La Vanguardia (1ª edición)

“Si un hombre se pavonea, las mujeres cantan para hacerle callar”

Tengo 76 años y dos casas, una en el sur de Nueva Zelanda y otra en el norte, donde me ocupo de mis 28 hijos (jóvenes de la comunidad). El último: un japonés al que adopté tras Fukushima. Nada de lo que explico es personal, es ancestral. Soy monje budista

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Junco dicionales mi me pareja, sostiene. su apoyo incon

Es usted muy galante. No es galantería, la nación waitaha es una comunidad matriarcal. Mi hermana mayor es la líder.

¿Y qué significa eso? En nuestros parlamento­s las mujeres tienen el papel principal. Creemos que las mujeres tienen un mejor entendimie­nto de cómo defender y cuidar a sus hijos, a sus nietos, e incluso a nosotros, sus maridos. Cualquier decisión se debe tomar desde lo femenino y lo masculino.

Pero ustedes son fuertes y robustos. La fortaleza no está en los músculos. Hace muchos años los ingleses vinieron a nuestras tierras, todos eran hombres, y observamos que tenían el ego muy desarrolla­do.

Con ese ego los sometieron. El ego de un hombre se puede comprar. Nos sorprendie­ron con su manera de actuar, porque nosotros aprendemos la importanci­a del amor, la confianza y la verdad, que son principios femeninos.

¿A cuándo se remonta su comunidad? Unos 50.000 años de antigüedad. Hoy nos distribuim­os por toda Nueva Zelanda. Yo nací en una familia muy pobre, pero respetábam­os nuestra tierra y nuestros ríos, así que nunca pasamos hambre. Siempre cantábamos. No teníamos dinero, pero teníamos mucho amor.

¿Una comunidad agrícola? Sí, una familia extensa de tíos, primos y hermanos. Tengo siete hermanos y dos hermanas, y siempre me pregunto por qué Dios nos envió unas hermanas tan mandonas.

¿Y? Porque tenemos que escucharla­s. En mi comunidad, de niños nos enseñan que tenemos dos cosas esenciales: la vida y la muerte; y que todo lo que hagamos en nuestra vida nos tiene que

guiar a la aceptación de la muerte.

No es tarea fácil. En el año 1900 el gobierno nos prohibió transmitir nuestra cultura ancestral, pero mis abuelos se saltaron esa ley. En 1989 conseguimo­s que la derogaran; desde entonces he escrito dos libros y he cantado muchas canciones. Las llamamos las canciones de las abuelas, son los susurros de los waitaha: su energía nos permitió mantener la sabiduría a pesar de la ley.

¿Cómo se convirtió en chamán? Mi abuelo y todos mis antepasado­s lo han sido. A mí no me correspond­ía porque no soy el primogénit­o, pero la posición de las estrellas el día que nací indicó que yo era el elegido. Para com- probarlo debí superar la iniciación. Mi abuelo me untó con aceite, me llevó a una cueva, cavó un hoyo, me metió y me cubrió de tierra. Allí estuve tres días y tres noches.

¿En serio? Repetí la ceremonia a los 12 años y a los 33. La última vez fue la más dura, me sentí morir, y así aprendí a trabajar con las energías. Desde entonces cuido de mi comunidad.

¿En qué cree usted? Todo lo que existe en la vida se tiene que celebrar, incluida la muerte. Tenemos un maravillos­o tiempo, disfrutémo­slo, y preparémon­os para aceptar todo lo que nos sucede. Es sencillo.

No tanto. Quienes tenemos el don de sanar, sanemos; y los que tienen el don de enseñar, que enseñen. No necesitamo­s un certificad­o para ello. Enseñamos a nuestra gente a realizar viajes astrales, a mover sus energías, las aguas internas; un poder que todavía hoy asustaría a los blancos.

¿Han hecho buen uso de ese poder? Hemos participad­o en las guerras de los europeos, y ese es un mal uso.

Entre los maoríes también peleaban. Los waitaha abandonamo­s la lucha porque creemos que todo lo que respira, yace y hace su nido, que ocupa un espacio, se tiene que cuidar.

Los maoríes son famosos por guerreros. Nuestra historia la escribiero­n los conquistad­ores, que no nos veían como seres humanos. La realidad es que los ingleses llegaban medio muertos tras el largo viaje y mi gente los salvó.

¿En qué consiste ser un chamán waitaha? En estar al servicio, pero las personas más sabias de la comunidad son las mujeres.

¿Qué es lo más esencial que ha aprendido? No escuchéis a vuestros hermanos, escuchad cuidadosam­ente a vuestras mujeres porque el mundo se está volviendo loco y la solución es muy sencilla.

… En nuestra comunidad, si un hombre se comporta como un pavo real y hace un discurso ególatra, sus hermanas cantan suavemente para hacerle callar. No importa que su papel sea muy destacado, cantan para protegerle.

¿De sí mismo? Sí, las mujeres nos protegen de nuestra propia estupidez, de nuestra carencia de sabiduría. En la mayoría de las sociedades se enseña a los niños desde que nacen a alimentar su ego: defenderse, destacar, ser líderes..., pero eso no es un conocimien­to acertado, de ahí el sufrimient­o.

¿Y cómo lo hacen ustedes? Todos llevamos dentro un animal feroz que crece con cada enfado, desaire, cada tropiezo mal digerido. Nosotros no lo alimentamo­s.

Tienen mucho que enseñarnos. No hay nación mejor que otra, todos tenemos la misma memoria, pero muchas naciones llevan tanto tiempo bajo el dominio de dogmas religiosos que han olvidado lo que significa ser libres. Sin embargo, algún día todos recordarem­os y cuidaremos de la libertad de todo.

IMA SANCHÍS

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JORDI ROVIRALTA
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IMA SANCHÍS
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VÍCTOR-M. AMELA IMA SANCHÍS LLUÍS AMIGUET

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