La Vanguardia (1ª edición)

La criadita

Paraguay se conmociona con la muerte a palos de Carolina Marín, una sirvienta de sólo 14 años

- ROBERT MUR Buenos Aires. Correspons­al

Carolina Marín tenía 14 años y era criada. Criadita, como se conoce en Paraguay esta figura de explotació­n infantil aceptada culturalme­nte, pero ilegal. La muerte de la niña a golpes, propinados por la pareja de su tutora, ha vuelto a sacar a la luz el criadazgo, práctica de la que persisten miles de casos.

Murió a causa de un “politrauma­tismo con arma contundent­e”, según el informe forense. El cuerpo tenía golpes en la espalda, los glúteos y las piernas, que acabaron afectando órganos vitales para fallecer horas más tarde. Sucedió el 20 de enero en Vaquería, un pueblo de unos 10.000 habitantes de la provincia de Caaguazú, a 240 kilómetros de Asunción.

La justicia, que tardó días en actuar tras la paliza, abona la versión de que Carolina fue golpeada con saña con una rama de guayaba por Tomás Eligio Ferreira, militar retirado de 49 años, que permanece detenido. Era un castigo al que la criadita ya estaba acostumbra­da, pero esta vez se le fue la mano.

Ferreira es la pareja de Ramona Melgarejo, de 58 años, responsabl­e del Registro Civil de Vaquería, que funciona en su propia casa, y una suerte de juez de paz. Por tanto, una persona influyente en un pueblo chico, lo que alegan sus vecinos para explicar por qué nunca denunciaro­n que la adolescent­e era maltratada, como ahora todo el mundo asegura que sabía.

La funcionari­a exculpa a su pareja e insiste que el responsabl­e es un albañil que trabajaba en la casa. Según Melgarejo, Ferreira encontró al albañil toqueteand­o a la niña pero no parece buen argumento para explicar por qué el irritable exmilitar acabó dando el último escarmient­o a Carolina.

La joven cayó en manos de la mujer, que ostentaba la tutela de forma legal, cuando tenía tres años. Aunque ahora aparecen parientes por todos lados, Carolina estaba sola en el mundo con su familia adoptiva. En su partida de nacimiento figura el nombre de su madre, Catalina Marín, a quien supuestame­nte la justicia retiró a sus tres hijos, que fueron a parar al hogar infantil de donde fue entregada a Melgarejo, según explica una joven que dice ser hermana mayor de la niña fallecida.

Los vecinos de Vaquería, con su alcalde a la cabeza, se manifestar­on frente a la casa para pedir justicia e increpar a Melgarejo, que siguió trabajando después de enterrar a su criadita, cuyo cuerpo le fue entregado por la justicia a su tutora. “No al criadazgo”, se leía en las pancartas de los vecinos, cuya presión surtió efecto: la semana pasada Melgarejo fue enviada a prisión provisiona­l porque presuntame­nte los malos tratos fueron una constante en la vida de la niña.

El caso de Carolina ha despertado sólo por unos días a los paraguayos y a las redes sociales (#NiUnaCarol­inaMas) ante un drama que sufren en silencio casi 47.000 niños o adolescent­es. Lo más alarmante es que esa elevada cifra surge de una estimación del 2011 de la propia Secretaría de la Niñez del Gobierno paraguayo, que no parece hacer mucho para luchar contra esta práctica de trabajo infantil asimilada a la esclavitud.

“No hay mucho interés del Estado en investigar”, cuenta a La Vanguardia desde Asunción Mónica Basualdo, miembro de la oenegé Global Infancia, quien recuerda no sólo que el criadazgo está prohibido en Paraguay, sino que cualquier persona que conviva con un menor y no ostente su tutela tiene obligación de informar a las autoridade­s. Basualdo añade que las niñas criaditas, que son mayoría respecto a los niños, “están mucho más expuestas a abusos sexuales, físicos y psicológic­os”, y cita un estudio que indica que “nueve de cada diez víctimas de trata en Paraguay fueron antes trabajador­as infantiles domésticas”. Global Infancia impulsa en el Parlamento una ley para penalizar los castigos físicos a menores en el ámbito familiar.

Unicef ha repudiado el femicidio de Carolina y ha pedido al Gobierno paraguayo la erradicaci­ón del criadazgo. Padres pobres y analfabeto­s –muchos indígenas– que viven en el campo alejados de escuelas entregan alrededor de los ocho años a sus hijos a familias para que sirvan en la casa a cambio de manutenció­n y con el compromiso de escolariza­rlos. Aunque Carolina sí iba al colegio, donde nunca detectaron los malos tratos, en muchos casos ese compromiso no se cumple y, además, los niños acaban perdiendo el vínculo con sus familias.

“Se pueden contar con los dedos de la mano las familias que tratan a los criaditos como si fueran los niños de la casa”, agrega Basualdo, que como ejemplo de lo culturalme­nte que está aceptado este abuso infantil en Paraguay menciona el hecho de que se han llegado a encontrar anuncios en las redes sociales para buscar criaditas.

En la casa de Carolina vive otra criadita, también bajo tutela legal de Melgarejo.

Carolina fue víctima de un sistema de explotació­n infantil ilegal pero que aún persiste

 ?? MOLACNATS. ?? “No al ‘criadazgo’”.
Protesta en Vaquería, el pueblo donde vivía la niña, en demanda de justicia y contra
la figura del ‘criadazgo’
MOLACNATS. “No al ‘criadazgo’”. Protesta en Vaquería, el pueblo donde vivía la niña, en demanda de justicia y contra la figura del ‘criadazgo’
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain