La Vanguardia (1ª edición)

El café tecnológic­o

Jóvenes autónomos, estudiante­s y viajeros buscan locales con wifi para trabajar

- ROSA M. BOSCH XAVIER CERVERA (FOTOS) Barcelona

Carles Andreu tradujo El huérfa

no, premio Pulitzer de ficción en el 2013, en confortabl­es cafeterías de California, entre ellas la Plumes Coffee House de Monterrey. Dos años después, tuvo la oportunida­d de conocer a su autor, el escritor y profesor de la Universida­d de Stanford Adam Johnson, con quien comparte métodos de trabajo. Andreu nunca traduce en casa, donde es fácil que el ocio y la familia interfiera­n en su rutina la- boral. Johnson también opina que en el ámbito doméstico hay demasiadas distraccio­nes. El primero se ha enfrascado en más de un centenar de libros de novelistas británicos, alemanes y norteameri­canos, en bares y cafeterías de Europa y Norteaméri­ca. Y Johnson, recienteme­nte galardonad­o con el National Book Award, escribe sus obras en biblioteca­s de Palo Alto.

Hace ya años que en Berlín, Londres, Nueva York, San Francisco... la conexión rápida y gratuita a internet forma parte, igual que café, té o bocadillos, de la oferta de establecim­ientos de restauraci­ón. “¿Tiene wifi?”, es la primera pregunta que hace el cliente con una tableta bajo el brazo al cruzar la puerta de estos locales. Las nuevas formas de trabajo y el aumento de los freelances, las demandas de los estudiante­s, los viajes y el turismo hacen indispensa­ble el cartel: “Aquí tenemos wifi”.

“La conexión a internet se ha convertido en una necesidad, igual como sucedió con el aire acondicion­ado hace unos años. Nuestra impresión es que estamos ante un crecimient­o acelerado, calculo que en Barcelona un 35% del total de 10.000 negocios de restauraci­ón existentes lo tienen. Lo ideal sería llegar al 60%”, considera Roger Pallarols, director del Gremi de Restauraci­ó de Barcelona. El gremio lanzó en octubre del 2014 GuaiFi, un servicio destinado a los bares y restaurant­es que quieran ofrecer conexión a sus clientes. La iniciativa ha arrancado con retraso, pues hasta finales del año 2015 no se inició su comerciali­zación.

Hay negocios que apuestan decididame­nte por el consumidor que exige wifi y otros que lo consideran un escollo, no quieren que nadie monopolice durante buena parte del día una mesa a

“En Barcelona, un 35% del total de 10.000 establecim­ientos tiene wifi”

cambio de tomarse sólo un café. “Hay quienes vienen y se pasan ocho horas aquí; desayunan, comen y son respetuoso­s, pero hay otros que no, ocupan mesas grandes, enchufan todos sus aparatos...”, dice Lou Keohane, una de las propietari­as del Café Babelia, que recibe cada día perfiles de gente muy diferente gracias a su wifi.

“En el 2003 me fui a vivir a Berlín, una ciudad en la que, sobre todo en invierno, se valora muchísimo la luz. Allí me aficioné a traducir en las cafeterías, todas tienen grandes ventanales y son agradables. En casa me resultaba difícil delimitar horarios, la nevera era, y es, una tentación...”, explica Carles Andreu, de 39 años, mientras saborea un té en Sandwichez, uno de los cinco establecim­ientos de Barcelona que forman parte de su ruta habitual. Andreu ha trabajado en cafeterías de Berlín, Irlanda, California y, desde hace diez meses, de Barcelona, por lo que es una autoridad en el tema. “Lo más importante es la estética y sentirte bienvenido. Al principio en Barcelona notaba que si pasaba una hora en una mesa tomando sólo un té me miraban mal”, reflexiona. Ahora, cuenta que en sus locales preferidos lo acogen como en casa, los camareros son como de la familia, les enseña las fotos de su hija, todavía un bebé, los avisa cuando ve entrar a algún carterista...

“Cada día traduzco una media de ocho páginas; aquí mi productivi­dad es el doble que en casa. En estos momentos, estoy acabando una novela de un autor alemán, Ralf Rothmann, que tengo que entregar este febrero. Llevo 14 años como traductor y he aprendido que hay que ser superdisci­plinado”, añade Andreu. Cada mañana sale de su casa a bordo de un monopatín eléctrico con una mochila cargada con un iPad mini, una tableta Surface, un teclado con tres canales bluetooth y un cojín. Desde las 10.30 hasta las 14 horas se instala en un local y por la tarde, de siete a nueve, en otro. “Me gusta ir a sitios diferentes –añade–, normalment­e voy a cinco de tres cadenas, en estos locales veo cómo fluye la vida de la ciudad”.

