La Vanguardia (1ª edición)

No vale cualquier cambio

- Alfredo Pastor A. PASTOR, cátedra Iese-Banc Sabadell de Economías Emergentes

No basta con cambiar para mejorar. Dicen que una parte de nuestra clase media está dispuesta a votar al Partido del Cambio y sus satélites, y confieso que me cuesta entenderlo –a menos que se trate de un voto de castigo que a estas alturas sería irresponsa­ble– porque no tengo la impresión de que Podemos vaya a centrarse en remediar las desgracias de nuestras clases medias.

¿Tienen estas motivos para estar descontent­as? Desde luego. A unos les ha dado de lleno la crisis con su saco de desgracias, que no merece la pena detallar; algunos han vuelto a la pobreza que creían haber dejado atrás para siempre, y esa vuelta ha estado jalonada de amarguras: la pérdida del empleo, de la vivienda, la deuda. Otros, que pensaban haber emprendido el ascenso hacia los pisos superiores de la pirámide, han visto su sueño bruscament­e deshecho. Todos hemos perdido la esperanza de una cierta seguridad para nuestro futuro y el de las generacion­es siguientes, y alguno puede pensar que de la desolación presente no surgirá nada mejor. Pero ¿podemos achacar esa triste situación a la actuación de nuestros gobiernos de ambos signos, a nuestra clase política, a la “casta”? Sólo en parte, y creo que un poco de perspectiv­a mostrará que sólo en una pequeña parte.

La clase media española –y la de países como Francia, Alemania o Estados Unidos– es la gran perdedora del periodo 1988-2008, el que el economista Branko Milanovic ha llamado de “la gran globalizac­ión”: el crecimient­o de su renta durante esos años ha sido nulo, mientras sus vecinos por la izquierda, las clases medias asiáticas, han visto crecer la suya un 80% y el 1% más rico del mundo, un 60%. Ningún tramo de la distribuci­ón mundial de la renta ha experiment­ado un crecimient­o tan bajo. Resulta así que nuestras clases medias son víctimas sobre todo de un cambio global que no entendemos muy bien pero de cuya fuerza no cabe dudar, y sobre el que no tenemos ningún control. No somos una roca o una isla, sino lo que un cursi llamaría un frágil esquife arrastrado por la corriente. Siendo esto así, las buenas propuestas de cambio han de tener en cuenta, no sólo el estado de la embarcació­n, sino también la dirección de la corriente. En mi opinión, las propuestas de Podemos son discutible­s por lo que se refiere a lo primero, lo que está en nuestra mano arreglar, y no tienen en cuenta lo segundo, hacia dónde van unas aguas soineptos

Si Podemos quiere seducir a las clases medias, debe ofrecerles medidas para sacarlas del paro, no para aliviar su pobreza

bre las que no tenemos control.

Leyendo las propuestas de Podemos piensa uno que los árboles no les dejan ver el bosque. Es cierto que vivimos todavía bajo los efectos del desastroso final de la burbuja y consternad­os por el sufrimient­o de tantos, a lo que Podemos hace bien en conceder tanta atención. Pero no todo en el país son males, porque una buena parte de nuestra economía se ha comportado bien, nuestra sociedad también. Y los males no se deben sólo al comportami­ento de y corruptos, que bastaría con desplazar de los lugares que ocupan para que todo fuera bien. En pocas palabras: ni están las cosas tan mal, ni las que lo están se arreglan tan fácilmente.

Se va abriendo camino la idea, desarrolla­da por Miquel Puig en La gran estafa, de que nuestro gran problema es doble: paro alto y salarios bajos. Las propuestas de Podemos sobre este gran problema son inadecuada­s. La elevación del salario mínimo que propone merece ser debatida, aunque ya no es muy original; pero si Podemos quiere seducir a las clases medias, debe ofrecerles medidas para sacarlas del paro, no para aliviar su pobreza. Y no propone ninguna, porque fiar a la creación de una banca pública la recuperaci­ón de nuestra economía y la revitaliza­ción de nuestro tejido productivo (propuesta 11) es una idea de otro tiempo, fruto de una nostalgia impropia de la edad de los dirigentes del partido. Irnos pareciendo a los países que gustan a nuestras clases medias exigirá el esfuerzo de todos durante una generación, sin más medicament­os que la inteligenc­ia y la perseveran­cia. En dos aspectos centrales de sus propuestas echa uno de ver que Podemos quiere nadar contra la corriente: la austeridad (propuesta 8) y la reforma laboral (11). La austeridad nos la imponen nuestros acreedores; vamos a tener que soportarla mientras los necesitemo­s, y las contorsion­es de algunos políticos no ayudan a inspirar confianza. En las propuestas sobre la reforma laboral se habla demasiado de recuperar unos derechos que pertenecen a la economía del pasado: nos guste o no, hay que ir cambiando el derecho al puesto por el derecho al trabajo, y eso requiere una metamorfos­is de nuestra formación (sin perder el tiempo en derogar la ley Wert) y de nuestros servicios de colocación. Llevará tiempo, pero hacia ahí hay que ir. La reforma del 2012 será insuficien­te, pero va bien encaminada.

En resumen: desde el punto de vista de lo que puede interesar a la clase media veo desacierto­s en lo nuevo de las propuestas y ninguna novedad en lo que estas tienen de acertado.

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PERICO PASTOR

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