La Vanguardia (1ª edición)

Los temas del día

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El último intento de la clase política para evitar nuevas elecciones generales, y la polémica causada por el vídeo de la pareja practicand­o sexo en el metro barcelonés.

PEDRO Sánchez y Mariano Rajoy fueron recibidos ayer por la tarde por el Rey. Se cerraba así la última ronda de consultas convocada por el jefe del Estado para explorar las posibilida­des de encargar la formación de Gobierno. No las hubo. Y según se preveía, a tenor de la insuficien­te cintura negociador­a de sus líderes políticos, España se encamina hacia unas nuevas elecciones.

Pese a lo previsible del desenlace, la jornada de ayer no careció de sorpresa. La coalición valenciana Compromís presentó por la mañana el llamado acuerdo del Prado, un documento con treinta medidas que ofreció al PSOE como base de su posible apoyo a los socialista­s. Por unos momentos pareció que se reabría la opción de una entente entre el PSOE, los partidos de izquierdas relacionad­os con Podemos e incluso Ciudadanos. Pero la ilusión duró poco. Ciudadanos dijo que no había lugar al pacto, el PSOE presentó una contraprop­uesta –un gobierno en solitario, con independie­ntes– y desde la izquierda se rechazó airadament­e la contraofer­ta socialista.

De la misma manera que aplaudimos aquí los esfuerzos del PSOE y Ciudadanos para alcanzar un primer pacto el pasado febrero, a fin de desatascar la situación política, es de justicia saludar ahora el intento de Compromís. Las elecciones del pasado diciembre fragmentar­on el Congreso de los Diputados y obligaron a los partidos a negociar y pactar con vistas a la formación de gobierno. Algo que no todas las fuerzas parecen haber entendido. Pero sí, en distinta medida, el PSOE, Ciudadanos y, ayer, Compromís.

Dicho esto, es oportuno añadir que las treinta propuestas de Compromís estaban redactadas de modo muy impreciso. Y, sobre todo, que llegaban muy tarde. Lo suficiente­mente tarde como para inducir a pensar que podrían vehicular algo más que un intento de pacto. Por ejemplo, una maniobra táctica útil para luego culpar a los rivales del fracaso de estos últimos meses de negociacio­nes. Cuesta entender, si no, por qué se ha esperado hasta última hora para poner el documento sobre la mesa. Ese cruce de acusacione­s se produjo ya ayer en varias ruedas de prensa. Y se perfila como uno de los rasgos que pueden definir la nueva campaña electoral.

Los partidos son libres para fijar sus objetivos y diseñar sus estrategia­s. Los objetivos deberían coincidir con los del máximo número posible de ciudadanos. Pero eso no siempre ocurre. Las encuestas han señalado que la inhabilida­d de los partidos para hallar una salida al estancamie­nto político en el que sigue el país no complace al grueso de los españoles. Como tampoco le complace la nueva llamada a las urnas. En especial, porque es probable que el resultado de los nuevos comicios no difiera mucho del de los anteriores.

La perspectiv­a de una nueva campaña presidida por los reproches recíprocos, por las acusacione­s mutuas de haber hecho naufragar las negociacio­nes, no sería de recibo. No tiene sentido que acuse de eso quien puede ser acusado de lo mismo. Ni entretener­se en descalific­aciones cuando hacen falta propuestas de futuro.

España no debe eternizars­e en la actual situación. España necesita un gobierno. Para formarlo será preciso redoblar los esfuerzos en materia de diálogo. Y concretar acuerdos. Si los actuales líderes no son capaces de alcanzar pactos para la formación de gobierno, quizás llegue la hora de dejar paso a otros.

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