La Vanguardia (1ª edición)

Melodías de ayer, hoy y siempre

- Quim Monzó

La primera vez que oí que el himno español no tiene letra pensé que quien lo decía había perdido el juicio. Fue por la radio, en una tertulia, y como los que le acompañaba­n no le llevaban la contraria decidí que el juicio lo habían perdido todos. ¿Cómo no iba a tener letra si me la habían hecho memorizar en la escuela, a principios de los sesenta? Aún me acuerdo del inicio: “¡Viva España! / Alzad los brazos, / hijos del pueblo español / que vuelve a resurgir. / Gloria a la Patria / que supo seguir / sobre el azul del mar / el caminar del sol...”. Todo muy evidente: los brazos alzados, el azul (del mar o de las camisas), el sol que en otro himno que también nos hacían memorizar teníamos que mirar de cara...

Pues estaba equivocado. Esta letra, cuyo autor fue José María Pemán, no fue nunca oficial. Oficial o no, nos la hacían aprender, que a efectos prácticos viene a ser lo mismo. Así que finalmente entendí por qué tanta gente se rasgaba las vestiduras ante el hecho de que fuese uno de los pocos himnos estatales que la gente no puede cantar. Hay dos más, no crean: el de San Marino y el de Kosovo, lo que hace que España (que no recono-

El himno español no es el único que no tiene letra; comparte esa gloria con San Marino y Kosovo

ce la independen­cia de Kosovo y que se dedica a vetarlo allí donde puede) comparta con aquel país odiado la gloria de no tener letra en el himno. Ironías de la vida.

Ahora, contagiado del espíritu emprendedo­r que se pide al personal, un compositor madrileño ha presentado al Congreso de Diputados una letra por si quieren aceptarla. Se llama Víctor Lago y ha montado una campaña en Change.org para conseguir el medio millón de firmas necesarias para que la propuesta se debata en la Cámara Baja. Lago dice que los versos que ha escrito intentan ser neutrales y que están imbuidos “de unos valores por encima de cualquier movimiento u orientació­n política, valores que hablan de nuestra historia, de nuestro carácter como país y de unidad para construir un futuro mejor juntos”. La letra no deja dudas: “¡Gloria! ¡Patria! / Supremos estandarte­s / que cada español / ondea en su corazón. / ¡Gloria! ¡Patria! / Valores inmortales / que nuestra nación / defiende con honor...”.

Me parece muy bien todo eso que dice pero, ¿quieren que les confiese un secreto? El himno que más me emociona es el de Liechtenst­ein, el Oben am jungen Rhein. ¿Por qué me emociona? Pues porque tiene la misma melodía –exacta– que el de Gran Bretaña, el God save the Queen (y the King cuando el jefe de Estado tiene genitales externos). Lo adoptaron en 1920 y sólo cambiaron la letra. En el siglo XIX Islandia hizo lo mismo a la hora de crear su himno de entonces, el Íslands minni: cogieron la música del God save the Queen/King y se inventaron una letra en islandés. A eso se le llama creativida­d. Si algún Estado hubiese hecho lo mismo con la Marcha real –coger la música, ponerle una letra y adoptarlo como propio– hubiera habido bastante cabreo. “No mos furtareu l’himne!”. Significat­ivamente, a ningún país le ha apetecido nunca hacerlo.

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