EE.UU. mide el grado de su enojo
Trump y Sanders abanderan la rebelión contra el statu quo
Del mismo modo que los efectos de la crisis han propiciado en España, en Francia, en Italia o en Grecia y, por supuesto, también en Catalunya, la emergencia de nuevas organizaciones y movimientos políticos y la debacle de los partidos del sistema, en Estados Unidos el rechazo del statu quo va a determinar el proceso electoral que ha empezado esta madrugada con los caucus de Iowa. Los estadounidenses están enojados y muy especialmente las clases medias que, como también en Europa, han pagado las consecuencias de una crisis que ha disparado las desigualdades y ha convertido el sueño americano en una quimera o como dice Bernie Sanders en “una pesadilla”. El enojo de los estadounidenses es un fenómeno transversal que propicia las respuestas populistas con mayor intensidad que nunca. Jamás personajes ajenos al sistema habían tenido tanto predicamento.
Donald Trump por la derecha y Bernie Sanders por la izquierda son los abanderados de la rebelión contra el statu quo washingtoniano y sea cual sea el resultado de los caucus y de las primarias, sus ideas y sus propuestas están determinando el debate y las posiciones de los candi- datos más convencionales. Trump combate la depresión prometiendo que “Estados Unidos vuelva a ser el gran país” que fue. Sanders anuncia una “revolución política” que arrebate el poder a los multimillonarios de Wall Street, incluida por supuesto Hillary Clinton.
Paradójicamente, Trump y Sanders se han convertido en el principal quebradero de cabeza de sus respectivos partidos. El comité nacional republicano lleva meses celebrando reuniones conspiratorias para ver cómo se quitan al magnate de encima. No les preocupa tanto que pretenda levantar un muro en la frontera con México o prohibir la entrada al país de los musulmanes. Lo que les preocupa es que el recha- zo que genera Trump en el conjunto del país augura una derrota electoral frente a Hillary Clinton.
Del mismo modo, el comité nacional demócrata decidió apostar por Hillary Clinton después de que el vicepresidente Joe Biden optara por no concurrir y los obstáculos a la campaña de Sanders han aumentado en la misma medida que subía en los sondeos hasta superar a Clinton claramente en Nuevo Hampshire y empatar en Iowa.
Los sondeos electorales del últi- mo año constatan una evolución al alza de la irritación de los estadounidenses con el sistema. Hace apenas un año la carrera electoral a la Casa Blanca se preveía como la pugna entre dos dinastías políticas, otra vez los Bush contra los Clinton. Hubo entonces un debate que puso de manifiesto el contraste entre la opinión pública y la opinión publicada. Analistas políticos de referencia defendieron las dinastías políticas como un fenómeno positivo que daba estabilidad al sistema y fortaleza al país, pero una oportuna encuesta de The Wall Street Journal reveló que siete de cada diez estadounidenses opinaban todo lo contrario. No es bueno que el poder se lo repartan siempre los mismos, vinieron a responder los encuestados.
Desde entonces, Jeb Bush y Hillary Clinton no han dejado de perder apoyos. El exgobernador de Florida, hijo y hermano de presidentes, el candidato que más dinero ha recaudado y gastado en su campaña, no ha levantado cabeza desde
EL TEST REPUBLICANO Igual que en Europa, las consecuencias de la crisis propician el auge del populismo
EL TEST DEL‘ ESTABLISHMENT’ Jeb Bush, que empezó favorito, es el candidato con mayor riesgo de fracasar
entonces y la simpatía política por Clinton se ha reducido a la mitad.
Iowa es un estado pequeño, de algo más de tres millones de habitantes, casi todos blancos y en el que votan apenas 400.000 ciudadanos. Por lo tanto, el resultado de esta noche no es en absoluto representati- vo de lo que ocurrirá en el conjunto del país, pero es el primer test sobre la realidad de una situación política sin precedentes.
Hoy se confirma que la irrupción de Donald Trump no es un fenómeno pasajero ni será fácil descabalgarlo, pero quien se juega más en el campo republicano es sin duda Jeb Bush. Si el exgobernador no logra situarse entre los cuatro primeros, el comité republicano tendrá que decidir por quién apuesta. El ultraconservador Ted Cruz tampoco es una opción para el establishment.
En el campo demócrata Sanders, como dijo Obama en su día, no tiene nada que perder. Tiene la victoria casi asegurada en las primarias de Nuevo Hampshire la semana que viene y su papel consiste en empujar a la izquierda a Clinton. Iowa sí es un examen de sus posibilidades futuras, no tanto porque Sanders pueda doblegarla. La campaña de la exsecretaria de Estado ha sido potente de medios pero denota una falta de entusiasmo en sus filas que no augura nada bueno, máxime si continúa arreciando el escándalo por el uso de su servidor privado de correo electrónico cuando era secretaria de Estado para transmitir documentos calificados de alto secreto. No es un asunto que interese demasiado a la opinión pública pero contribuye a consolidar la ima- gen de persona “deshonesta y que no inspira confianza”, como sostiene el 60% de los estadounidenses, según un sondeo de noviembre de The Washington Post.
La irrupción de Trump y las angustias de Clinton son los datos que alimentan las tentaciones de Michael Bloomberg, otro magnate de las finanzas que fue alcalde de Nueva York. Si finalmente se decide a disputar la carrera como independiente desde una posición business friendly en lo económico y liberal en lo político y social aumentará la confusión del proceso electoral más insólito.