La Vanguardia (1ª edición)

Dónde está la sociedad civil

- F. RIERA, editor

El impulso de nuestro país, desde principios del siglo XX hasta hoy, ha estado marcado por la capacidad de organizars­e y crear futuro al margen de la política. Una capacidad fértil de la sociedad civil en ámbitos como el cultural, económico, social y político. Una sociedad civil que ha basculado entre la burguesía y los movimiento­s populares. Que va de los promotores del Liceu a los ateneos obreros. De los orfeones a la Bernat Metge impulsada por Francesc Cambó. Que hizo de modernismo y noucentism­o proyectos de vida y arte. Una sociedad civil que supo mantener, durante el franquismo, la continuida­d de nuestra cultura, al mismo tiempo que se abría al mundo pa- ra nutrirla de una mirada cosmopolit­a y abierta.

Son muchos los que cuestionan la aportación presente y futura que pueda hacer la sociedad civil consideran­do que ya no responde a las exigencias de los cambios y retos que tiene nuestra sociedad. Probableme­nte se deba a que nos cuesta identifica­r su contribuci­ón. ¿Quiénes son? ¿Cómo definir la sociedad civil? ¿Qué pasa con la sociedad civil? Hoy no lo son los políticos ni aquellas entidades fuertement­e dependient­es del poder político. Lo fueron personalid­ades como la de Pere Duran Farell que ilustran el carácter emprendedo­r y de compromiso con el país. Lo son los colegios profesiona­les y el Cercle d’Economia. O como la Plataforma en Defensa del Ebro, Cáritas, o el ateneo La Torna de Gràcia. Lo son aquellas personas o entidades que construyen nuevas oportunida­des para el desarrollo colectivo de nuestra sociedad, que lo hacen alejadas del beneficio político y que actúan como puentes entre las ideas y sus realizacio­nes, con vocación de construir a favor de todos y contra nadie.

¿Qué le pasa a la sociedad civil? Su prestigio se ha debilitado con la intervenci­ón del Estado en la esfera de lo privado y su capacidad de asimilarlo todo. En definitiva, hoy los logros individual­es y de entidades privadas son sospechoso­s de maquinar contra el bien común. No es extraño que actores destacados de la sociedad civil pongan en cuestión su papel, pues la sociedad a la que van dirigidos sus esfuerzos está sustituyén­dola una comunidad política que lo abarca todo.

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