Antoni Martí Monterde, profesor de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada de la Universita­t de Barcelona y autor de Poética del café (Anagrama), destaca que este tipo de local “es un espacio donde puedes ver pasar el tiempo o ser productivo; antes eran escritores y periodista­s los que trabajaban en los cafés, ahora confluyen todo tipo de profesione­s y no necesariam­ente relacionad­as con las Humanidade­s”. En cierta manera se ha pasado del café literario, donde papel, lápiz e inspiració­n eran las herramient­as necesarias para crear, al tecnológic­o, donde asoman en las mesas tabletas, smartphone­s, cables y toda suerte de artilugios. Del Café de Flore de Sartre y Simone de Beauvoir a las cadenas planetaria­s donde acuden jóvenes que alumbran start-up, periodista­s que escriben artículos o expertos en marketing on line, como Míriam Rucandio y Nina Tramullas, de 34 y 29 años. Cuando el tedio aflora en el despacho de casa, Tramullas y Rucandio se citan en cafeterías para cambiar de aires. Tramullas ultima su proyecto 0034 Código Expat, publicació­n web destinada a españoles que viven en el extranjero. “Estoy en una empresa de gestión de negocios y estrategia­s digitales que fo- menta que sus empleados trabajen desde donde quieran; yo misma este verano lo he hecho desde Menorca”, indica Rucandio.

El profesor Martí ha detectado que ha sido durante los últimos cinco años cuando ha habido un incremento de las personas que entran en una cafetería con un ordenador bajo el brazo. “La prime- ra vez que vi a alguien con un PC en un café fue hace diez años, en la Laie, y todo el mundo lo miraba con mala cara. En esa época yo me hubiera sentido mal abriendo el ordenador en un sitio así, ahora ya no”, subraya el profesor.

Para los más jóvenes acomodarse en un sofá de bares que copian el ambiente del salón de casa

y empezar a teclear es tan natural como el café de primera hora de la mañana. En Palo Alto, donde emprendedo­res de apenas 20 años se reúnen para protagoniz­ar tormentas de ideas y sellar alianzas, o en Barcelona, donde estudiante­s de bachillera­to o de la universida­d llenan locales como el café Liadísimo, especializ­ado como tanto otros en este tipo de cliente. La austriaca Cristina Ras, su propietari­a, destaca que ha adaptado el establecim­iento a las necesidade­s de este colectivo, con un ambiente familiar, un agradable jardín y poniendo mesas cerca de enchufes para facilitar la recarga de los aparatos.

“Cada mañana ves a muchos vecinos, la mayoría extranjero­s residentes en el barrio, que se congregan en la puerta del local con su ordenador o su teléfono para conectarse a internet”, comenta Carlos Preil, camarero de La Rouge, en la Rambla del Raval. Uno de sus clientes habituales es Melvin Dia, francés instalado desde hace años en Barcelona que busca las musas en los bares. “Paseo por la ciudad y si encuentro un sitio que me inspira y tiene wifi, entro y escribo”, relata Melvin.

Jagdish Tripathy, natural del estado de Orissa (India), vive en un piso de estudiante­s en la calle Lluís el Piadós, casi al lado del bar En Aparté. “Llevo seis años en Barcelona y ahora estoy acaban- do mi doctorado en Economía en la Universita­t Pompeu Fabra (UPF). Allí tengo un despacho, pero para cambiar de aires me gusta venir aquí dos o tres veces a la semana, también los sábados y domingos”, explica Tripathy la víspera de tomar un vuelo rumbo a Singapur para una entrevista de trabajo. Este joven indio subraya que su pareja y algunos de sus profesores de la UPF también trabajan de vez en cuando en este establecim­iento, donde nunca le han exigido que consuma más o menos para amortizar las horas que pasa ocupando una mesa. En las antípodas del recienteme­nte inaugurado Tactic Time Café, un local cerca de la Sagrada Família donde se paga por el tiempo que se está en su interior: seis céntimos el minuto.

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“Mi despacho”. Carles Andreu traduce a un autor alemán en Sandwichez; enfrente, la periodista Núria Jacas, que también suele trabajar en bares
 ??  ?? Un local muy frecuentad­o por estudiante­s y autónomos, En Aparté, en la calle Lluís el Piadós
Un local muy frecuentad­o por estudiante­s y autónomos, En Aparté, en la calle Lluís el Piadós
 ??  ?? Café, croissant e internet, el menú de los bares tecnológic­os
Café, croissant e internet, el menú de los bares tecnológic­os
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