La Vanguardia (1ª edición)

Una muestra que no viajará a Catalunya

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“Para mí, Joaquín TorresGarc­ía es la voluntad esquemátic­a para entender el mundo, es el arte que piensa”. Así lo define Luis Pérez-Oramas, comisario de la exposición y que considera que el Museo de Arte Moderno de Nueva York, el MoMA, salda un déficit. “Estábamos en deuda con la comunidad latinoamer­icana”, precisa. PérezOrama­s inició su carrera en este museo en el 2003. Fue en el 2006 cuando lo nombraron comisario del arte del “otro” continente americano. Desde entonces llevó por la cabeza lo que ahora ha conseguido sacar adelante. “Hay que saber esperar”, bromea mientras recorre las salas de la sexta planta dedicadas al pintor que en no pocas biografías se presenta como uruguayo y catalán. “El MoMA se interesó en sus inicios por la modernidad de América Latina, pero había dejado figuras clave fuera de su historia expositiva”. La anterior gran muestra sobre Torres-García, en 1970, la realizó el Guggenheim. “Decía que no íbamos a poder afirmar legítimame­nte que hemos revisado la modernidad de América Latina si no tocamos a TorresGarc­ía”, insiste el comisario. “Este va a ser un gran momento para resituar su obra entre los grandes artistas del siglo XX”, interviene Àlex Susanna, director del Institut Ramon Llull, entidad que colabora con la institució­n neoyorquin­a en este montaje. Es curioso que, según el dossier, la muestra viajará a Madrid (19 de mayo-11 de septiembre del 2016) y a Málaga (del 10 de octubre de ese mismo año al 5 de febrero de 1917), aunque no hay prevista una edición en Barcelona o en Catalunya. Fuentes oficiales catalanas señalaron que hace relativame­nte poco hubo una exposición en el Picasso. Además, en estos momentos hay alguna en plena exhibición en una galería. Pese a esta cuestión, Àlex Susanna remarca “el papel tan decisivo” que Torres-García tuvo en la historia de Catalunya y en su cultura. “El cuerpo central de su obra la realizó en Barcelona”, sostiene, recordando que llegó adolescent­e y marchó con cerca de los 50 años. “Es posiblemen­te –añade– el artista que más encarna los valores del noucentism­e y de ahí el encargo de Enric Prat de la Riba de que hiciera los frescos de la Sala Sant Jordi”. La desaparici­ón de Prat de la Riba llevó a que esos frescos –una vez despedido el autor, sin acabar el proyecto– fueran tapados por pinturas historicis­tas de dudosa calidad. Hoy, en la Generalita­t está la Sala Torres-García.

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