El arte de medrar
Caía la tarde y sin embargo llovía. La meteorología es implacable en el cumplimiento de sus deberes en fechas señaladas como la feria de libro y la taurina de San Isidro, siempre pasadas por agua. A cubierto de esas inclemencias en un aula de la Universidad Complutense, el profesor Pablo Manuel Iglesias, líder de Podemos, oficiaba la presentación del libro En defensa del populismo, escrito por su colega Carlos Fernández Liria. La lluvia que barría las calles operaba como el más eficaz catalizador para empujar lectores a las bibliotecas, visitantes a los museos, espectadores a los teatros, alumnos a las aulas y público franco de servicio a convocatorias editoriales.
Excelente ocasión para un ejercicio académico de muy diferente factura al de una rueda de prensa. Pero la presencia de los periodistas, sus ojos, sus oídos y las cámaras y grabadoras alteraban el acontecimiento porque nada permanece igual a sí mismo después de haber sido difundido como noticia. El primer error de Pablo Manuel fue mencionar a un periodista y asignarle aspecto de epistemólogo, sin precisar cuál. De alguien puede decirse que tiene aspecto de sacerdote, de militar, de médico, de profesor, de cocinero, pero el aspecto de epistemólogo, es decir, de persona imbuida de la doctrina de los fundamentos y métodos del conocimiento científico, es transversal y podría convenir a cualquiera. Esa asignación, cuyo significado muchos de los apiñados ignoraban, lleva adosada una carga negativa, la misma que haría llorar a un niño si le predijeran que de mayor sería otorrinolaringólogo.
Pablo Manuel redujo el arte de medrar de un periodista a su capacidad de aportar noticias de portada . Estableció así que el éxito se aseguraba sumando denuestos a Podemos, en sintonía con la posición editorial del periódico. Sucede que si el alineamiento del medio es a favor, el premio se logra prodigándole elogios. Pablo Manuel debería saber que la noticiabilidad de un hecho es directamente proporcional a su rareza. Escribió Maurice Joly en El arte de medrar, manual del trepador: “Nace un hombre que tal vez se hubiera muerto de hambre en todos los oficios que exigen conocimientos y aplicación; se examina a sí mismo por todos lados y cree que no sirve para nada. Un día, por casualidad, toma una pluma, escribe y nota que le resulta tan fácil como ir al retrete”. Del corporativismo de los periodistas ya hablaremos.