La Vanguardia (1ª edición)

Tetas caídas

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Durante la campaña promociona­l, Maisie Williams, que interpreta a Arya, bromeó que la sintonía de Juego de tronos podría tener letra y que esta sería una repetición de las palabras “muerte y tetas”. Era el chiste fácil para una serie que obtiene críticas y vítores precisamen­te por estos dos mismos elementos: los detractore­s opinan que D.B. Weiss y David Benioff se exceden en el tratamient­o de la violencia y el sexo, y los seguidores valoran la valentía de escribir un drama adulto sin censuras creativas, que se salga del molde de la corrección política que impera en la televisión americana. Y sí, efectivame­nte el estreno de la sexta temporada incluyó muertes y tetas... ¿pero de verdad alguien esperaba encontrars­e con dos pechos tan caídos?

Cuando Melisandre se quitó el collar y abandonó las curvas de Carice van Houten para mostrar las de una anciana, Juego de

tronos brilló. Sorprendía un giro de guión tan visual, la constataci­ón de que la bruja del difunto Stannis Baratheon era mayor de lo que insinuaba su físico, pero esos pechos caídos también eran las virtudes de la serie. Eran la representa­ción del estado de ánimo de una mujer que, como otras ancianas, está confundida y cansada por unos tiempos (y unas llamas) que no entiende tan bien como creía. Esa falta de pudor de la cámara, obsesionad­a por remarcar su vulnerabil­idad, definió mejor el conflicto de un personaje hasta ese momento irrompible. El desnudo benefició a la historia porque no sólo de

sexploitat­ion vive Juego de tronos. Que las tetas no impidan ver el bosque.

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Pere Solà

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