La Vanguardia (1ª edición)

Contratos rotos

- Jordi Amat

Tras la conversaci­ón entre Obama y Zapatero, la Casa Blanca difundió un comunicado resumiendo la charla. 11 de mayo del 2010. Obama se interesó por la salud del rey Juan Carlos, dijo la Moncloa, pero en la West Wing, que son educados, no están para subterfugi­os. Lo central era el plan de reducción del gasto que el presidente español presentarí­a en las Cortes al día siguiente. Condiciona­da del todo por una crisis de alcance global, la apuesta económica de la administra­ción socialista, tras meses de negacionis­mo, se iba a alterar de arriba abajo: el Estado de bienestar, tal como se había consolidad­o, entraba en la unidad de cuidados intensivos, de modo que la ciudadanía asumió que el Estado incumplía el contrato social sobre el cual se han desarrolla­do las democracia­s avanzadas desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Dicho incumplimi­ento, que ha supuesto la pérdida de calidad de vida de miles de familias, forzaba a una revisión crítica del sistema.

Pero durante aquellas semanas no se quebró sólo uno de los contratos que durante dos décadas habían permitido el funcionami­ento del sistema. Al cabo de un mes y medio, el Tribunal Constituci­onal daba a conocer la sentencia sobre el Estatut d’Autonomia que los ciudadanos de Catalunya habían refrendado en el 2006. Habían pasado casi cuatro años desde el instante en el que el PP registró su recurso de anticonsti­tucionalid­ad. Aquel día los diputados Trillo y Sáenz de Santamaría pidieron que su recurso fuera tramitado con urgencia. Pero prisa, aquello que entendemos por prisa, no parece que los magistrado­s del TC la sintieran en exceso. Porque la sentencia, al fin, se hizo pública el 28 de junio del 2010. Se fosilizaba así un marco de relación que convertía en papel mojado el contrato territoria­l firmado durante la transición (un contrato que tenía la ambigüedad como cláusula secreta).

Si se pretendió inocular un virus, el hacker no pudo ser más astuto. Difícilmen­te el sistema podría aguantar dos ataques que confluyero­n en el mismo momento. El problema es que, mientras el sistema se ha ido corroyendo, no se han consensuad­o nuevos contratos. En junio, pues, habrá que exigirlos de nuevo.

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