Lluís Pasqual
DIRECTOR DE TEATRO
Lluís Pasqual ha ganado el premio Max a la mejor adaptación de una obra teatral por su versión de El rei Lear, estrenada en el Teatre Lliure, el año en que se cumple el cuarto centenario de su autor, William Shakespeare.
Los premios, como el agua, casi nunca llueven a gusto de todos. Sobre eso, las dudas son mínimas. Algunos se mojan, poco o mucho, mientras otros se quedan secos. Y el lunes por la noche llovieron los premios Max de las artes escénicas regando especialmente dos obras, mientras algunas tuvieron una sequía no del todo merecida y quizá difícil de entender. Y como la gala de los Max, como siempre –y, por favor, que lo siga siendo–, fue muy reivindicativa, tanto contra el trato que vivieron los titiriteros de Madrid como contra el horror que están viviendo ante la inacción de Europa, y especialmente de España, cientos de miles de refugiados, quizá es posible añadir alguna –pequeña– reivindicación más.
Por partes. Las dos grandes ganadoras de los Max fueron, por un lado, La piedra oscura, que ficciona la última noche del último gran amor de Lorca antes de su ejecución. Una producción madrileña que se pudo ver no hace mucho en el Teatre Lliure de Gràcia, donde cosechó un notable éxito y mucha emoción. Y por otro lado la infantil Pinoxxio, de la compañía valenciana Ananda Dansa, una versión bailada del entrañable personaje de madera de Collodi. La primera se llevó cinco premios Max, entre ellos los más importantes: mejor obra, mejor director (Pablo Messiez) y mejor autor (Alberto Conejero). La segunda se llevó cinco, entre ellos el de mejor espectáculo infantil o familiar y la mejor coreografía.
Sobre la calidad de ambos espectáculos, pocos pondrán objeciones, y eso sin duda ya es mucho decir. Incluso todo. Pero quizá lo que cuesta más de entender es que este año entre las tres producciones nominadas a mejor montaje –junto a La piedra oscura estaban el Reikiavik, de Juan Mayorga, yEl alcalde de Zalamea, de la Compañía Nacional de Teatro Clásico y dirigido por Helena Pimenta– no haya habido ninguna catalana. Ni en las nominaciones a mejor montaje ni en muchas otras categorías –contrastando con el año pasado, en el que a mejor actor sólo había candidatos catalanes–, aunque cierto es que Lluís Pasqual finalmente en la noche del lunes se llevó el premio a la mejor adaptación o versión de obra teatral por El rei
Lear.
Y se trataba de llegar ahí. Ningún chovinismo innecesario, pero este año entre las 15 candidatas iniciales a la mejor obra de los Max –luego hay una segunda criba que deja tres finalistas por categoría– figuraban con más que mucha justicia dos producciones catalanas, El rei Lear, de Pasqual, protagonizado por Núria Espert,
y El curiós incident del gos a mitjanit, de Julio Manrique, protagonizada por un portentoso Pol López, que habrían podido ser las reinas de los Max en una noche alternativa pero que de hecho tuvieron mínimas nominaciones, básicamente Pasqual como mejor director y como mejor adaptador.
Y aquí llega el argumento final, aunque seguro que no definitivo. Y con suerte, erróneo. Todo esto ha coincidido, pero quizá haya resultado ser una mera casualidad, con una nueva manera de elegir a los finalistas y los premiados. Sigue habiendo tres comisiones territoriales, una de Madrid, otra de Catalunya y otra del resto de comunidades, que hacen sus propuestas, entre las cuáles salen 15 candidatos. Pero si el año pasado entre esos 15 candidatos acababa eligiendo a los tres finalistas un jurado integrado por los presidentes de las comisiones territoriales y por cuatro personalidades del mundo del teatro, y luego el ganador lo elegía otro pequeño jurado integrado básicamente por personalidades de las artes escénicas, desde este año son los miembros –al corriente de pago, claro– de la nueva Academia de las Artes Escénicas de España, creada en el 2015 y presidida por el dramaturgo José Luis Alonso de Santos, los que eligen a partir de los 15 finalistas. Los resultados han sido distintos, aunque un grano no hace granero y habrá que esperar que no haya sesgos sistemáticos en ninguna dirección.
Además, al final, los temas importantes son otros. Pepe Viyuela recogió el premio a mejor actor por Rinoceronte denunciando “la vergüenza y agravio máximo de los refugiados”. Y a ellos les dedicó también su premio Lluís Pasqual: “Quiero dedicar el premio a todos los cientos y miles de refugiados e inmigrantes que para nuestra vergüenza están llamando a las puertas de Europa para salvar su vida y su dignidad”. Ojalá este problema se resuelva antes.
La poca presencia de nominados catalanes ha coincidido con el cambio en la elección de los premiados