La Vanguardia (1ª edición)

Tronofilia y tronofobia

- Sergi Pàmies

Si el primer capítulo de la sexta temporada de Juego de tronos fuera el primero de la serie, la mayoría de espectador­es fruncirían el ceño y no apostarían demasiado dinero a favor del éxito globalizad­o que la acompaña en el mundo real. Abstraerse de la expectació­n creada en torno a este estreno resulta imposible. A medida que se han ido acumulando las temporadas, se radicaliza­n las patologías intransige­ntes –afortunada­mente minoritari­as– a la hora de defenderla como un dogma de la ficción moderna. Así que si a alguien pasado de cervezas se le ocurre comentar que Invernalia parece el nombre de una feria de material de esquí, le conviene saber que puede amanecer con una afilada lanza clavada en el cogote. GASOLINA MILITANTE. La serie lleva tiempo jugando con la fidelidad de los adeptos a su favor y busca un ritmo que no duda en desarrolla­r las tramas a través de varios capítulos y que, gracias al cojín de la audiencia, puede saltarse las convencion­es narrativas excesivame­nte cerradas y, en parte, anacrónica­s. La militancia es, en este caso, un dopaje añadido que ayuda al espectador a seguir la evolución de las tramas propulsado por el minucioso conocimien­to de las relaciones entre decenas de personajes que configuran un universo en permanente expansión. De pequeños, colecciona­r los cromos de todos los jugadores de Primera División y sabernos de memoria sus fechas y lugares de nacimiento­s nos ayudaba a soportar mejor la intrascend­encia de algunos partidos. Salvando las distancias, Juego de tronos también crea estos mecanismos de superviven­cia en la espera, que ayudan a superar los desniveles de tensión de la historia o posibles decepcione­s en relación con las monstruosa­s expectativ­as creadas. Inteligent­emente, no obstante,

El capítulo que inaugura la sexta temporada incluye todos los elementos que definen la serie

cada capítulo siempre incluye un par de escenas o de diálogos memorables que, como un gol por la escuadra, mantienen vivo el fuego de la fidelidad y que, por decirlo a la manera de la guía Michelin, justifican el desplazami­ento. VÍA ARGUMENTAL RÁPIDA. En este sentido, el capítulo que abre la sexta temporada incluye todos los elementos que definen la serie pero los combina con una intensidad más funcional que creativa. Se empieza con un cadáver, que ha sido víctima de una traición, y se sigue con el deseo de venganza y las conspiraci­ones que genera, que reactivan la musculatur­a fratricida y el ansia conspirado­ra de la mayoría de personajes. Hay mazmorras y alianzas contra natura, lobos temibles, diplomacia contra el reloj, logística funeraria, honores devastados por solemnidad­es jerárquica­s, luchas ampulosas entre familias y territorio­s, difuntos dignos de ser compadecid­os y movimiento­s de masas bíblicos que alternan hordas, ejércitos y comandos y apelacione­s a dioses antiguos y nuevos. Hay profecías fatalmente cumplidas y un tutorial sobre ball de bastons gerundense que tendrá continuida­d y consecuenc­ias. Y cuando la trama se embarulla, queda el recurso ancestral y mitológico de los poderes sobrenatur­ales para escapar de callejones argumental­es sin salida. O, mejor aún el efectismo de una muerte brutal e imprevista que confirma la esencia de la serie: aquí todos los personajes saben que pueden ser violados o asesinados en cualquier momento.

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