La Vanguardia (1ª edición)

La gota que colma el vaso

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LA pareja que en la noche del sábado practicó el sexo en la estación del metro de Liceu ha causado un enorme revuelo y estupor general. La libertad sexual, en todo marco de convivenci­a, debe guardar unos mínimos de intimidad y de respeto a los demás que, evidenteme­nte, no existió en este caso. El hecho, además, vulnera las ordenanzas de civismo de la ciudad y las normas de la ley ferroviari­a catalana, por lo que Transports Metropolit­ans de Barcelona (TMB), responsabl­e del orden en el metro, busca a esta pareja para multarla, ya que en el momento de los hechos ningún agente del metro ni de la policía municipal se apercibió del incidente. La sanción correspond­iente podría llegar hasta los 6.000 euros y sería oportuno que pudiera llegar a aplicarse con efectos ejemplariz­antes.

El hecho de que la citada pareja fuera grabada en pleno acto sexual por una viajera y que las imágenes se difundiera­n por las redes sociales con un enorme éxito, hasta el punto de que se han convertido en virales, amplía la trascenden­cia de lo sucedido, ya que transmite el mensaje de que en Barcelona todo vale y todo está permitido. En realidad, ha sido la gota que ha colmado el vaso de la acumulació­n de actos incívicos que se registran en la ciudad, agravada por la sensación de laxitud frente a ellos que ofrecen las autoridade­s municipale­s. El desprestig­io de la imagen de la ciudad que se ofrece es evidente, así como el peligroso efecto llamada de un turismo de baja calidad. La deriva política del caso no se ha hecho esperar y la oposición municipal culpa a la alcaldesa Ada Colau de despreciar la exigencia del cumplimien­to del orden y de las ordenanzas municipale­s, aunque en este caso también se trata de una responsabi­lidad ampliada a TMB.

La grabación de la pareja practicand­o el coito en un andén del metro de Barcelona no sería más que una anécdota si no fuera porque estas se vienen acumulando con demasiada frecuencia. Frente a las ideas que parecen desdeñar las necesidade­s colectivas en nombre de un intocable derecho individual, se impone un llamamient­o, desde los principios democrátic­os básicos, al respeto a los demás y al cumplimien­to de las normas básicas de convivenci­a en el espacio público de una ciudad.

La responsabi­lidad de defender los valores esenciales de la sociedad compete a todos los ciudadanos, pero no hay duda de que las autoridade­s deben dar ejemplo con sus actitudes y declaracio­nes, que se echan en falta o que, cuando se expresan, son claramente desafortun­adas.

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