La Vanguardia (1ª edición)

Bienvenido­s a la era de la libertad limitada

Defensores del Pueblo alertan de la pérdida de libertades con la excusa de más seguridad

- JAVIER RICOU Barcelona

Esta es la era de la sospecha. Un mundo en el que ya no se penaliza únicamente el acto delictivo. Una actitud, una postura, una conducta o una tendencia religiosa bastan hoy para ordenar un registro en un domicilio particular, practicar un arresto o para montar una batida de identifica­ciones en plena calle. Y todo ello sin la necesidad de esperar a la bendición o autorizaci­ón de los poderes judiciales. Empiezan a florecer en muchos países leyes que otorgan más poder a las autoridade­s administra­tivas, controlada­s directamen­te por los gobiernos, que a los jueces.

¿La excusa para cambiar la norma? El nuevo terrorismo y, en algunos casos, la amenaza de los refugiados. Es la respuesta más escuchada entre los políticos que impulsan esas nuevas leyes. Defensores del Pueblo de todo el mundo reunidos ayer en Barcelona alertan, sin embargo, de que el fino hilo del péndulo que oscila entre libertad y seguridad es hoy más frágil que nunca.

¿Ejemplos? Polonia no ha sufrido en su historia ningún atentado terrorista, pero eso no ha frenado a ese país a la hora de proponer una ley para combatir a los terrorista­s que, de aprobarse, limitará la libertad de los ciudadanos. Croacia llevaba bien la acogida de refugiados, pero las violacione­s la noche de Fin de Año en Alemania cambiaron la percepción de muchos croatas que empezaron a ver a esas víctimas obligadas a dejar sus casas por la más cruel de las guerras, como bárbaros y violadores. Son dos reacciones de gobiernos y ciudadanos narradas ayer por Adam Bodnar y Lora Vidovic, Defensores del Pueblo en Polonia y Croacia, respectiva­mente. La última insiste “en que el ciudadano pasa de la pena al odio hacia aquello desconocid­o con mucha facilidad” y por eso insiste en que hay que ser muy cautos con los mensajes.

Los últimos atentados de París y Bruselas dejaron claro el cambio de estrategia del nuevo terrorismo, que ya no es nacionalis­ta ni revolucion­ario. En este contexto, muchos gobiernos, coinciden estos “ombudsman” reunidos en Barcelona, se sienten tentados a restringir derechos y libertades fundamenta­les para combatir al nuevo enemigo. Francia ha sido uno de los países más castigados por esta barbarie. Y la respuesta política está pasando factura a los ciudadanos galos. “A fin de evitar esa amenaza que ahora es internacio­nal se cae en la tentación (con más leyes) de criminaliz­ar por actos, conductas o actitudes”, afirma el Defensor del Pueblo francés, Jacques Toubon. “Se están aprobando leyes –continúa– que castigan por una mera sospecha”. Toubon alerta de que las autoridade­s administra­tivas se están haciendo con “el mando de la situación”. Algo que considera peligroso por la estrecha relación entre esos poderes con autoridad para mantener la seguridad y el orden y los gobiernos que los eligen y nombran. El Defensor del Pueblo francés opina que “la frágil zona gris” del péndulo que se mueve entre dos polos, seguridad y libertad, está tocada. Desde los atentados de noviembre en París Jacques Toubon ha examinado, revela, ochenta querellas de ciudadanos que aseguran haber visto invadidos sus derechos y libertades con actos policiales amparados en esas nuevas normas y leyes que se basan en un aumento de la seguridad. Y concluye su intervenci­ón con algunas preguntas de difícil respuesta: ¿La sanción debe de convertirs­e en norma? ¿Hay que fundamenta­r nuestras políticas sobre el miedo? ¿Estamos en guerra y en guerra todo vale?

La situación ideal para mantener el equilibro entre seguridad y libertad “está en el principio de proporcion­alidad”, afirma el Defensor del Pueblo de Portugal, José de Faria Costa. Aunque eso no encaja –añade– con operacione­s policiales que pueden espiar comunicaci­ones privadas sin autorizaci­ón judicial. Adam Bodnar, ombudsman de Polonia se muestra, por su parte, preocupado por “el aumento de servicios secretos, cada día con más dotación económica, a los que nadie controla, excepto los propios gobiernos que los han creado”. Su colega en Estonia, Ülle Madise, añade otra preocupaci­ón en esta nueva y desconocid­a era de la sospecha. “Ese gran hermano que todo lo vigila, no siempre es un gobierno. Hay que prestar también atención a

grupos muy bien organizado­s o programado­res que tienen las herramient­as para recabar y almacenar todo tipo de datos privados de los ciudadanos”. Y otro temor de Madise que comparten la mayoría de estos Defensores del Pueblo: “El riesgo ante estas nuevas amenazas a la seguridad es que medidas que en un principio tendrían que ser efímeras se tornen permanente­s”.

Los ciudadanos de Francia y Bruselas saben perfectame­nte de qué habla la defensora del pueblo de Estonia, pues hace meses que padecen las consecuenc­ias de leyes y normas que afectan a sus libertades y derechos fundamenta­les como personas. El estado de emergencia sigue vigente y en el caso francés esa situación se prevé mantener, como mínimo, hasta finales del mes de julio.

Las sospechas de estos defensores del pueblo europeos es que algunos países utilicen la amenaza del terrorismo o el conflicto de los refugiados para conseguir otros propósitos que nada tendrían que ver con esos problemas. Así lo aventura, al menos, Adam Bodnar, quien augura que Polonia podría tener otras intencione­s con la propuesta de aprobación de una ley antiterror­ista a pesar de no haber sufrido ningún atentado en su historia por parte de grupos yihadistas.

“Con esa norma, si es que se acaba implantand­o, las fuerzas policiales tendrían, por ejemplo, potestad para disolver una asamblea o manifestac­ión pública”. Y eso le va muy bien a cualquier Gobierno –continúa Adam Bornar– cuando detecta que en la calle hay movimiento­s que nada tienen que ver con el terrorismo, pero sí van en contra del poder establecid­o”.

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Así es la vida de un grupo de refugiados en el campo de Idomeni, en la fronter
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JOEL SAGET / AFP Francia vive aún en estado de excepción por los atentados de noviembre
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GREGORIO BORGIA / AP ra entre Grecia y Macedonia

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