La ciudad de las malas artes
LA corrupción no es exclusiva de España, pero es posible que sólo en los países subdesarrollados los corruptos hayan tenido tal sensación de impunidad durante tanto tiempo. La corrupción se ha vuelto crónica en este país, así que pocos partidos han podido escapar a esta lacra. Ciertamente, existe conciencia de que hemos reproducido la cueva de Ali Babá, pero los ladrones han sido más de cuarenta. Uno de los ejemplos más intolerables es la Comunidad Valenciana. Lo de la corrupción en ese territorio no tiene nombre. Pero sí apellidos. La lista de personajes que han tenido que pasar por los juzgados abarca todas las instituciones. El presidente del gobierno autonómico, los presidentes de las tres diputaciones o los concejales de las principales ciudades han terminado imputados por el mal uso del dinero público. O simplemente por meter la mano en la caja. La corrupción era sistémica y el PP tiene una responsabilidad insoslayable.
Pero las noticias sobre esta comunidad no cesan, como en la peor de las hemorragias. El juez del denominado caso Taula citó ayer como imputados por blanqueo de dinero a todos los concejales del PP de Valencia. Tanto presumir por su Ciudad de las Artes y acabará siendo conocida como la ciudad de las malas artes. En plenas consultas para la investidura, las páginas de los diarios se llenan de informaciones escandalosas que perjudican las opciones de Mariano Rajoy. Hace una semana fue Alfonso Rus, el expresidente de la Diputación, el que era detenido. En las últimas horas, cincuenta concejales, exconcejales y asesores han desfilado ante la Guardia Civil. Una gestora se hará cargo de la dirección del PP local para refundarlo, pero mejor sería buscar un forense para diagnosticar sus males. Porque, como escribió Javier Cercas, “lo difícil no es cambiar a los mangantes por personas decentes, sino impedir que las personas decentes se conviertan en mangantes”.