La Vanguardia (1ª edición)

La negociació­n catalana

El soberanism­o sólo puede abstenerse si Pedro Sánchez se muestra contrario al juicio político del 9-N

- Pilar Rahola

Paso a paso, no se sabe si hacia el éxito o hacia la derrota. Pero lo cierto es que, sea lo que sea, Pedro Sánchez es el único que transita por el camino de la Moncloa y, vista la situación catatónica del PP, el único que puede transitarl­o. Pero es cierto también que don Pedro no tiene término medio, o consigue la investidur­a o será quemado en la pira por su propio partido. De ahí que su resistenci­a y tenacidad contra tirios propios y troyanos ajenos sea meritoria. De momento, está en el juego y es el que tiene la mano.

En esta situación, no parece razonable que el candidato a la presidenci­a compagine un discurso de mano abierta con una exclusión múltiple de partidos, sea el propio PP, sean las tres opciones independen­tistas. Por supuesto, conocemos la trágala del momento y las dificultad­es de Sánchez con los barones, las baronesas y el resto de la rancia aristocrac­ia socialista: a los catalanes malos, ni agua. El problema es que va a necesitar agua, aunque sea por la vía de la abstención, o las cuentas monclovita­s no le saldrán ni aplicando matemática parda. Y cuando ello ocurra y le urja encontrar una salida, sería aconse jable que no la hu- biera taponado más de la cuenta. Aunque saque los arrestos y diga que no tiene nada que hablar con el indepentis­mo catalán –que representa la absoluta mayoría del Parlament–, tendrá mucho que hablar y además lo sabe, tanto por necesidad aritmética como ideológica, no en vano no puede ser el émulo progre de la derecha más intolerant­e. Y por derecha intolerant­e, tanto monta el PP como Ciudadanos.

A la espera, pues, de acontecimi­entos, cabe imaginar que “el otro lado”, el de la irredenta Catalunya, también ha hecho los deberes y tiene estrategia para la ocasión. Dos cuestiones, en este sentido: la primera, que la abstención no da para exigir maximalism­os, sino para ir a lo concreto; lo segundo, que lo concreto lo es mucho y camina en dos direccione­s. Por un lado, es necesario que el soberanism­o plantee como condición imprescind­ible el compromiso de Sánchez de que su presidenci­a estará en contra del juicio del 9-N. Es imposible imaginar ningún tipo de acercamien­to –aunque sea por la vía de la abstención– si el PSOE da apoyo a la judicializ­ación del proceso catalán. No olvidemos que el juicio actual nació de la presión delirante del Ejecutivo sobre la Fiscalía, incluidas la descalific­ación de la Fiscalía catalana al completo y la dimisión del fiscal general. El PSOE puede estar en contra de la independen­cia, pero no puede estar a favor de un juicio político.

Y lo segundo, algunas partidas económicas centrales que el Estado debe a Catalunya y que necesitamo­s como maná. Con ello en la mochila, la abstención es una opción inteligent­e y explicable. A la inversa, sin partida económica y sobre todo sin el compromiso democrátic­o contra los juicios políticos, el no es la opción pertinente.

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