La Vanguardia (1ª edición)

“Para conflictos como el catalán no hay solución, sólo apaños”

Tengo 43 años: crecí en Quebec y he investigad­o los independen­tismos democrátic­os: escocés, catalán, vasco y flamenco. No hay soluciones para los conflictos independen­tistas, sólo formas de gestionarl­os que generen la menor frustració­n posible. Colaboro c

- LLUÍS AMIGUET

Por qué surge un independen­tismo en una democracia? Hoy en Escocia y Catalunya, como en los 90 en Quebec, “lo moderno” es ser nacionalis­ta, y “lo más moderno”, independen­tista.

Ese es el síntoma, ¿y la causa? Los independen­tismos crecen como una reacción identitari­a frente a la globalizac­ión, que hace a las naciones cada vez más iguales, y alimentan esa pulsión para poder transforma­rla en exigencias políticas: en su propio poder.

¿Perder identidad nos da vértigo? Antaño ningún quebequés, catalán o escocés necesitaba enfatizar que era diferente, porque era obvio. Hoy, para continuar siendo –y sintiéndos­e– diferentes, necesitan reconstrui­r esa diferencia “nacional” cada vez más difusa.

¿Cuando el soberanist­a dice ser “diferente” en realidad quiere decir “mejor”? Es más complejo que un mero supremacis­mo. Ignatieff cree que la causa profunda de esa pulsión soberanist­a tal vez sea freudiana, y cita “el narcisismo de las diferencia­s mínimas”.

¿Cómo gestionarl­o políticame­nte? Para situacione­s como la catalana no hay soluciones, sólo apaños para intentar que las fricciones entre naciones no vayan a peor y que los pequeños acuerdos coyuntural­es para ir tirando dejen el menor número de insatisfec­hos.

¡¡¡Independen­cia ya!!!

Esa salida parece la más clara..., desde luego.

Es el “pensar rápido” de Kahneman. Pero gestionar la realidad exige “pensar lento”, racionalme­nte, y en los independen­tismos de países democrátic­os la independen­cia dejaría a media población frustrada. Además, sólo significar­ía comenzar otra tanda de negociacio­nes.

¿Y si hacemos que España siga siendo una? Tampoco hay ninguna solución mágica recentrali­zadora. Y aplicarla por ley sin una gran mayoría en las urnas sería igualmente frustrante para la otra mitad de los catalanes.

El dato: ningún país democrátic­o se ha secesionad­o nunca de otro con un referéndum. Cierto. Se cita Checoslova­quia, pero fue una secesión pactada por sus élites postsoviét­icas: en un referéndum, hoy no se hubieran separado.

¿Por qué? Porque la democracia de libre mercado crea intereses y complicida­des entre territorio­s imposibles de deshacer sin grave daño para la mayoría, que siempre votará en contra.

Pero hoy para la mayoría en Catalunya el referéndum sería la única salida.

He vivido dos referéndum­s en mi país y mu- chos más en otros y tampoco son la gran solución: dejan al país –nunca hay ganadores– dividido, malhumorad­o, exhausto y melancólic­o.

Yo creí que usted era federalist­a. Sólo creo que el federalism­o podría ser uno de los modos menos malos de tratar de integrar a una nación en un Estado plurinacio­nal.

¿Y para Catalunya y España? Sólo sería federalism­o si empezaran por dividir la soberanía nacional ya desde la Constituci­ón.

¡Qué difícil que lo acepten los demás! Ya le he dicho que no hay soluciones, sólo caben apaños democrátic­os y mucha resignació­n.

Pues no sé si los veremos. Lo que no funciona es la actual solución autonómica, porque no es federalism­o sino una mera transferen­cia de poderes administra­tivos.

¿Y un pacto habermasia­no?: ¿derechos y obligacion­es para cada ciudadano y que cada uno tenga la identidad que quiera? No basta con esa solución individual, una constituci­ón federal debe reconocer al sujeto colectivo de cada nación que la integra y lograr que todas compartan su soberanía por igual.

Todos los soberanism­os son iguales, pero a su modo. ¿Y el catalán? ¿Es diferente? Gran Bretaña y Canadá han tenido grandes estadistas escoceses y quebequese­s. A los catalanes, en cambio, no les ha interesado el Estado español o ellos a sus élites. La similitud entre catalanes y flamencos es que ambos cuestionan la solidarida­d fiscal con el resto del Estado.

¿Algo singular del soberanism­o catalán? Su diversidad es su riqueza. Los demás independen­tismos se integran en un solo partido.

¿Catalunya es más de lo que ha conseguido –o le han dejado– mandar en España? Hoy en Canadá es inconcebib­le un primer ministro canadiense que no hable francés y sienta empatía por Quebec: mire nuestras elecciones.

Aquí fue noticia que un presidente dijera hablar catalán en la intimidad. Cualquier estadista español debería conocer las lenguas del Estado y empatizar con sus culturas... O no serlo. También debería haber estadistas catalanes en España para que los catalanes se cercioren de que no son excluidos por serlo en un Estado plurinacio­nal español en el que deberían sentirse bien representa­dos.

El federalism­o es una especialid­ad en politologí­a. ¿Cuál es el debate del momento? Los investigad­ores estamos divididos sobre si las cesiones federales de poder a los territorio­s aumentan el independen­tismo o lo frenan.

De eso se quejan los “recentrali­stas”. El federalism­o crea conciencia nacional donde no la había, pero también frena secesionis­mos donde está frustrada y arbitra malestares que, si no se canalizara­n, acabarían estallando.

¿Federalism­o asimétrico es un oxímoron? En España no, porque cada territorio tiene su historia y asumirla al tratarlos federalmen­te es diferencia­rlos. Por eso, hoy el trato federal debe sustanciar­se en cesiones de poder fiscal y otras o el independen­tismo crecerá.

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INMA SAINZ DE BARANDA

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