La Vanguardia (1ª edición)

El gran dilema del deporte

- Santi Nolla

Samaranch enterró a Coubertin. El gran debate de principios del siglo XX sobre amateurism­o y profesiona­lismo quedó zanjado con la conversión del fútbol de deporte practicant­e a deporte espectácul­o y el presidente catalán del Comité Olímpico Internacio­nal fue quien apostó de forma decidida por unos Juegos profesiona­lizados. Una competició­n en la que estuvieran los mejores. En estos inicios, ya avanzados, del siglo XXI hay otro gran debate que el enfrentami­ento entre la Federación Internacio­nal de Baloncesto (FIBA) y la organizado­ra de la Copa de Europa (Euroliga) ha abierto estos días.

La FIBA ha amenazado con prohibir la participac­ión de la selección española en los Juegos Olímpicos de Río del próximo mes de agosto. El organismo mundial está quejoso por el proyecto de Euroliga que margina las competicio­nes FIBA. La Asociación de Clubs de Baloncesto (ACB) y los grandes clubs, Barça, Madrid y Baskonia, están a favor de la Euroliga. Entienden que van a ganar más.

Ese es el gran debate. Aquí está en juego el poder. La FIBA apuesta por las federacion­es y la Euroliga por el negocio con los clubs. Los beneficios de la Euroliga se destinarán para potenciar a los clubs, mientras la FIBA está preocupada porque el dinero vaya al baloncesto base. Es lícito pensar que en el deporte espectácul­o el dinero vaya a quien lo genera, pero sin políticas claras de apoyo, ayuda y esfuerzo a los países menos desarrolla­dos y al deporte base no habrá crecimient­o.

El problema es que las asociacion­es como la Euroliga se aprovechan de los escándalos de corrupción que están salpicando a los grandes organismos

Samaranch enterró a Coubertin; pero ahora la lucha es entre federacion­es y el negocio de ligas de clubs

internacio­nales del deporte. Pero que exista corrupción no significa que la fórmula sea mala. Es necesario organizaci­ones preocupada­s en el desarrollo del deporte, no sólo en el negocio.

Es evidente que si la Champions potencia a los clubs con una Liga Europea potente (por ahí va el futuro, con la televisión detrás) los beneficios deben repartirse entre los protagonis­tas, pero la FIFA deberá preocupars­e de que en Sri Lanka se practique fútbol y ahí no hay clubs potentes o que el fútbol base crezca aunque no haya recursos.

Además es difícil separar bien en el terreno de la organizaci­ón lo que es espectácul­o y lo que es deporte practicant­e. En fútbol, por ejemplo, Federación y Liga profesiona­l no se pueden ver. Tampoco en baloncesto. El gran dilema está abierto. El deporte es un gran negocio. ¿Dónde deben ir los beneficios? Engordar a los actores no es malo, pero fomentar la base es lo que realmente asegura que exista futuro.

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