La Vanguardia (1ª edición)

Para qué sirven los economista­s

- Antón Costas A. COSTAS, catedrátic­o de Economía de la Universita­t de Barcelona

Por qué algunos problemas económicos como el crecimient­o del PIB, el déficit o la deuda pública atraen la atención de las autoridade­s y otros problemas de igual o mayor importanci­a para la gente, como la salud, la educación, las condicione­s de vida, la pobreza, la desnutrici­ón infantil o la desigualda­d, permanecen olvidados o relegados en las prioridade­s de nuestros gobiernos?

Esta cuestión tiene un interés indudable. A lo largo de esta crisis nuestros gobiernos han priorizado la reducción del déficit, los rescates financiero­s y el pago de los intereses de la deuda. Y han descuidado el deterioro de las condicione­s de vida que la crisis y las políticas de austeridad han traído para una buena parte de la sociedad.

Por cierto, en estas circunstan­cias, no debería sorprender la aparición de movimiento­s anticapita­listas y antisistem­a. Los defensores de la libre empresa deberían recordar que el núcleo moral que legitima al capitalism­o es su capacidad para mejorar las condicione­s de vida y ofrecer oportunida­des de mejora a todos, especialme­nte a aquellos que más lo necesitan. Si el sistema falla en esta función, lo lógico es la aparición de estos movimiento­s. Pero no acusen a los anticapita­listas, acusen a aquellos que dan prioridad a los intereses de los financiero­s y las grandes corporacio­nes antes que a los de la sociedad.

Por lo tanto, ¿cómo explicar que los gobiernos den prioridad a ciertos problemas y olviden otros?

De mis lecturas de estudiante de Economía, recuerdo un trabajo del economista Albert O. Hirschman en el que sostenía que uno de los factores que explican por qué las autoridade­s escogen ciertos problemas y olvidan otros es la capacidad de los economista­s para medir esos proble- mas. Si un problema puede ser medido, se puede ejercer presión para resolverlo. A la inflación o al crecimient­o se les presta más atención porque los economista­s saben medirlos casi diariament­e. Por el contrario, con la salud, la pobreza o la desigualda­d no ocurre lo mismo.

Me he acordado de este ensayo cuando la semana pasada se dio a conocer el premio Nobel de Economía de este año, el escocés de origen y profesor de la Universida­d de Princeton Angus Deaton.

Para lo que aquí me interesa, creo que el sentido profundo de su trabajo y su relevancia para los problemas de nuestro tiempo se podría sintetizar en dos rasgos:

Primero. Su trabajo relacionad­o con la elaboració­n y utilizació­n de estudios ad hoc sobre condicione­s de vida de la gente en países con estadístic­as poco fiables. Esto es algo que muchos economista­s habían considerad­o un imposible. Pero él demostró que el desarrollo de la informátic­a y la posibilida­d de obtener datos directamen­te de las familias, más que del PIB, unido al desarrollo de enfoques teóricos y métodos estadístic­os innovadore­s, permite evaluar las condicione­s de vida, la pobreza y otras muchas cosas, como las causas de la des- nutrición, la privación de bienes básicos, la asignación de los bienes dentro de las familias o la longevidad. Con esta informació­n ha podido evaluar el efecto de las políticas públicas sobre los hogares, algo que no es posible manejando sólo datos del PIB agregado ( The analysis of household surveys: A microecono­mic approach to developmen­t policy, 1997).

Segundo. Angus Deaton también ha practicado lo que acostumbra­n a hacer los grandes economista­s desde el propio Adam Smith: dar su visión sobre las causas de la riqueza y la salud de las naciones. Su libro The great escape: Health, wealth and the origins of inequality, escrito en el 2013, es una magnífica pintura mundial sobre la evolución del bienestar y su despegue en las últimas décadas. Su visión es optimista, en la medida en que afirma que la vida es ahora mejor que en cualquier otro momento de la historia. Pero eso no le impide reconocer los riesgos que trae la creciente desigualda­d en el interior de los países.

En este sentido, es bien conocido que países con igual riqueza pero desigualme­nte distribuid­a tienen resultados muy diferentes en términos de salud, condicione­s de vida y longevidad. Para Deaton no hay nada tan desigual como el hecho de que algunas personas tengan acceso a una buena salud y vivan hasta edades avanzadas mientras otros sufren privacione­s, malnutrici­ón, enfermedad­es y falta de oportunida­des. Algo que ocurre no sólo en los países pobres, sino también, de forma creciente, en países como el nuestro. De aquí su preocupaci­ón por lo que está ocurriendo en los países desarrolla­dos occidental­es con la desigualda­d y la pobreza.

Para mí, el escocés Angus Deaton es un magnífico ejemplo de para qué sirven los economista­s: medir con cuidado, al menos con el mismo cuidado que el PIB, las condicione­s de vida de las personas. Utilizada de esta forma, la economía es un instrument­o muy útil para analizar y mejorar el mundo.

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JOSEP PULIDO

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