Lo que parece
Cuando a ojos de los demás las cosas pasan a ser como aparentan, la realidad se desvirtúa. Por eso, los especialistas en imagen pública sugieren abordar el problema suscitado a partir de la apariencia. De hacerlo, mantienen que hay más probabilidades de ganar la batalla si se consigue reconducirlo hacia lo que realmente ha sucedido. No obstante, y como más vale prevenir, el llamado argumentario de crisis se inicia instando al portavoz correspondiente a salir a la palestra así que haya estallado el conflicto. El que sea y sin demora.
No para decir lo que se sabe, si es que ya se sabe algo, sino para ganar tiempo y evitar rumores. Como el vacío no existe, si no lo llenas tú lo llena otro. Principio físico que Johan Cruyff reconvirtió en lema futbolístico sobre la posesión del balón. De lo contrario, tu verdad se diluye a beneficio de las verdades ajenas. Si eso ya era así hace muchos años, imagínense ahora con el impacto inmediato de las redes sociales. Sirve este principio de la comunicación para otro análisis de lo sucedido al president Mas con la investidura doblemente frustrada. Estoy convencido de que tanto en su fuero interno como a su entorno más directo está repitiendo que nada es lo que parece. Pero la opinión pública lo percibe al revés. Incluso el sector independentistas ha abrazado la duda razonable sobre si el trágala permanente no esconde argumentos que preferiría desconocer.
Porque, aunque no sea su intención, la posición genuflexa ante la CUP, en palabras de Pilar Rahola, es hoy una percepción inevitable. Que mantenga su contumacia a retener la presidencia, aunque evidencia también su tozudez personal, simula una vanidad contradictoria con la imagen de humildad que brindó su aceptación de ocupar el número 4 en la lista electoral como servicio a la unidad partidista en un momento crucial para el país. Que haya ido rebajando las condiciones en una negociación imprudente para muchos convergentes asustados puede entenderse como una flexibilidad inadecuada al cargo institucional que no debe someterse a más escrutinio que la digna y alta representatividad que conlleva. Y así está sucediendo. Si, además, todo sirve para seducir a un grupo que tiene toda la libertad de pedir el precio que quiera porque se sabe sometido a la ley de la oferta y la demanda a pesar de ser anticapitalista, la apariencia de renegar de unos orígenes ideológicos en pro de una causa superior flota en las aguas bravas de las contradicciones propias para respetar íntegramente las ajenas.
Ese ha sido el punto flaco de Artur Mas. Que un político obsesionado en ser coherente sea observado como el flexible inadecuado. Es loable que el president entienda que el proceso merezca sacrificios incluso personales. Pero hasta el inquietante Maquiavelo advirtió que pocos ven lo que somos y, en cambio, todos ven lo que aparentamos.
La posición genuflexa de Artur Mas ante la CUP es hoy una percepción inevitable