Tronofilia y tronofobia
Si el primer capítulo de la sexta temporada de Juego de tronos fuera el primero de la serie, la mayoría de espectadores fruncirían el ceño y no apostarían demasiado dinero a favor del éxito globalizado que la acompaña en el mundo real. Abstraerse de la expectación creada en torno a este estreno resulta imposible. A medida que se han ido acumulando las temporadas, se radicalizan las patologías intransigentes –afortunadamente minoritarias– a la hora de defenderla como un dogma de la ficción moderna. Así que si a alguien pasado de cervezas se le ocurre comentar que Invernalia parece el nombre de una feria de material de esquí, le conviene saber que puede amanecer con una afilada lanza clavada en el cogote. GASOLINA MILITANTE. La serie lleva tiempo jugando con la fidelidad de los adeptos a su favor y busca un ritmo que no duda en desarrollar las tramas a través de varios capítulos y que, gracias al cojín de la audiencia, puede saltarse las convenciones narrativas excesivamente cerradas y, en parte, anacrónicas. La militancia es, en este caso, un dopaje añadido que ayuda al espectador a seguir la evolución de las tramas propulsado por el minucioso conocimiento de las relaciones entre decenas de personajes que configuran un universo en permanente expansión. De pequeños, coleccionar los cromos de todos los jugadores de Primera División y sabernos de memoria sus fechas y lugares de nacimientos nos ayudaba a soportar mejor la intrascendencia de algunos partidos. Salvando las distancias, Juego de tronos también crea estos mecanismos de supervivencia en la espera, que ayudan a superar los desniveles de tensión de la historia o posibles decepciones en relación con las monstruosas expectativas creadas. Inteligentemente, no obstante,
El capítulo que inaugura la sexta temporada incluye todos los elementos que definen la serie
cada capítulo siempre incluye un par de escenas o de diálogos memorables que, como un gol por la escuadra, mantienen vivo el fuego de la fidelidad y que, por decirlo a la manera de la guía Michelin, justifican el desplazamiento. VÍA ARGUMENTAL RÁPIDA. En este sentido, el capítulo que abre la sexta temporada incluye todos los elementos que definen la serie pero los combina con una intensidad más funcional que creativa. Se empieza con un cadáver, que ha sido víctima de una traición, y se sigue con el deseo de venganza y las conspiraciones que genera, que reactivan la musculatura fratricida y el ansia conspiradora de la mayoría de personajes. Hay mazmorras y alianzas contra natura, lobos temibles, diplomacia contra el reloj, logística funeraria, honores devastados por solemnidades jerárquicas, luchas ampulosas entre familias y territorios, difuntos dignos de ser compadecidos y movimientos de masas bíblicos que alternan hordas, ejércitos y comandos y apelaciones a dioses antiguos y nuevos. Hay profecías fatalmente cumplidas y un tutorial sobre ball de bastons gerundense que tendrá continuidad y consecuencias. Y cuando la trama se embarulla, queda el recurso ancestral y mitológico de los poderes sobrenaturales para escapar de callejones argumentales sin salida. O, mejor aún el efectismo de una muerte brutal e imprevista que confirma la esencia de la serie: aquí todos los personajes saben que pueden ser violados o asesinados en cualquier momento.