Entre el mitin y la mentira
En la relación entre ciudadanos y policías en tiempos de turbulencias, el papel de los medios de comunicación sigue siendo crucial. Para tener un criterio mínimamente fiable no te puedes alimentar de una única fuente y debes mantener cierta desconfianza metodológica. Precisamente porque la confianza no es una virtud científica es demasiado vulnerable. En el caso Quintana, si hubiéramos confiado en la primera versión oficial, habríamos creído, por la rotundidad del relato, que la víctima se había autolesionado. El periodismo del momento y las imágenes recogidas (sobre todo en 8aldia) reforzaron la interpretación de la víctima, que poco a poco (sean cuáles sean sus ideas) ganó consistencia a medida que la precipitación de la conselleria Puig quedaba en evidencia. Conocido el veredicto, que ha absuelto a dos inocentes sin condenar al culpable por falta de pruebas, observamos que el análisis de las imágenes y de los detalles, defendidos por los abogados, ha espoleado todos los matices del periodismo. Pero, al final, las imágenes cantan: el ojo de Quintana tiene un valor de verdad irrefutable que anula las contorsiones retóricas sobre si fue pelota de goma, proyectil de foam u ovni. Los ciudadanos con ganas de estar informados han pasado por varios estados de ánimo. Primero se les dio una versión oficial precipitada. Después se manipuló la interpretación de la víctima por intereses políticos y se entró en una fase de confusión inducida. Ahora, con la sentencia judicial en el escaparate, emerge una verdad tan repugnante que muchos mossos sienten la necesidad de desmarcarse de cualquier tentación de omertá corporativa. GRÀCIA. En Gràcia el debate combina imágenes de medios convencionales y grabaciones particulares que circulan por las redes sociales. La defensa del Banc Expropiat (si yo fuera millonario, registraría esta marca para fundar un banco legal) también utiliza la confianza en las imágenes para denunciar o, en algunos casos, dirigir ideológicamente la interpretación de la denuncia, como si el barrio tuviera que convertirse en la Girona de Games of throns. Cuando en TV3 un error técnico (también los hay) mezcló imágenes de archivo con imágenes del presente, fue rápidamente denunciado. ¿Por qué? Porque a un medio público hay que exigirle un rigor que impida cualquier sombra de manipulación. En cambio, hay que constatar la temeraria credibilidad que tienen las imágenes
Muchos mossos sienten la necesidad de desmarcarse de cualquier tentación de ‘omertá’ corporativa
amplificadas por Twitter. ¿Culpa del medio? Lo dudo, pero sí interviene el factor de inmediatez, la necesidad de tener que creer, a veces a ciegas, en algo diferente. El problema es que al final también tenemos que diferenciar la inducción o el vandalismo del rigor y establecer una jerarquía en la credibilidad de los prescriptores. O sea: necesitamos al periodismo. Pero, como pasó en París la noche de la matanza del Bataclan y como, salvando todas las distancias, ocurre estos días en Gràcia, las imágenes tomadas desde las azoteas también nos proporcionan un punto de vista que, al margen del blablablá de los políticos acobardados por la supuesta superioridad moral de los radicales, nos ayuda a entender mejor la situación y que nos enseña a diferenciar la carga desesperada del exhibicionismo de hematomas que no tienen nada que ver con la perseverancia de una Quintana a la que, en los primeros días, no olvidemos que se intentó acusar de haberse autolesionado.