La coca modifica la estructura cerebral a favor del placer y en contra de la razón
Un estudio de Sant Pau y el Idibell muestra la falta de reacción cuando algo va mal
La cocaína modifica no sólo el comportamiento; también las estructuras cerebrales. Investigadores de Sant Pau y de Bellvitge (del IIB Sant Pau y el Idibell) han estudiado a grandes consumidores de coca y han podido comprobar con tres tipos de resonancia magnética que la región más profunda del cerebro relacionada con el placer, el estriado ventral, está mucho más activada en ellos, y las conexiones relacionadas con esa zona están aumentadas. En cambio, las conexiones que tienen que ver con el córtex frontal y el parietal, donde se regula la conducta y la atención, donde se produce el autocontrol, están degradadas.
También han observado que hay hipertrofia de dos áreas del cerebro relacionados con el circuito de recompensa y con los comportamientos compulsivos: el núcleo caudado y la corteza órbitofrontal. Todo a favor de aumentar lo relacionado con el placer y de disminuir las partes del cerebro que permiten tomar el control.
Eso explica en pruebas de imagen lo que llevan décadas observando los clínicos en las consultas de adicciones. La traducción inmediata de esa constatación es que esas alteraciones en la estructura de sus cerebros dificultan enormemente reaccionar para inhibir una conducta que les lleva a estar mal, algo en su contra. No reaccionan. Y también explica por qué es tan difícil no recaer. No es sólo cuestión de ganas, de voluntad.
Participaron treinta grandes consumidores de cocaína –sólo de coca, para evitar interferencias– en diferentes momentos de abstinencia. Unos llevaban tres meses sin tomar y otros, 15, y los compararon con un grupo sano. “En las resonancias miramos cómo se activa el cerebro cuando proponemos una acción, en este caso un juego de azar en el que se gana o se pierde, y también observamos la estructura, el volumen de materia gris, y de la materia blanca, los haces blancos, las conexiones”, explica el investigador principal, Jordi Riba. “Cuando pierdes, el cerebro activa el córtex prefrontal para resolver la situación, para no seguir por ahí. Entre los consumidores de coca la reacción es nula. No se dan cuenta de que están perdiendo. Esa parte del cerebro está degradada”, explica Jordi Riba.
En algunos casos estudiados se ve una normalización de alguno de los cambios observados, por ejemplo, menos excitación en el estriado ventral cuando se lleva más tiempo sin consumir. La cantidad de coca que se consumía antes de entrar en tratamiento influye sobre todo en la no activación del lóbulo central. A más consumo, menos activación de la zona de control y raciocinio.
Aunque no es el primer estudio que demuestra esta relación entre la actividad cerebral anómala y la coca, para los psiquiatras dedicados a tratar personas adictas, este trabajo les permite entender de golpe esa focalización absoluta de sus pacientes por seguir consumiendo, por qué todo en su vida pasa a un segundo o un tercer plano frente al puro consumo. “La coca hiperactiva lo más profundo y produce un gran déficit de control porque provoca la pérdida de lo más evolucionado del cerebro”, describe Jordi Riba.
El estudio conjunto de investigadores de los hospitales de Sant Pau y Bellvitge profundiza así en la realidad de la plasticidad del cerebro. “Se modula, se adapta. Lo que no hemos estudiado de momento es si esa misma plasticidad permite que la situación revierta totalmente. Lo que es seguro es que la modificación que provoca la coca lleva a que sea muy difícil dejarla”.
Las conexiones que enlazan con las áreas que se ocupan del autocontrol están deterioradas