Todo comenzó en Roma con la diosa Cloacina
Las primeras obras públicas para drenar pantanos, canalizar aguas negras y racionalizar el subsuelo se hicieron en la Cloaca Máxima de la Italia clásica
La primera gran galería de servicios no se realizó en París, aunque Napoleón III fue uno de los primeros estadistas que valoraron la importancia de estas infraestructuras: en 1855 encomendó el reordenamiento del subsuelo de la capital a George-Eugène Haussmann, un funcionario que realizó la tarea con tanto acierto que el último emperador de los franceses le recompensó con una baronía. Tampoco se realizó en Londres, que a mediados del siglo XIX ya tenía centenares de kilómetros de alcantarillas, como saben bien los lectores de Charles Dickens. La primera galería de servicios fue el reino subterráneo de la diosa Cloacina, que según algunos historiadores –no todos se ponen de acuerdo– se comenzó a construir hacia el año 600 a.C.
Muchas parejas de enamorados de luna de miel en Roma y que no se conforman con fotografiar el barrio del Trastevere y las postales que conoce todo el mundo se acercan hasta el puente Rotto (pero no lo pisan: el nombre indica por qué) o al cercano puente Palatino, que sí cruza el río Tíber y ofrece unas vistas fantásticas. Fantásticas y escatológicas, aunque muchos no lo saben o prefieren idealizar el recuerdo. Así lo han hecho infinidad de artistas y románticos irredentos, con una larguísima lista de cuadros y grabados como el que se reproduce junto a estas líneas, obra del italiano Giovanni Battista Piranesi (1720-1778). Fíjense en la esquina inferior derecha de la ilustración. El arco de medio punto de ese túnel semitapado por las aguas del río, y que todavía hoy se puede ver en Roma, era la desembocadura de la Cloaca Máxima, la alcantarilla mayor de la Roma eterna. Desde allí se drenaban aguas pantanosas y llegaban al Tíber las inmundicias de la ciudad que pronto dominaría el mundo. Recapitulemos: hacia el 600 a.C. ¡Y pensar que en el siglo de oro español el principal peligro de pasear por las calles de Madrid era recibir el contenido de un orinal vaciado desde una ventana!
En realidad, la Cloaca Máxima circulaba al principio durante casi todo su recorrido a cielo abierto y sólo recogía las aguas residuales de un reducido número de baños públicos y edificios relevantes, pero poco a poco Roma fue creciendo y soterrando el canal para ganar espacio en la superficie. Muchos años después, ocurrió lo mismo en Barcelona con el Rec Comtal, como pueden descubrir los visitantes del Born Espai Cultural. Pero la Cloaca Máxima, que experimentó sucesivas ampliaciones en la época imperial y funcionó durante siglos, no era sólo una red de alcantarillado, ya que también se empleó para el abastecimiento de agua a la ciudad con un sistema de túneles separados, lo que según expertos como Joan Cano y Julià Cantó la convirtió en la primera galería de servicios del mundo.
La Cloaca Máxima también tuvo usos poco nobles. Y no sólo los fácilmente imaginables. Sus túneles fueron utilizados para abandonar cadáveres. Así lo demuestra un cuadro de Ludovico Carracci, de título explícito: El cuerpo de San Sebastián es arrojado a la Cloaca Máxima. Sólo hubo un testigo de la vida oculta de esta impresionante infraestructura: su reina, Cloacina, una diosa pluriempleada bajo cuya advocación pusieron los romanos este inframundo subterráneo. De Cloacina, un culto de origen posiblemente etrusco, procede la palabra cloaca. Nada de eso saben los enamorados que pasean junto a los puentes Rotto o Palatino. Ni que Cloacina, precisamente ella, que reinaba entre detritus y oscuridad, es también la protectora del sexo en el matrimonio. Era la forma que tenían en la antigüedad clásica de decir lo mismo que esas camisetas jocosas con el dibujo de unos recién casados y la leyenda: “Game over”.
Ciudades como París y Londres fueron pioneras en impulsar la construcción de obras subterráneas... ...pero la primera gran infraestructura para canalizar aguas negras bajo una ciudad data de al menos el 600 a.C.