La Vanguardia (1ª edición)

El campanario de Sau

- Toni Coromina

Estos últimos años el campanario de Sant Romà de Sau se ha convertido en un icono y un indicador del volumen de agua almacenada en nuestros pantanos. Tras la larga sequía invernal, la imagen del campanario entero emergiendo sobre las aguas dejaba claro que las reservas para abastecer el área metropolit­ana se acercaban a mínimos preocupant­es. Hasta que las lluvias de marzo y principios de abril cubrieron la mitad de la torre románica.

Hace un año, con motivo del 50.º aniversari­o de la construcci­ón del embalse de Sau –inaugurado dos veces en 1963 y en 1965–, se publicó el libro Història de la construcci­ó del pantà de Sau, escrito para Joan Lagunas, una extenso volumen de 600 páginas, imprescind­ible para conocer una de las actuacione­s más simbólicas y faraónicas del régimen franquista en Catalunya. Se trata de un documentad­o trabajo que combina los datos técnicos de la obra arquitectó­nica e industrial, con la crónica del impacto que la inundación y la destrucció­n de casas, cultivos, caminos, fábricas y edificios hizo recaer sobre una población indefensa en plena dictadura.

Más allá de la exposición detallada de los proyectos de los ingenieros (incluidos los que se realizaron durante la República), el libro contiene muchas anécdotas, vivencias y el testimonio de diferentes

La torre románica es mucho más que un indicador de las reservas de agua

personas vinculadas a la construcci­ón del pantano y a la vida de la gente de la Vall de Sau. Para Lagunas, la historia de Sau es la “de un valle perdido en las hondonadas de las Guilleries, al que al principio del siglo XX no se podía acceder ni en carros; sólo se llegaba a través de caminos de basto, o directamen­te a pie”.

La construcci­ón del pantano provocó un descalabro importante –industrial, poblaciona­l y económico– que supuso el cierre por inundación de dos de las colonias textiles más importante­s de la comarca, situadas en Les Masies de Roda, y que dejó sin trabajo y sin casa a cerca de 500 personas. En este contexto, el pueblecito de Sant Romà y todo el valle quedaron sumergidos bajo el agua.

En un apartado, el autor explica la construcci­ón del nuevo poblado de Sant Romà, conformado por casas y chalets, que entonces se levantó para alojar a los ingenieros y directivos ligados a las obras del embalse. En el mismo lugar se construyó un cementerio, una iglesia, una rectoría, un cuartel de la Guardia Civil y una escuela, donde iban los hijos de los directivos y una mínima parte de los hijos de los obreros que levantaron el dique. Este poblado, sin embargo, nunca acogió a los trabajador­es, que fueron instalados con sus familias en barracas de estilo militar situadas en la explanada de Can Morilla. Durante todo el proceso de las obras, la población de las barracas osciló entre las 150 y las 600 almas. El campanario de Sau es mucho más que un indicador de las reservas de agua de nuestros pantanos.

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