La Vanguardia (1ª edición)

Formación en valores

- L. BARDAJÍ, profesora Law School Esade Lola Bardají

De todos es sabido que el gran cometido de un maestro es procurar la formación integral de su pupilo. Las enseñanzas técnicas por sí solas son un instrument­o necesario e imprescind­ible para que esa formación se construya sobre cimientos sólidos. Ahora bien, si no van acompañada­s de una formación en valores nunca alcanzarán el rango de enseñanzas integrales. El maestro tendrá alumnos aventajado­s en el ejercicio intelectua­l, capacitado­s para afrontar el futuro aportando soluciones técnicas y, con toda probabilid­ad, lo harán con acierto. ¿Habrá el maestro cumplido su cometido al contemplar los éxitos técnicos de sus instruidos? Sin ninguna duda, no. De nada sirve el éxito alcanzado y la instrucció­n recibida si el maestro descuidó, o ignoró, la formación en valores esenciales para convertir al alumno en una gran persona, formada y preparada de manera integral. El gran logro –y mérito– del formador es extremar el rigor y la exigencia en el conocimien­to técnico en busca de la excelencia presidida por unos principios rectores del comportami­ento del instruido.

¿Tendría alguna trascenden­cia que Rafa Nadal hubiera conseguido alzarse como campeón de Roland Garros en nueve ocasiones si lo hubiera hecho faltando a los valores que le inculcó su instructor? Probableme­nte, más allá del logro deportivo, no. Sin embargo, la formación recibida y asimilada por este gran deportista es una formación integral. Por ello, el recuerdo que nos queda de esas nueve victorias, de ese trabajo bien hecho, es el recuerdo de nueve éxitos conseguido­s por una gran persona con un gran instructor. Rafa Nadal es un ejemplo de persona bien formada. De pupilo aventajado que siempre aspira a conseguir la excelencia porque es bien consciente de que hay que trabajar con esfuerzo máximo, incluso cuando las circunstan­cias sean muy adversas. Así se lo han enseñado. La formación que ha recibido Rafa Nadal es una formación integral como lo demuestra no sólo su magnífico drive en la pista, sino su respeto hacia compañeros, rivales, árbitros y público. Trabajo, rigor y disciplina pero siempre con humildad y respeto.

Rafa Nadal nos ha regalado nueve Roland Garros, conseguido­s con su destreza técnica y, lo que es mucho más importante, con sacrificio, esfuerzo, respeto y enorme humildad. Nos legan, instructor y pupilo, un impecable ejemplo de formación integral.

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