Un pacto difícil
Jordi Amat analiza las dificultades de formar un gobierno tras los resultados del 20-D, que no han otorgado la mayoría a ningún partido y arrojan una aritmética envenenada: “Atrapado en un aparente estado sonámbulo, el Partido Popular, como si nada hubiese cambiado en el último lustro, se aferra a un edificio institucional envejecido que padece una aluminosis severa”.
El último día del 2015 Carles Castro propuso una reflexión atinadísima en el blog que acoge la edición digital de este periódico. Se titula “Una modesta proposición”. Leyendo los resultados del 20-D, sugería esta fórmula para salir del atolladero planteado por el empate entre derechas e izquierdas: que el partido ganador de las elecciones gobernase con el apoyo (pasivo o activo) del principal partido de la oposición a cambio de pactar “un programa razonable pero atractivo de regeneración política y protección social”.
Los otros partidos se harían partícipes del gran pacto, y por tanto de una reforma en profundidad del sistema, siempre y cuando incluyese una reforma de la ley electoral justa y necesaria cuyo propósito fuese adaptarla a la realidad y así dotarles de mayor visibilidad y protagonismo. No era un planteamiento muy distinto del que Jaime Miquel había propuesto pocos meses antes en La perestroika de Felipe VI. En este ensayo el veterano analista electoral postuló un proceso de reforma para España que comparaba con la perestroika en la medida que lo podría ordenar y liderar el propio sistema.
Pero la condición para que esa fórmula fuese operativa era que los partidos del sistema superasen la insoportable levedad de la discusión política al problematizar la crisis institucional de la que son responsables no en buena sino en enorme medida. Pero no parece, por ahora, que estén a la altura de las circunstancias. Atrapado en un aparente estado sonámbulo, el Partido Popular, como si nada hubiese cambiado en el último lustro, se aferra a un edificio institucional envejecido que padece una aluminosis severa. Dada la descorazonadora falta de densidad de los debates postelectorales, al no formular alternativas viables a los desafíos planteados por dicha crisis, su estrategia de preservación basada en la estigmatización de las propuestas más o menos de ruptura podría volvérseles en contra. Lo escribió también Castro: “Los sistemas caducos sólo se transforman de dos maneras; la reforma desde dentro o la revolución desde fuera”. Si el reformismo no asume esta disyuntiva, el silogismo podría cumplirse.