Una progresión alarmante
La celebración del año nuevo chino no tuvo continuidad sobre el césped. No hubo fiesta, sino drama. Y sin el menor suspense –aunque sí mucha más sangre después–, porque en 7 minutos ya había terminado la función. Dos jugadas muy parecidas, con pases larguísimos y definición perfecta facilitada por una distancia suicida entre un portero muy retrasado y una defensa muy adelantada y sin la menor velocidad de reacción.
Lamentablemente, los hechos vinieron a dar la razón a los (pocos) que pensábamos que el Espanyol no se había dejado ir en el Bernabeu, sino que este equipo no da más de sí. Lo prueban las siete jornadas consecutivas sin ganar (nueve encuentros si se suma la Copa), producto de una combinación mortífera: no posee ni la indispensable seguridad atrás ni la deseable capacidad de crear situaciones favorables de remate. La primera tardó ayer 68 minutos en llegar. Todo lo demás fueron nervios, imprecisiones, descolocación, carreras sin sentido, balones regalados, faltas. Y malas caras. Eso viene siendo lo habitual, no la excepción. Y asusta pensar en la progresión de toda una vuelta liguera: en la primera ganó por 2-3 en Anoeta.
Es tan penosa la imagen global del equipo que el problema va mucho más allá de un par de nombres. Por desgracia, son bastantes más de dos los futbolistas que no dan el nivel exigible en Primera. Pero aun así sorprende el uso contradictorio que está haciendo Constantin Galca de los dos fichajes invernales. El de Arlauskis sólo ha servido, de momento, para decapitar a Pau López, sorprendentemente requerido ayer en el descanso. Total: los dos porteros sin confianza y con cabreo. Y Óscar Duarte, llamado a consolidar la defensa, fue suplente en Madrid y ayer ni apareció.