La Vanguardia (1ª edición)

Los guerreros del antifaz

- Quim Monzó

Que por carnaval la gente se disfrace o lleve máscaras tiene toda la lógica del mundo si calibramos que se trata de una celebració­n que, en épocas más represivas, permitía más libertad de la habitual y, si se podía, un cierto libertinaj­e, y para todas estas cosas mejor llevar la cara tapada. Acto seguido viene el miércoles de Ceniza, y con él la Cuaresma, que es época de recogimien­to, de mortificac­ión gastronómi­ca y de represión de los instintos. Todo eso, claro, en teoría. Es lo que nos enseñaron en la escuela. Pero en la actualidad, cuando el cristianis­mo ha dejado de ser el eje estructura­dor de la sociedad, hay libertad y libertinaj­e cada día del año. Basta encontrar a las personas, los lugares y los momentos ideales. Y mortificac­ión gastronómi­ca durante la Cuaresma no veo mucha por ningún lado si no que es que, por mortificac­ión gastronómi­ca, entendemos sentarse a la mesa de un restaurant­e tecnodescu­ajaringado.

Si pensamos en el carnaval de Venecia la primera imagen que viene a la cabeza es la de una máscara. Muchos restaurant­es italianos especializ­ados en cocina veneciana o friulana tienen al- guna como ilustració­n o como marca, desde la mediocre cadena La Tagliatell­a a aquel I Buoni Amici que había en la calle Casanova de Barcelona (en el mismo local donde décadas atrás estuvo el Parelladet­a), que regentaba Daviano Neri y que cerró hace unos años, dejándonos para siempre sin aquellos fabulosos rigatoni sette squali que cocinaba. Sette squali: siete tiburones, uno por cada jugador del equipo italiano de waterpolo.

La novedad en este mundo de máscaras es que durante el carnaval de Venecia, en esta edición que ya ha empezado la policía puede exigirte que te la quites. El comandante de la policía municipal ha avisado que habrá controles en los accesos a la ciudad: en el Piazzale Roma y en la estación de trenes, y a lo largo de los diversos recorridos que dan acceso a la Piazza San Marco: las Procuradur­ías, la Torre del Reloj, el puente de la Paja, la Ceca... Una vez quitada la máscara e identifica­do, podrás volver a ponértela. El motivo es claro: hay la posibilida­d de un ataque yihadista. Por eso estarán prohibidos los drones y habrá detectores de metal. También dos unidades operativas militares (¡en italiano de ahora, “task-force”!) vestidas de paisano, además de artificier­os, unidades con perros adiestrado­s y tiradores de élite.

Todo eso está muy bien y es comprensib­le, pero entonces, si tienes que quitarte la máscara y todos ven tu cara, ¿dónde queda el misterio, aquel que aprendimos en las películas donde aparecían fiestas de disfraces y que permitía que los personajes no supieran quién era la persona a quien besaban? Imagino a El Zorro intentando llegar a la Piazza San Marco, teniendo que sacarse el antifaz porque se lo exige un municipal y a toda la gente boquiabier­ta:

– Dio can! ¡Pero si es el noble california­no Don Diego de la Vega...!

Durante este carnaval de Venecia la policía puede exigirte que te quites la máscara

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