la corona, que es amigo del Dalái Lama y muy crítico con la situación de los derechos humanos en China. Isabel regaló a Ji Xinping una colección de sonetos de Shakespeare, y a cambio recibió un par de álbumes con las canciones de Peng Liyuan, la primera dama china, una conocida cantante folk.
En vista de que Cameron ha decidido hacer la pelota a Xi, Corbyn prometió que le cantaría las cuarenta, ya fuera en el banquete o antes,
en una entrevista bilateral. Pero el embajador chino advirtió en declaraciones a la BBC que su líder no iba a entrar en ese juego “porque tenemos culturas diferentes, y en cualquier caso no ha venido hasta aquí para hacer micropolítica”.
El inicio de la visita estuvo mar- cado por el anuncio de que la metalúrgica Tata Steel va a eliminar mil doscientos puestos de trabajo en el Reino Unido como consecuencia del dumping de acero chino en el mercado a precios que hacen imposible cualquier competencia. El secretario del Foreign Office, Philip Hammond, comentó que el tema iba a salir a relucir en las conversaciones, pero que “tenemos que ser maduros y ver el bosque en vez de tan sólo los árboles”. Es decir, los 40.000 millones de euros en inversiones prometidos por Pekín a cambio de la “amistad” y el apoyo internacional de Londres.
En vista de los recientes problemas económicos (caída de la bolsa, menor crecimiento...), para el régimen chino es fundamental que todo vaya como la seda a fin de demostrar a los críticos su competencia diplomática y el respeto que causa en un país como el Reino Unido, que despierta la curiosidad y fascina a los chinos, grandes admiradores de la monarquía británica, de la princesa Diana y de Kate Middleton, de la música pop y modelos como Kate Moss, de Downton Abbey, el Chelsea y el Manchester City (cuyo estadio visitará Xi). Y Londres está dispuesto a echarle un cable, prometiendo el comienzo de una “era dorada” en las relaciones bilaterales. Basada en el interés mutuo.
El Gobierno británico decide hacer la vista gorda a las violaciones de los derechos humanos en China