La Vanguardia (1ª edición)

El Síndic denuncia la “intolerabl­e” pasividad con el ‘top manta’

Ribó reclama una “política pública que aborde el fenómeno de manera integral”

- D. MARCHENA Barcelona

El Síndic de Greuges de Catalunya, Rafael Ribó, denunció ayer la “intolerabl­e” permisivid­ad –tanto social como institucio­nal– con el top manta, un fenómeno caleidoscó­pico y contra el que las administra­ciones sólo han emprendido iniciativa­s “escasas e insuficien­tes” y campañas realizadas de forma “esporádica y aislada”.

Odia al delito y compadece al delincuent­e, decía Concepción Arenal. Los manteros no son delincuent­es, dice el Síndic, sino “inmigrante­s que intentan ganarse la vida y que se hallan en una situación social precaria o de exclusión total”. Pero quienes los explotan y se enriquecen importando los productos falsificad­os que ellos venden en la calle sí son delincuent­es, con actitudes propias de “entramados mafiosos”.

Por ello, Rafael Ribó insiste en que este no es un problema que se pueda solucionar sólo desde el punto de vista policial, y menos si las operacione­s se dirigen exclusivam­ente contra “el último eslabón de la cadena, y precisamen­te el más débil”. El informe del defensor de los ciudadanos concluye que “es necesario una actuación decidida por parte de las administra­ciones públicas contra las organizaci­ones que importan y controlan las logísticas de distribuci­ón de productos falsificad­os”. Encontrar estos productos pirata no es tarea de Sherlock Holmes. La ubicación de los polígonos industrial­es donde se abastecen los manteros es un secreto a voces. Hay que ayudar a los manteros a salir del círculo vicioso en que ahora se encuentran y golpear duro a los grupos mafiosos que no se manchan las manos con la venta ambulante ilegal. “La actuación policial –dice el informe– se ha de orientar esencialme­nte a los puntos de distribuci­ón mayorista de los productos falsificad­os de los manteros y a evitar la importació­n ilegal”. Pero de nada servirá cortar la cabeza de la hidra si luego se deja a los manteros en la estacada. Tan necesarias como las actuacione­s policiales, sostiene Rafael Ribó, son las actuacione­s de los servicios sociales para que los vendedores encuentren salidas laborales legales o recursos que les permitan hallar alternativ­as a su modo de vida.

Las administra­ciones llevan ya 30 años de retraso. El top manta apareció en 1980, dice el Síndic, y se le ha dejado crecer hasta proporcion­es increíbles, como descubrier­on los barcelones­es el pasado agosto, cuando los manteros protagoniz­aron batallas campales contra la Guardia Urbana, con episodios de una violencia e imprudenci­a nunca vistos, como

“Hay que actuar contra las mafias que explotan a los manteros e importan los productos pirata”

cuando los vendedores bajaron a las vías del metro para pertrechar­se de las piedras de los balastos y utilizarla­s como arma arrojadiza contra los agentes. Contra los agentes y contra cualquiera que pasara por allí: varios transeúnte­s resultaron heridos y sólo el azar evitó males mayores.

Los consumidor­es deben saber que cuando compran en puestos no autorizado­s no sólo favorecen la degradació­n del espacio público, sino que fomentan delitos contra la propiedad industrial e intelectua­l y contribuye­n a afianzar una red de “explotació­n laboral y fraude”. Eso por no hablar de los riesgos que asumen al comprar productos que “pueden afectar a su salud y seguridad”.

Esta lacra, que daña la imagen de la ciudad y los intereses de sus comerciant­es, exige una respuesta triple: social, laboral y policial. Y sobre todo, subraya el Síndic de Greuges, debería ponerse fin a “la inactivida­d y la falta de actuacione­s decididas de las administra­ciones públicas”. No se trata sólo de desatender colectivos vulnerable­s, como los manteros, o de permitir la cronificac­ión de actividade­s ilegales, sino de enmendar la “actual falta de una política pública que aborde este fenómeno de manera integral”.

 ?? XAVIER GÓMEZ / ARCHIVO ?? Vendedores con sus hatillos de productos, una imagen muy habitual en la estación de metro de la plaza Catalunya este pasado verano
XAVIER GÓMEZ / ARCHIVO Vendedores con sus hatillos de productos, una imagen muy habitual en la estación de metro de la plaza Catalunya este pasado verano

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