La Vanguardia (1ª edición)

El mar hiperreali­sta

- JOSEP PLAYÀ MASET

LJOAN PADERN (1924-2016)

Pintor as barcas junto a la playa, el mar apacible, unas rocas agujereada­s por el agua y el viento, el cielo azul intenso... pocos pintores han reflejado con tanta naturalida­d el paisaje de la Costa Brava como Joan Padern. Juanito, como lo conocíamos, nos dejó el pasado viernes, tan discreta y afablement­e como lo fue toda su trayectori­a vital, pero su legado es el retrato hiperreali­sta de unos paisajes que en buena parte ya no existen.

Joan Padern i Faig había nacido en Colera (Alt Empordà), donde tuvo la suerte de tener un maestro como Vicenç Cucala, que bien pequeño ya lo estimuló en el dibujo. A los 16 años su familia se traslada a Blanes y empieza a trabajar en una oficina de la Safa. Pero al volver del servicio militar decide dedicarse en exclusiva al arte y se va un tiempo a Barcelona para recibir clases de Francesc de A. Gali. Debuta en 1949 con dos exposicion­es en la sala municipal de Girona y en Vinçon de Barcelona y pronto sus pinturas llenarán también las paredes de la Fonda del Centro creada por su familia en Blanes. Su inquietud lo lleva a intentar hacer las Américas un año después. Ya en Buenos Aires se casa con Isabel Hostench, de Blanes, y juntos viven uno años intensos en Argentina, con viajes por todo el continente, con exposicion­es en Buenos Aires, Panamá, São Paulo y Caracas. Trabaja en el sector publicitar­io y frecuenta una tertulia donde se reúnen entre otros el escritor Ramón Gómez de la Serna y el pintor, también catalán, Joan Batlle. Retorna al cabo de diez años y da el paso de la acuarela al óleo, a la vez que se adentra en la abstracció­n. Pero no le dura mucho. Vuelve a la figuración, con un cierto componente naïf, y se acerca también al pop arte con un realismo ecológico pionero. Pero él se siente más cómodo en los paisajes, de marinas, de barcas varadas en la arena, de fachadas de piedra vista, de interiores de casas de payés.

La consagraci­ón le llega en 1979 con una exposición en Dau al Set, en Barcelona. Rafael Santos Torroella, uno de sus grandes defensores, decía que una de las mejores definicion­es que se podían hacer de sus pinturas era calificarl­as de verdaderos “paderns”.

A partir de 1993 vuelve a un paisajismo geométrico, más abstracto, que coincide con su retorno a Colera, donde vivirá también parte del año, y con el Art Park, un pequeño parque de esculturas al lado de la estación y la carretera que lleva a Portbou.

Hoy se puede repetir aquella “variante de un ready made sobre una pintura de Joan Padern”, que le dedicó Joan Perucho: “La vida continúa como una absurda maravilla / como esta flor devoradora de insectos. / El sol luce porfidiosa­mente, como una lágrima”.

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