Convergència
Aunque estamos entretenidos con los enredos políticos, sea el jeroglífico español, que aguantará el aliento hasta el último minuto, o sean los presupuestos frustrados de Barcelona, lo más importante que está pasando en Catalunya se sitúa fuera de parlamentos y gobiernos. Con todo un paréntesis: entrañable la coherencia de Colau, capaz de querer acordar presupuestos incluso con Ciudadanos, no fuera que peligrara la silla. De la CUP a Ciudadanos, pasando por ERC, PSC y olé: los caminos inescrutables del poder…
Decía, sin embargo, que lo más importante de la política está pasando fuera de la púrpura investida, allí donde habita la gente real. La reinvención de Convergència, por lo que tiene de redefinición de todo el espacio central del soberanismo, es la transformación política más importante de los últimos tiempos, y su resultado incidirá de manera directa en el éxito del proceso. No hay camino hacia la independencia sin tener bien trabada la centralidad catalana, y este papel le toca al nuevo partido que salga de estos intensos meses de debate interno. En este sentido, tres evidencias no siempre recordadas: la primera, que CDC ha mantenido la catalanidad soberanista durante décadas en todo el territorio,
El traspaso convergente, del soberanismo al independentismo, reventó las costuras del proceso
especialmente cuando las otras opciones eran débiles. La segunda, que ha sido el traspaso de la masa convergente del soberanismo al independentismo lo que ha reventado las costuras del proceso. No olvidemos que sin los votantes que abandonaron el peix al cove y asumieron la necesidad del Estado propio, no habría existido el milagro electoral. Dicho de forma gráfica, el elemento más revolucionario del proceso ha sido la corbata. Y, finalmente, sin un liderazgo como el de Mas, que otorgó seriedad al proceso y confianza a las clases medias, nada habría sido posible.
Todo eso ya ha pasado y los retos que ahora tiene que superar el nuevo partido son importantes. De entrada, debe definir el doble liderazgo de Mas y Puigdemont, ambos de enorme importancia. En este sentido, el paralelismo del tándem Salmond/Sturgeon parece el más adecuado, pero hay que hacerlo bien para evitar equívocos. Al tiempo, tendrá que superar el complejo de culpa que el mundo convergente acarrea a causa de los cadáveres del pujolismo y que le impide mostrar el orgullo de marca. Cabe imaginar que el movimiento que surja de todo este debate superará ese deplorable estadio. Y finalmente, el nuevo partido tiene que ser un instrumento moderno que se aleje de las estructuras apolilladas de la mayoría de partidos y se acerque a planteamientos como los anglosajones, nada atemorizados de las servidumbres de la democracia interna. CDC tiene una oportunidad de oro para renacer como una opción de futuro, abandonadas las cenizas del pasado. Y del éxito o el fracaso de la operación dependerá el éxito o el fracaso del proceso.
Es un tema convergente, pero nos atañe a todos.