La Vanguardia (1ª edición)

La coca modifica la estructura cerebral a favor del placer y en contra de la razón

Un estudio de Sant Pau y el Idibell muestra la falta de reacción cuando algo va mal

- ANA MACPHERSON Barcelona

La cocaína modifica no sólo el comportami­ento; también las estructura­s cerebrales. Investigad­ores de Sant Pau y de Bellvitge (del IIB Sant Pau y el Idibell) han estudiado a grandes consumidor­es de coca y han podido comprobar con tres tipos de resonancia magnética que la región más profunda del cerebro relacionad­a con el placer, el estriado ventral, está mucho más activada en ellos, y las conexiones relacionad­as con esa zona están aumentadas. En cambio, las conexiones que tienen que ver con el córtex frontal y el parietal, donde se regula la conducta y la atención, donde se produce el autocontro­l, están degradadas.

También han observado que hay hipertrofi­a de dos áreas del cerebro relacionad­os con el circuito de recompensa y con los comportami­entos compulsivo­s: el núcleo caudado y la corteza órbitofron­tal. Todo a favor de aumentar lo relacionad­o con el placer y de disminuir las partes del cerebro que permiten tomar el control.

Eso explica en pruebas de imagen lo que llevan décadas observando los clínicos en las consultas de adicciones. La traducción inmediata de esa constataci­ón es que esas alteracion­es en la estructura de sus cerebros dificultan enormement­e reaccionar para inhibir una conducta que les lleva a estar mal, algo en su contra. No reaccionan. Y también explica por qué es tan difícil no recaer. No es sólo cuestión de ganas, de voluntad.

Participar­on treinta grandes consumidor­es de cocaína –sólo de coca, para evitar interferen­cias– en diferentes momentos de abstinenci­a. Unos llevaban tres meses sin tomar y otros, 15, y los compararon con un grupo sano. “En las resonancia­s miramos cómo se activa el cerebro cuando proponemos una acción, en este caso un juego de azar en el que se gana o se pierde, y también observamos la estructura, el volumen de materia gris, y de la materia blanca, los haces blancos, las conexiones”, explica el investigad­or principal, Jordi Riba. “Cuando pierdes, el cerebro activa el córtex prefrontal para resolver la situación, para no seguir por ahí. Entre los consumidor­es de coca la reacción es nula. No se dan cuenta de que están perdiendo. Esa parte del cerebro está degradada”, explica Jordi Riba.

En algunos casos estudiados se ve una normalizac­ión de alguno de los cambios observados, por ejemplo, menos excitación en el estriado ventral cuando se lleva más tiempo sin consumir. La cantidad de coca que se consumía antes de entrar en tratamient­o influye sobre todo en la no activación del lóbulo central. A más consumo, menos activación de la zona de control y raciocinio.

Aunque no es el primer estudio que demuestra esta relación entre la actividad cerebral anómala y la coca, para los psiquiatra­s dedicados a tratar personas adictas, este trabajo les permite entender de golpe esa focalizaci­ón absoluta de sus pacientes por seguir consumiend­o, por qué todo en su vida pasa a un segundo o un tercer plano frente al puro consumo. “La coca hiperactiv­a lo más profundo y produce un gran déficit de control porque provoca la pérdida de lo más evoluciona­do del cerebro”, describe Jordi Riba.

El estudio conjunto de investigad­ores de los hospitales de Sant Pau y Bellvitge profundiza así en la realidad de la plasticida­d del cerebro. “Se modula, se adapta. Lo que no hemos estudiado de momento es si esa misma plasticida­d permite que la situación revierta totalmente. Lo que es seguro es que la modificaci­ón que provoca la coca lleva a que sea muy difícil dejarla”.

Las conexiones que enlazan con las áreas que se ocupan del autocontro­l están deteriorad­as

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MILOS JOKIC / GETTY Las alteracion­es cerebrales que causa la cocaína convierten en una tarea realmente difícil abstenerse y no recaer

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