Hermano lobo, hermano olmo
El cura bendice gatos, perros, conejos, lechales, canarios, loros, periquitos y jilgueros
Cada año, cuando en enero llega la setmana dels barbuts, los payeses que resisten heroicamente al pie del cañón y personas ligadas al mundo de la equitación celebran la festividad de San Antonio Abad, protector las bestias de pie redondo y de los animales domésticos, además de patrón de los arrieros, los antiguos transportistas de mercancías antes de la aparición del motor de combustión.
Por toda Catalunya, durante algunas semanas se pueden ver las tradicionales
passades dels Tres Tombs, los vistosos desfiles de carros y tartanas tiradas por asnos, caballos y mulas. Durante el recorrido, además de los animales de tiro, el cura bendice todos los animales que se le presentan: gatos, perros, conejos, lechales, canarios, loros, periquitos y jilgueros. Las últimas décadas también bendice tortugas, hámsteres y serpientes. Es la socialización del franciscanismo.
Sin entrar en disquisiciones religiosas teñidas de animismo, me parece bien que de vez en cuando se hagan actos simbólicos reclamando la dignidad de los animales, unos seres inteligentes y con sentimientos que también tienen sus derechos. Sin embargo, no se puede caer en un exceso de celo protector y dejar de lado los derechos humanos y la dignidad de las personas. No soy nadie para reprobar a las personas que aman tanto a los perros que los llevan a la peluquería cada semana, o que cuando mueren los entierran en lujosos cementerios caninos. Pero lo encuentro exagerado.
Últimamente también se habla de la dignidad de los vegetales. Meses atrás, en La Contra de La Vanguardia, Ima Sanchís entrevistó al neurobiólogo italiano Stefano Mancuso, autor –conjuntamente con la periodista Alessandra Viola– del libro Sensibilidad e inteligen
cia en el mundo vegetal. Este científico ha desarrollado una teoría muy plausible según la cual las plantas tienen nuestros cinco sentidos y quince más: “No tienen ojos ni oídos, pero perciben todas las gradaciones de la luz y las vibraciones sonoras. Su olfato y gusto son muy sensibles. Cada olor es un mensaje, perciben las moléculas químicas. Gracias a las raíces, exploran el suelo buscando nutrientes (nitratos, fosfatos, potasio) con extrema precisión. Y tienen tacto: basta ver a cámara rápida cómo palpa una enredadera”. Según él, las plantas “se comunican entre ellas y con otros animales, duermen, memorizan, aprenden, cuidan a su prole, toman decisiones y son capaces de manipular a otras especies”.
Por todo ello, la restitución de la dignidad de las plantas debería comportar, por ejemplo, que se evite la tala indiscriminada de árboles, y el cuidado de las especies enfermas. También hay que procurar por el bienestar de los animales, sobre todo en las masificadas granjas. Y, obviamente, hay que defender los derechos humanos, sin que sus promotores sean acusados cínicamente de buenismo.
El cura bendice gatos, perros, conejos, lechales, canarios, loros, periquitos y jilgueros