La Vanguardia (1ª edición)

Las urgencias de Merkel

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LA visita de la canciller alemana, Angela Merkel, ayer a Turquía transmitió urgencias y cierta desesperac­ión. Treinta mil sirios que huyen de los bombardeos sobre Alepo se hacinan en la inhóspita zona fronteriza con Turquía, que contiene esta nueva oleada de refugiados sin permitirle­s entrar a su territorio, donde ya residen, oficialmen­te, 2,7 millones de sirios.

Las urgencias de la canciller son más que comprensib­les. Angela Merkel ha recibido un curso intensivo de realpoliti­k desde que asumió la antorcha de la indignació­n europea el pasado verano ante las imágenes de cadáveres de niños en las playas griegas. Berlín reemplazó a la Unión Europea a la hora de hacer frente a un éxodo apremiante y, para bien y para mal, se presentó como la primera y casi única autoridad europea comprometi­da en hallar una salida humanitari­a, pese a los riesgos del efecto llamada y a los problemas que la acogida supondría. El mundo aplaudió a la canciller Merkel, cuyo prestigio internacio­nal quedaba ligado a la solución del problema. Y en esas estamos...

Los meses pasan y existe el riesgo de que la inacción se convierta en un bumerán para la canciller tanto en el plano electoral interno como en lo que afecta a la buena reputación de Alemania. De ahí que, ayer, los representa­ntes de Berlín y Ankara acordasen pedir esta semana a la OTAN –hay reunión de ministros de Defensa mañana y el jueves– que intervenga para ayudar al control de la frontera sirio-turca y a patrullar las aguas del Egeo, tarea que desborda al organismo comunitari­o competente, la Agencia Europea para la Gestión de la Cooperació­n Operativa en las Fronteras Exteriores de los estados miembros de la Unión (Frontex). Habrá que ver la respuesta de la Alianza Atlántica, a la que cabe suponer reacia a asumir un cometido que escapa a sus competenci­as y es poco tentador... Ayer, el enésimo naufragio en aguas del Egeo, frente a la isla de Lesbos, se cobró más de treinta vidas, de las que una tercera parte eran niños.

Paliar los efectos de la guerra siria no puede ser un asunto turco por mucha ayuda económica que se inyecte. Merkel suavizó ayer las críticas veladas a Ankara hechas por la propia UE horas atrás. No basta con entregar a Turquía 3.000 millones de euros –según lo pactado el pasado noviembre por Bruselas y Ankara–, sino que urge plasmar esta cantidad en el terreno con la máxima urgencia, dejando de lado los “obstáculos burocrátic­os”, en expresión de Merkel dirigida a las autoridade­s locales. Hay que pasar a la acción y procurar, conjuntame­nte, que dichos fondos se traduzcan en nuevas instalacio­nes para los refugiados sirios, teniendo además en cuenta que el final de la guerra civil no es cuestión de semanas ni segurament­e de meses...

Tal y como denunció ayer la canciller, el éxodo de los habitantes de Alepo guarda relación con los bombardeos que sufre la ciudad y a los que no son ajenos los aviones y las bombas rusas. De ser cierta esta autoría, tal y como sostienen Berlín y Ankara, queda tristement­e claro que la comunidad internacio­nal sigue lejos de actuar coordinada y responsabl­emente en la guerra civil siria. Al contrario, continúa echando gasolina a un monumental incendio que ha obligado a más de cinco millones de sirios a huir a la desesperad­a de su país.

La acogida casi incondicio­nal del pasado verano dada por Alemania se enfrenta a grandes pruebas. Y su rostro político es el de la propia canciller.

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