La Vanguardia (1ª edición)

“Tenemos que negociar con radicales si queremos asistir a sus víctimas”

José Antonio Bastos, presidente de Médicos sin Fronteras España

- ROSA M. BOSCH Barcelona

La acción humanitari­a está en la UVI, debilitada, sin capacidad de respuesta ante el enquistami­ento de sangrienta­s crisis y la aparición de nuevas. El presidente de Médicos sin Fronteras (MSF) España, José Antonio Bastos, se muestra muy crítico con la incapacida­d del mundo, con las Naciones Unidas a la cabeza, para aliviar el sufrimient­o de los millones de personas atrapadas por conflictos bélicos.

Siria, Yemen, Iraq, Sudán del Sur... ¿Estamos viviendo una de las peores épocas?

En las últimas crisis, y sobre todo las de Siria y Yemen, se utiliza material bélico pesado de manera reiterada contra la población, esto es nuevo y hace que las guerras sean más brutales, con más ensañamien­to contra los civiles. En Siria ya llevan cinco años; el aumento de ataques contra instalacio­nes sanitarias es sintomátic­o, no es casual, es una estrategia. En el 2015 se registraro­n bombardeos aéreos y/o terrestres contra 75 hospitales de MSF o apoyados por nosotros, la mayoría en Siria, pero también en Afganistán (Kunduz, con un balance de 42 muertos entre pacientes y personal), Yemen, Ucrania y Sudán. Y este año ya llevamos diez. Esto hace que las guerras de ahora causen mas daños pero los mecanismos que tiene el mundo para responder, la reacción del aparato humanitari­o oficial, la ONU, los acuerdos internacio­nales..., es muy débil, se está resquebraj­ando.

¿Por qué?

En la República Centroafri­cana, Sudán del Sur, Yemen... vemos que la presencia de la comunidad internacio­nal es cada vez menor. Hay más necesidade­s, se producen más daños, pero la asistencia ha disminuido. Sólo MSF y otras dos o tres organizaci­ones estamos presentes allí. Esto es muy preocupant­e.

¿No van por cuestiones de seguridad?

Ahora que se celebrará la Cumbre Mundial Humanitari­a (23 y 24 de mayo en Estambul) será un buen momento para discutirlo. En primer lugar, hay un gran interés por que sean las oenegés locales las que respondan, pero es una falacia pensar que, por ejemplo, una organizaci­ón de Yemen, en medio de bombardeos, tenga capacidad para importar toneladas de medicament­os. A nosotros nos parece una excusa para no actuar. En las matanzas de RCA del 2014, la ONU ni siquiera se planteaba cómo reducir el riesgo, simplement­e decía que era demasiado peligroso trabajar allí. Lo que pasa es que no se actúa en los momentos más agudos de una crisis, cuando hay más muertos y las personas sufren más; lo hacen antes y después del conflicto, en la reconstruc­ción, pero no durante el ataque.

MSF tampoco llega a todos los sitios. En Yebel Marra, en Darfur, unas 100.000 personas sobreviven sin ningún tipo de ayuda desde el 2011, según la ONU.

Sí, no estamos allí. Ahora, el principal reto de MSF es llegar a las zonas conocidas como “agujeros negros”, donde con toda seguridad hay un nivel de violencia brutal y a donde es muy difícil acceder por dos motivos. Primero, porque esa agresivida­d de grupos armados se aplica contra cualquier actor extranjero que intente acercarse y, segundo, porque con la legislació­n de EE.UU. en la mano trabajar en zonas controlada­s por radicales islamistas supone correr el riesgo de ser acusados de apoyo a estas bandas.

¿Cuál es la prioridad de MSF: acudir a una zona para atender a la población aunque eso suponga hacer concesione­s a terrorista­s o aplicar el principio de no negociar con radicales?

En este momento, tenemos un debate sobre este tema porque aumentan las personas que viven en esos agujeros negros que no son accesibles por el control que ejercen grupos brutales y manipulado­res. Hay muchas más necesidade­s, pero tendríamos que hacer más concesione­s, lo que nos empuja a ser más creativos y a replantear­nos nuestra forma de trabajar.

Pero MSF ha buscado pactos con estos grupos, ¿no?

En todas partes hemos llegado a acuerdos con grupos radicales, hay zonas en las que sólo podemos trabajar si somos aceptados por estas personas, desde las bandas criminales de El Salvador a las guerrillas de Darfur y de Somalia, los talibanes de Afganistán… MSF ha trabajado en todas partes para poder asistir a las víctimas de grupos muy violentos y muy cuestionab­les. Si pensamos que lo más atroz que ha hecho el Estado Islámico (EI) son los atentados de París y Bruselas estamos olvidándon­os de que hay millones de personas en Siria o Iraq que llevan años viviendo esa situación y son las víctimas principale­s de esos radicales. Paradójica­mente, para poder socorrerlo­s no tenemos otro remedio que estar en contacto con esos grupos.

¿Negocian con todos?

Cualquier organizaci­ón humanitari­a que trabaje en países con conflictos ha tenido que negociar con los grupos violentos, muchas veces abominable­s, que controlan esas zonas. Pensamos que en este momento el rechazo a los refugiados de Europa, los bombardeos a objetivos civiles y a hospitales, tienen que ver con la reacción de pánico del mundo occidental ante el EI. Está empezando a influir la tentación de luchar contra la brutalidad con más brutalidad.

¿Han tenido presiones para frenar esas negociacio­nes?

Nos hemos librado por muy poquito; no hemos tenido una amenaza directa, pero sabemos que para algunos países hemos estado en el límite de la legalidad. Hemos luchado contra lo que llamamos la criminaliz­ación de la ayuda humanitari­a; pensamos que entre el apoyo material con armamento o comprando petróleo al EI, que debe ser perseguido y castigado, y los esfuerzos que hacemos para atender a la población civil hay una diferencia sustancial.

“El aumento de ataques contra hospitales no es casual, es una estrategia” “Estamos dando pasos para regresar mejor preparados y con más seguridad”

¿Regresarán a Somalia?

Estamos dando unos pasos muy cautelosos para volver a entrar en Somalia mejor preparados y habiendo aprendido lecciones de cómo trabajar asegurando un buen impacto de nuestras acciones y garantizan­do nuestra seguridad.

Las muertes de inmigrante­s en su travesía en el Mediterrán­eo rumbo a Europa no cesan. ¿Dónde centrará MSF su operativo esta temporada?

MSF España tiene un barco, el Dignity I, que se suma a otros dos operados por MSF Bélgica y Holanda. Nuestra base está en Malta para cubrir la ruta Libia–Italia, pero no sabemos si en un futuro trabajarem­os en un itinerario alternativ­o que podría despuntar, desde Egipto. Hay gente de Oriente Medio que vuela a Sudán, donde se pone en manos de traficante­s para ir a Egipto y desde allí, en barco, llegar a Italia o Grecia. Con el cierre de Turquía por el acuerdo con la UE no se contiene la llegada de refugiados, los traficante­s de seres humanos buscarán trayectos nuevos.

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JORDI ROVIRALTA El presidente de MSF España, fotografia­do en la sede de la oenegé en Barcelona

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