Míster Fenomenal
Todo en Roberto Martínez es alegre y positivo (su lenguaje, su modo de ser, el fútbol que predica), excepto los resultados; tras tres años en Goodison Park, la hinchada pide ahora un cambio
Roberto Martínez es un tipo tan optimista y positivo que un colega de los banquillos de la Premier le ha pedido públicamente que por favor sea el encargado de hablar en su funeral cuando llegue el día, “porque seguro que encuentra la manera de presentar mi muerte como algo fantástico, un simple contratiempo que con toda seguridad lograré superar”. Ojalá los aficionados de Goodison Park vieran las cosas igual...
La palabra más utilizada por el técnico del Everton es “fenomenal”, seguida de “fantástico”. Las hipérboles no le asustan, hasta el punto de pecar a veces de exageración (y eso que no es andaluz, perdón por el tópico, sino nativo de Balaguer, provincia de Lleida). A sus jugadores los pone siempre por las nubes, y en una ocasión dijo que Gareth Barry “es uno de los mejores futbolistas que ha dado Inglaterra”. Al centrocampista Ross Barkley lo compara favorablemente con Gascoigne y Ballack.
Todo eso está muy bien cuando las cosas van sobre ruedas, como en la primera de sus tres temporadas en el club, que acabó quinto con 72 puntos y se quedó a las puertas mismas de la Champions. Pero desde entonces todo ha ido en picado para el Everton, undécimo la campaña pasada y ahora también de la mitad de la tabla para abajo. Y a la parroquia de Goodison Park ha dejado de hacerle maldita gracia tanto positivismo cuando a su juicio hay más razones para estar de luto que de parranda.
Míster Fenomenal está en horas bajas, tan bajas que es silbado con regularidad por los seguidores, en el estadio aparecen desde hace semanas pancartas de Roberto Out, y los analistas de la prensa británica –que lo han tratado con guante blanco por su elegancia como persona y el fútbol de ataque que practica– pronostican que su época en el Everton ha tocado a su fin. Hay rumores de que David Moyes, que tras su salida del club fracasó estrepitosamente en Old Trafford y pasó sin pena ni gloria por Anoeta, se halla en avanzados contactos con la directiva para negociar su retorno.
La hinchada le ha cogido inquina a Martínez porque el equipo sólo ha ganado cuatro partidos en casa, el peor récord de su historia. Porque por muy vistoso que sea su fútbol –dicen–, carece de los mimbres para jugar como el Barça. Porque nunca hay plan B. Porque la defensa es un coladero a pesar de que John Stones es uno de los zagueros más cotizados de Euro- pa. En el Camp Nou haría gracia de no ser por su precio de más de 60 millones de euros, Guardiola lo quiere para el City, y Mou intentó comprarlo cuatro veces. Porque Barkley ha ido hacia atrás como los cangrejos. Porque Lukaku es brillante pero irregular, lo mismo que Deulofeu.
La humillante derrota por 4-0 en Anfield en el derbi contra el Liverpool puso a Roberto contra las cuerdas, y la debacle en la semifinal copera frente al Manchester United le ha dado la puntilla. Con nueve ligas en su haber –más que cualquier otro club después de Man U, los reds y el Arsenal–, el Everton es un equipo ambicioso, con una de las plantillas más jóvenes y prometedoras de la Premier, que aspira a competir por el título y mira con envidia los logros del Leicester y el Tottenham. Y más ahora que un millonario de origen iraní ha comprado el 49,5% de las acciones. La tradición y la continuidad son importantes en Goodison, hasta el punto de que los propietarios rechazaron hace poco la oferta de un nuevo patrocinador que les habría dado más dinero, porque la cerveza tailandesa Chang lleva ya doce años en la camiseta, han cogido cariño a sus dueños, y para qué cambiar. Pero no está claro que ese sentido de la lealtad vaya a hacerse extensivo a Martínez.
Al técnico catalán se le critica que no cuida la defensa y carece de un plan B cuando falla su fútbol de toque