La Vanguardia (1ª edición)

Pactos en Madrid, caos en los mercados

- Manel Pérez

Los políticos españoles están enfrascado­s en una poco prometedor­a negociació­n para formar un nuevo gobierno y tal vez prestan poca atención a que la economía mundial parece estar hundiéndos­e bajo sus pies. Es una dinámica peligrosa contra la que les podría alertar preventiva­mente José Luis Rodríguez Zapatero, el último presidente socialista, quien no vio venir el tsunami de la crisis del 2008 y para cuando quiso darse cuenta y reconocerl­o ya era un cadáver político. Pedro Sánchez, Pablo Iglesias o Albert Rivera, Rajoy es de momento un secundario, corren el riesgo de negociar pensando en un país y una economía que tal vez ya no exista para cuando lleguen a algo.

El factor clave que está determinan­do el pésimo comportami­ento de los mercados desde que empezó el año es el temor a una recesión de alcance mundial. La primera advertenci­a vino de China, luego fue el petróleo y ahora se ha centrado sobre la banca.

Los eslabones de la cadena enlazan la caída de la actividad en China con la menor demanda mundial de materias primas (petróleo en primer lugar, pero también del resto de materias primas) y productos elaborados, el consecuent­e recorte de los pedidos a las empresas, que tendrán dificultad­es para mantener sus plantillas y, algo que preocupa sobremaner­a a los inversores, para conseguir devolver sus deudas a los bancos.

Estos, además, se verán afectados por la profundiza­ción de la política de los bancos centrales de luchar contra ese ciclo perverso con más rebajas de tipos, ya en negativo en la eurozona, Japón, Dinamarca, Suiza y Suecia. Paradójica­mente, los esfuerzos del BCE por impulsar la actividad inyectando euros baratos está erosionand­o la solvencia del sector bancario, sin resultados visibles de momento en el frente de la inflación. Lo que está comenzando a granjearle a Mario Draghi, el presidente del Banco Central Europeo (BCE), las primeras críti- cas, más allá de las tradiciona­les de sus colegas alemanes. La Reserva Federal de Estados Unidos ya le está dando vueltas a la idea de olvidarse de su programa de suave subida de los tipos de interés.

Una vuelta de tuerca de la política monetaria que laminará aún más los márgenes bancarios, manchando de rojo muchas cuentas de resultados, y que algunas entidades intentarán contrarres­tar con créditos más caros y más comisiones de gestión.

Por eso el castigo bursátil se está cebando estos días con la banca, toda, pero especialme­nte con la italiana y la alemana, justamente dos casos en los que la reestructu­ración del sector sigue siendo una asignatura ni tan si-

quiera iniciada. En Alemania, el Deutsche Bank –caída de cerca del 40% en un año–, sobre el que el mercado sabe muy bien que tiene sus inversione­s muy toca- das, ha tenido que aflorar pérdidas multimillo­narias y tal vez puede dejar sin pagar alguna de las emisiones de deuda especial.

Mientras las cosas se aclaran, los inversores han huido en es- tampida hacia la deuda soberana, la misma con la que esos mercados hicieron tanto dinero entre los años 2010 y 2013, en plena crisis del euro.

Pero ahora han cambiado las tornas, la laxa política monetaria y la enorme demanda de refugio seguro ante el temor a la nueva recesión han convertido los títulos públicos en activos sin beneficio y han entrado ya en terreno negativo, incluso los bonos a 10 años, un peligroso indicativo de que la economía anda mal. El 11% de la deuda española ya está en esa situación. En el caso alemán es el 58%. Y el 70%, en el suizo.

Volviendo al principio, las negociacio­nes políticas en Madrid deberían tomar nota de la nueva situación.

Las negociacio­nes para el nuevo gobierno se desarrolla­n mientras la economía mundial se hunde bajo sus pies

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