“Acabé el máster y me dediqué a buscar chatarra”
Quince inmigrantes trabajan en una cooperativa dedicada a recoger residuos a domicilio
Llegué a Barcelona en el 2009 con visado de estudiante. Cursé algunas asignaturas en la Universitat de Barcelona y después me apunté a un máster de Negocios en el INSA de Sarrià”, cuenta Joseph Silvere, de 29 años, en el mostrador de la cooperativa Alencop de la Verneda. Silvere, camerunés de Yaundé, es uno de los 15 socios de Alencop, la iniciativa municipal para integrar a inmigrantes desalojados de las naves de Poblenou en el 2013.
“En Camerún ya había estudiado Ciencias Políticas y Derecho y aquí, en Barcelona, cuando iba a la universidad compartía piso en las Glòries. Al acabar el máster tuve problemas económicos y me fui a vivir a la nave de la calle Paraguay. Entonces empecé a buscar chatarra para ganarme la vida”, añade Silvere, responsable de la comisión de modelo de negocio y atención al cliente de Alencop.
Esta cooperativa dedicada a la recogida a domicilio de electrodomésticos y todo tipo de chatarra empezó a funcionar este verano con un presupuesto de 260.000 euros este primer año. “Es un proyecto social que es sostenible porque se abordan de manera integral todas las necesidades de este colectivo: la formación, la ocupación y la vivienda”, explica Elisenda Vegué, coordinadora de Alencop.
Los quince trabajadores están organizados en dos grupos, uno sale a recoger el material y el otro realiza diferentes tareas en el almacén. En esta fase inicial cuentan con seis bicicletas, tres de ellas eléctricas, y una furgoneta. “Los clientes nos llaman o nos envían un e-mail para que vayamos a su casa a recoger neveras, sillas, ordenadores, chatarra... Aquí lo clasificamos y el metal lo vendemos a un chatarrero homologado
Alencop es un proyecto social para integrar a personas que vivían en naves de Poblenou
de Badalona”, explica Amadou Tidiane Kane Diallo, senegalés de 28 años. “Todos somos autónomos, la mayoría ya tiene los papeles y yo estoy en trámites”, añade. A los 15 socios actuales, de Gambia, Senegal, Mali, Ghana, Nigeria y Camerún, se prevén sumar en el 2016 otras 15 personas procedentes también de las naves desocupadas de Poblenou.
“Todos cobran un salario de 740 euros, una parte en efectivo (408) y el con resto se paga el alquiler del piso, los suministros y los alimentos”, detalla Vegué.
El convenio con el Ayuntamiento finaliza en diciembre del 2016, cuando tocará analizar la evolución del proyecto.
Vegué sostiene que Alencop ha sido la herramienta para que los 15 socios consigan, o estén a punto de hacerlo, su regularización. “Estar aquí los ha hecho más fuertes, se les ha dado una oportunidad y nosotros les pedimos responsabilidad y que sean proactivos. Más adelante podrán elegir seguir aquí, donde estudiamos abrir una tienda de segunda manos, o ir en busca de otros trabajos”, matiza Vegué, quien subraya que otro punto fuerte de Alencop es “la reducción de la economía sumergida”.
Djibril Camara, maliense que estuvo tres años en las naves de las calles Badajoz y Paraguay, anuncia que su sueldo le ha permitido ahorrar para visitar en marzo a su mujer, en Bamako, a la que no ve desde el 2012.