La Vanguardia (1ª edición)

Tiempos modernos

- MARIÁNGEL ALCÁZAR

El pasado 12 de octubre, de entre los casi dos mil invitados que acudieron a la recepción en el Palacio Real, se podían contar con los dedos de las dos manos las personas que hicieron la reverencia a los Reyes. Muy pocas mujeres doblaron la rodilla y sólo unos cuantos hombres inclinaron la cabeza al dar la mano a don Felipe y doña Letizia. Sólo los militares realizaron el saludo de rigor y fue porque el Rey es jefe supremo de las Fuerzas Armadas.

Durante su época de princesa de Asturias, doña Letizia estaba obligada a hacer la reverencia a los Reyes, sus suegros, y a todos los demás, tanto en ejercicio como destronado­s, y así lo hacía ante don Juan Carlos y doña Sofía y ante el resto de reyes cuando coincidía con ellos en reuniones internacio­nales. A la reina Letizia nunca le han gustado esos gestos de pleitesía, aunque desde hace ya muchos años son más una muestra de cortesía y también una costumbre. Se notaba que se sentía incómoda cuando alguien le hacía la reverencia y evitaba, en lo posible, que se diera la ocasión. No podía evitarlo cuando asistía a un acto oficial junto a los anteriores Reyes, pero sí cuando iba sola o con el Príncipe. Desde que, tras la proclamaci­ón de don Felipe, se convirtió en Reina, doña Letizia ha tomado el mando del protocolo real para erradicar la costumbre de la reverencia. Ya no tiene que hacerla a nadie pero tampoco quiere que se la hagan a ella, de modo que el tradiciona­l saludo a los Reyes ha quedado obsoleto en sólo un año y medio. Es una de las cosas que han ido cambiando y no es menor. No conjuga mucho el interés de los Reyes en ampliar los sectores sociales que acuden a palacio y que miembros de oenegés o artistas alternativ­os hicieran una reverencia ante ellos. Lo curioso es que mientras durante años quienes no hacían la reverencia eran los que llamaban la atención, ahora lo son quienes se inclinan ante los Reyes.

La Reina también ha acabado con la costumbre de lucir mantilla, peineta y traje largo negro que impuso doña Sofía cuando acudía a ceremonias militares. Lo cierto es que la anterior reina adoptó ese uniforme en 1975 cuando los militares, y sobre todo sus señoras, mandaban mucho y no convenía dar que hablar. Afortunada­mente las cosas han cambiado y, aunque doña Letizia, como princesa, cometió algún desliz indumentar­io al acudir a actos castrenses, como Reina ha adoptado un estilo solemne que sustituye a la perfección la mantilla y peineta. El martes presidió, en Ávila, la entrega de una bandera de España a la Policía Nacional con porte real pero moderno.

UNA CASA ENCANTADA

La casa que fue propiedad de la infanta Cristina e Iñaki Urdangarin, ubicada en la calle Elisenda de Pinós en el barrio de Pedralbes, está siendo sometida a remodelaci­ón y limpieza general para salir al mercado como casa de alquiler de lujo por temporadas. Los compradore­s, una sociedad radicada en Luxemburgo, contra lo que se ha dicho, no querían la propiedad para habitar en ella sino como inversión. Pagaron 6,9 millones de euros y pueden obtener con el alquiler alrededor de 300.000 euros al año, lo que supone una rentabilid­ad del 5% anual, más o menos. La propiedad no quiere que la casa esté en el mercado del alquiler convencion­al ya que el propósito final es volverla a vender cuando remonten los precios, consideran­do que es una pieza única en una zona en la que escasean las casas de lujo unifamilia­res. Por eso, de momento, han optado por alquilarla por semanas o meses, a altos ejecutivos, deportista­s, artistas o ricos en general de paso por Barcelona a quienes no les importa, además, que sea una casa encantada.

VIDAS PARALELAS

La infanta Cristina estuvo el martes en Barcelona para asistir a la firma de una alianza entre la Fundació La Caixa y Unicef, que tiene como objetivo aplicar un programa para reducir la mortalidad infantil a causa de la neumonía. La Infanta trabaja en la fundación desde 1993, cuando empezó como coordinado­ra de las exposicion­es de artes visuales y fotografía organizada­s por la entidad. En 1997 fue designada directora del Programa de Cooperació­n Internacio­nal y en el 2005 fue nombrada directora del Área Social. Cuatro años después asumió la dirección del Área Internacio­nal, responsabi­lidad que empezó a desarrolla­r durante los tres años en los que la familia vivió en Washington y continuó a su regreso a Barcelona. El verano del 2013, la infanta Cristina se mudó a Ginebra con el objetivo de gestionar y coordinar los programas de la fundación con diversas agencias de las Naciones Unidas que tienen su sede en la ciudad suiza. Cristina de Borbón también trabaja en programas de colaboraci­ón con las fundacione­s de ámbito social y cultural del Aga Khan Developmen­t Network, que tienen su sede en la misma ciudad. Un currículo sin fisuras, si no fuera porque entre medio circula el fantasma del caso Nóos y el horizonte de su comparenci­a judicial el próximo 11 de enero en Palma.

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PABLO CUADRA / GETTY La Reina el martes, en Ávila, en el acto de entrega de la bandera de España a la Policía Nacional
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