Maniobras con valencianos al fondo
Pedro Sánchez tiene la iniciativa –se la ha regalado Mariano Rajoy– y la está aprovechando a tope antes que se obstruya una de las dos sendas por las que avanza el destacamento socialista en busca de los números suficientes para la investidura.
Es la primera vez que el Partido Socialista obtiene la iniciativa política en España, desde que el 12 de mayo del 2010 la presión internacional obligase a José Luis Rodríguez Zapatero a renunciar al gasto keynesiano (Plan E), para iniciar la dolorosa devaluación interna de la economía, posteriormente proseguida y acentuada por el Partido Popular.
Sánchez parece controlar la agenda. Cada día una novedad. Ayer, la propuesta programática, con cesiones a Ciudadanos (más ambigüedades sobre Catalunya y la reforma de la Constitución), y al bloque de izquierdas (renegociación del déficit con Bruselas y derogación de la reforma laboral). Objetivo: mantener vivos todos los escenarios de pacto el mayor tiempo posible, para que el precio de la ruptura de las negociaciones sea cada día más alto. Quien dé el primer portazo lo puede pagar caro. Cada día un masaje en favor del pacto. Es una buena estrategia. Por ahora.
Sánchez ha logrado situarse en el centro de la escena y en el PP hay remordimientos, malhumores y algún esbozo conspirativo a la espera de acontecimientos. La enésima apuesta quietista de Rajoy –esperar, esperar, esperar a que el adversario se estrelle– exige nervios de acero. El presidente del Gobierno en funciones fabrica política mineral en tiempos de liquidez y de liquidaciones. Resistir es vencer. ¿Servirá ahora el más pétreo de los lemas españoles? En el PP hay caras largas.
La excursión de Sánchez hacia el centro, sin embargo, sólo puede acabar bien con el apoyo activo o pasivo de los populares: una entente, sin Rajoy en la presidencia. El no marianista es rotundo, sin aparentes fisuras en el malhumorado partido gubernamental. Por ahora. Rajoy no piensa renunciar y desde fuera de la política no es fácil echar al líder del principal partido. El último precedente es la dimisión de Adolfo Suárez a finales de enero de 1981, en circunstancias muy distintas y muy dramáticas. Una Operación Monti a la española (gobierno técnico apoyado por varios partidos) no es nada fácil de llevar a cabo. Por ello ayer llamaba mucho la atención el titular de portada del diario madrileño El Mundo: “El Ibex presiona para que el PP deje gobernar a PSOE y C’s”. Uno de los titulares más descarnados de los últimos meses. ¿Debilita a Rajoy ese mensaje, o le invita a enrocarse aún más?
Sánchez ha recuperado la iniciativa que Rodríguez Zapatero perdió en el 2010, pero su opera- ción sigue siendo muy complicada de llevar a cabo. El lehendakari vasco Iñigo Urkullu recordó ayer que el PNV quiere gestos de reconocimiento de la soberanía vasca, sin igualar la exigencia catalana en la escala de Richter. En otoño habrá elecciones en Euska- di. El PNV quiere hablar de la nación vasca y ello, en principio, es incompatible con el enfoque de Ciudadanos.
Conviene prestar atención al papel de Compromís, con cuatro diputados, dos menos que el PNV. Los valencianistas acudieron a las elecciones con Podemos y se han integrado en el grupo mixto para preservar su perfil propio. Quieren ser los principales actores de un nuevo protagonismo valenciano en la política española, lejos de los insoportables escándalos del PP. Un nuevo orgullo valenciano. Exigencia de respeto y consideración en clave de autonomismo federal. Compromís se ha colocado dentro de la negociación con el PSOE y se halla en contacto con el PNV, con Xosé Manuel Beiras, patriarca de las Mareas gallegas, con CDC y ERC, y con los canarios.
Los valencianistas podrían ayudar al PSOE a cercar a Podemos, con la ayuda de IU, que tiene detrás el aliento de Comisiones Obreras. Aislar a Podemos, el sueño de toda la familia socialista, sin distinción de credos.
Es interesante el juego de Compromís, bien conectado con el PNV, las Mareas, CDC, ERC y los canarios