La Vanguardia (1ª edición)

“El ser humano se despoja de todo en situacione­s límite”

Laura Falcó Lara, escritora y editora

- ALBERT LLADÓ Barcelona

La editora Laura Falcó Lara (Barcelona, 1969) tiene tres grandes aficiones: la radio, el cine y las historias de fantasmas. De alguna manera, ha podido juntar todas sus filias en Última llamada, la novela que ahora publica con Edhasa, en la que los dos personajes protagonis­tas se conocen en la selva peruana buscando una respuesta al accidente de avión que les arrebató a sus seres queridos. La necesidad de conocer la verdad supera al dolor de la pérdida.

Aunque Última llamada es muy diferente de sus otras obras (los relatos de La muerte sabe tu

nombre o la novela Chelston House), se podría decir que también aquí aparece una suerte de fantasma. El mundo del misterio siempre me ha apasionado como lectora. Esas intromisio­nes…, los giros sorprenden­tes…

Sin embargo, en este caso no se trata de una novela paranormal. Ha preferido optar por el thriller como género, pero vuelve a ese gusto por la acción cinematogr­áfica que ya caracteriz­a su literatura. Hay dos tipos de escritores muy distintos. Uno es el de los escritores virtuosos del lenguaje, que pasarán a la historia por su capacidad para la descripció­n. Y el otro tipo de escritores, entre los que yo me encuentro, lo único que pretendemo­s es entretener. Por eso esta novela respira mucha acción y diálogo. Casi nos parecemos más a un guionista de cine que a un escritor al uso.

Usted comenzó escribiend­o relatos. Yo no pretendía publicar. Tenía un blog donde solía compartir relatos, y un agente literario quiso moverlos... Cada género tiene su dificultad. En el relato tienes que ofrecer en pocas palabras mucha síntesis. En la novela siempre existe el peligro de hacer un relato largo. Y es otra cosa. Tiene otro ritmo.

Lleva desde 1995 trabajando en el Grupo Planeta. ¿Cómo le influye a la hora de escribir su profesión de editora? Recuerdo la sensación de vértigo con el primer libro. Ese cambio de roles... La palabra escritora me sigue sonando enorme. Soy muy crítica y cambio el texto las veces que haga falta. Tengo que tener muy claro el esquema antes de comenzar a escribir.

Javier, uno de los protagonis­tas, aunque es un arqueólogo español, trabaja en un programa de radio mexicano. México tiene una gran tradición de misterio. Su relación con la muerte es muy diferente. Por eso una llamada como la que hay en la novela era mucho más creíble...

Usted conoce bien el medio. Colabora en programas como La

rosa de los vientos, de Onda Cero. Que situara la acción en un programa de radio fue por Julia Otero. Cuando me entrevistó por el libro de relatos, me preguntó por qué no situarlo allí. Eso me dio la pista necesaria para lanzarme a escribir.

El otro protagonis­ta, Erik, es muy diferente del arqueólogo, pero ambos han perdido a un ser querido en un accidente aéreo. ¿La tragedia une? Son antagonist­as. Erik es un pijo engreído y urbanita que odia la selva. En cambio, Javier es un aventurero al que no le importa dormir al raso. Ese contraste hace que la novela crezca. Propician situacione­s cómicas por su choque de culturas. Pero el ser humano se despoja de todo en las situacione­s límite. Queda la esencia. Y la esencia es el dolor.

Seis meses después del accidente parten para saber qué ha pasado de verdad con ese avión. Javier aún tiene esperanzas de que su hija, Melanie, esté viva. Erik tiene clarísimo que no recuperará a su mujer, Natalie. En su caso lo que le mueve es la necesidad de verdad y de justicia. Se lo debe a ella.

Perú, pues, es el siguiente marco de la novela. Necesitaba un escenario donde la propia naturaleza facilitara esconder cosas, secretos. Esa selva es muy salvaje y la vegetación lo cubre rápidament­e todo.

Quien abre la llave de la verdad es la tribu de los yaguas. Segurament­e es la tribu más social de esa zona y la que conoce mejor el castellano.

Otro lugar imprescind­ible en el libro es Nevada, en lo que se conoce como Área 51. Sí, en ese caso tuve que hablar con un exagente del CNI para que me explicara, sobre todo, los escollos de seguridad para poder colarse allí.

En Última llamada también vemos la importanci­a de que la prensa ejerza su función de contrapode­r. Lo que no se conoce no existe. Ahí la prensa desempeña un papel básico. También es cierto que la informació­n caduca muy rápido. La vida transcurre a una velocidad muy bestia. Esa voracidad no la puedes olvidar, y los personajes también juegan con ello al final del libro.

¿Coincide la escritura de la novela con el accidente de Germanwing­s? El libro lo tenía casi terminado cuando pasó. Se dio la nefasta casualidad de que el marido de una amiga iba en ese avión.

Tanto en la novela como en la realidad es imprescind­ible cumplir ciertas liturgias del duelo. Debe de ser muy duro cuando no hay cuerpo. Pero parece necesaria esa posibilida­d de peregrinaj­e, de ir a un sitio a velar al ser querido.

El libro, pese a narrar una tragedia, deja una puerta abierta… La vida no tiene edad. La mayoría de nosotros, en la cabeza, nos seguimos sintiendo como chavales de veinte años. Hay un giro de esperanza en la novela.

PROTAGONIS­TAS ANTAGÓNICO­S “Erik es un pijo engreído y urbanita, y a Javier no le importa dormir al raso” ACCIDENTE DE GERMANWING­S “El libro lo tenía casi terminado cuando pasó; el marido de una amiga iba en ese avión”

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LLIBERT TEIXIDÓ Laura Falcó Lara publica la novela Última llamada

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