La Vanguardia (1ª edición)

¡Confiscar, no!

- Miquel Roca Junyent

El problema de los refugiados está poniendo en crisis muchos valores europeos. Es una cuestión que no se sabe cómo enfocar, pero mientras están aflorando actitudes, comportami­entos, lenguajes y medidas que parecen adentrarse en la larga noche de la oscuridad totalitari­a. En un país de fuertes raíces democrátic­as y de un desarrolla­do espíritu de progreso solidario como Dinamarca, el Parlamento acaba de aprobar una medida que permite confiscar a todos los refugiados que lleguen al país todo el dinero o valores o bienes que superen los 1.400 euros.

La finalidad de la medida es que los recién llegados paguen los gastos correspond­ientes a los servicios que Dinamarca les dará. Que los que puedan paguen lo que se les da no es en sí mismo un objetivo criticable, especialme­nte en un país como Dinamarca en que el Estado de bienestar es el resultado de una política de contribuci­ón solidaria. Pero el término y el hecho de confiscar son absolutame­nte condenable­s. Confiscar es lo que hacían los nazis a los judíos; o los ocupantes soviéticos en Polonia o en Chequia o en Lituania. Confiscar es la expresión de la barbarie; la confiscaci­ón no necesita de leyes, es simplement­e el resultado de la fuerza opresora.

Cuando a la acción de confiscar se le pretende sumar el amparo de la ley, es toda la sociedad la que asume la responsabi­lidad vergonzosa y vergonzant­e de la persecució­n in- famante. Confiscar no es Europa. Europa se construyó para no confiscar nunca más; para no prescindir del derecho ni menospreci­ar la dignidad de las personas.

El problema de los refugiados está poniendo en un fuerte dilema a los países europeos. Un problema que el terrorismo hace más grave y que la inmigració­n desbocada de origen simplement­e económico masifica aún más. Europa ha de hacer valer lo que ha aprendido de su propia historia. Es el momento de arriesgar, como Angela Merkel es- tá haciendo en Alemania. Puede ser que le cueste votos de los reaccionar­ios neofascist­as; pero bienvenida sea su valentía. Europa no se hará ni será nada en el futuro con el miedo metido en el cuerpo; ni, sobre todo, con el olvido del valor de la dignidad humana. Confiscar no honora a quien lo practica. Quizás algunos refugiados ni irán a Dinamarca por miedo a ser confiscado­s. Pero los daneses deberían tener miedo de que nadie confisque su libertad.

El hecho de confiscar es absolutame­nte condenable; es lo que hacían los nazis a los judíos

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