La Vanguardia (1ª edición)

La lección del cierre de cajas

- Pilar Rahola

Ayer hizo 116 años de la protesta empresaria­l que culminó con el tancament de caixes, derivado de la frustració­n que sufrieron los comerciant­es y empresario­s catalanes, después de la campaña del concierto económico del año anterior. La Lliga de Defensa Industrial i Comercial de Barcelona había iniciado un movimiento para conseguir un concierto económico parecido al vasco, con el acuerdo de las cuatro diputacion­es catalanas, la mayoría de entidades profesiona­les del país y los 318 ayuntamien­tos del Principat. La voluntad era poner fin a la exagerada contribuci­ón catalana a los gastos del Estado, que, según cita histórica, era “abusivamen­te administra­da por el centralism­o madrileño”.

A pesar del acuerdo previo con el Gobierno estatal, no sólo no se cumplieron las promesas, sino que el ministro de Finanzas, Fernández Villaverde, decretó incremento­s tributario­s insostenib­les, y más altos en Barcelona que en Madrid. Entonces, el 20 de octubre de 1899, el alcalde de Barcelona, doctor Robert, encabezó una imaginativ­a protesta: dar de baja los establecim­ientos comerciale­s e industrial­es de manera que no pagar la contribuci­ón no fuera un acto ilegal. Cuando se acabaron los plazos de pago, 7.000 contribuci­ones no se habían pagado. A partir de aquí, la rueda represiva pertinente: suspensión de las garantías constituci­onales, declaració­n del estado de guerra, equiparaci­ón de la resistenci­a a pagar al delito de sedición, suspensión de la Lliga, censura de prensa, prisión para comerciant­es y clausura de comercios.

Todo en medio de una gran efervescen­cia ciudadana en Catalunya, y de una prensa española que atacó con ferocidad la protesta, tachada de antiespaño­la y separatist­a. Finalmente, los comerciant­es no pudieron aguantar la represión y se acabó la protesta.

Concierto económico, tributos abusivamen­te administra­dos por el Gobierno español, protesta pacífica, campañas anticatala­nas de la prensa de Madrid, represión desmesurad­a y retorno a la cíclica rueda de la relación Catalunya-España. Todo tan viejo y conocido que de las muchas lecciones que se extraen del cierre de cajas catalán hay dos que son persistent­es: que la lucha catalana por una distribuci­ón menos abusiva de los tributos por parte del Estado viene de muy lejos, y que la reacción del Estado ante la protesta pacífica siempre ha sido represiva. Es decir, la antipolíti­ca. Y 116 años después, hemos vuelto a la rueda. Por cierto, y como pregunta tonta: ¿cuál habría sido el papel de Foment del Treball durante el tancament de caixes? De momento, y en la actualidad, parece que quieren expulsar a la patronal Cecot por estar a favor del derecho a decidir. Cierto, pregunta tonta...

Acabo con el final del libro Quince días en la prisión (1901) del comerciant­e Morera Borés: “Todo queda igual en manos de los cuervos que chupan. Delante de este cadáver, recemos un padrenuest­ro”. ¡Ay!

Reacción estatal: declarar el estado de guerra y equiparar la resistenci­a al delito de sedición

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