¡Confiscar, no!
El problema de los refugiados está poniendo en crisis muchos valores europeos. Es una cuestión que no se sabe cómo enfocar, pero mientras están aflorando actitudes, comportamientos, lenguajes y medidas que parecen adentrarse en la larga noche de la oscuridad totalitaria. En un país de fuertes raíces democráticas y de un desarrollado espíritu de progreso solidario como Dinamarca, el Parlamento acaba de aprobar una medida que permite confiscar a todos los refugiados que lleguen al país todo el dinero o valores o bienes que superen los 1.400 euros.
La finalidad de la medida es que los recién llegados paguen los gastos correspondientes a los servicios que Dinamarca les dará. Que los que puedan paguen lo que se les da no es en sí mismo un objetivo criticable, especialmente en un país como Dinamarca en que el Estado de bienestar es el resultado de una política de contribución solidaria. Pero el término y el hecho de confiscar son absolutamente condenables. Confiscar es lo que hacían los nazis a los judíos; o los ocupantes soviéticos en Polonia o en Chequia o en Lituania. Confiscar es la expresión de la barbarie; la confiscación no necesita de leyes, es simplemente el resultado de la fuerza opresora.
Cuando a la acción de confiscar se le pretende sumar el amparo de la ley, es toda la sociedad la que asume la responsabilidad vergonzosa y vergonzante de la persecución in- famante. Confiscar no es Europa. Europa se construyó para no confiscar nunca más; para no prescindir del derecho ni menospreciar la dignidad de las personas.
El problema de los refugiados está poniendo en un fuerte dilema a los países europeos. Un problema que el terrorismo hace más grave y que la inmigración desbocada de origen simplemente económico masifica aún más. Europa ha de hacer valer lo que ha aprendido de su propia historia. Es el momento de arriesgar, como Angela Merkel es- tá haciendo en Alemania. Puede ser que le cueste votos de los reaccionarios neofascistas; pero bienvenida sea su valentía. Europa no se hará ni será nada en el futuro con el miedo metido en el cuerpo; ni, sobre todo, con el olvido del valor de la dignidad humana. Confiscar no honora a quien lo practica. Quizás algunos refugiados ni irán a Dinamarca por miedo a ser confiscados. Pero los daneses deberían tener miedo de que nadie confisque su libertad.
El hecho de confiscar es absolutamente condenable; es lo que hacían los nazis a los judíos