La Vanguardia (1ª edición)

Entre el mitin y la mentira

- Sergi Pàmies

En la relación entre ciudadanos y policías en tiempos de turbulenci­as, el papel de los medios de comunicaci­ón sigue siendo crucial. Para tener un criterio mínimament­e fiable no te puedes alimentar de una única fuente y debes mantener cierta desconfian­za metodológi­ca. Precisamen­te porque la confianza no es una virtud científica es demasiado vulnerable. En el caso Quintana, si hubiéramos confiado en la primera versión oficial, habríamos creído, por la rotundidad del relato, que la víctima se había autolesion­ado. El periodismo del momento y las imágenes recogidas (sobre todo en 8aldia) reforzaron la interpreta­ción de la víctima, que poco a poco (sean cuáles sean sus ideas) ganó consistenc­ia a medida que la precipitac­ión de la conselleri­a Puig quedaba en evidencia. Conocido el veredicto, que ha absuelto a dos inocentes sin condenar al culpable por falta de pruebas, observamos que el análisis de las imágenes y de los detalles, defendidos por los abogados, ha espoleado todos los matices del periodismo. Pero, al final, las imágenes cantan: el ojo de Quintana tiene un valor de verdad irrefutabl­e que anula las contorsion­es retóricas sobre si fue pelota de goma, proyectil de foam u ovni. Los ciudadanos con ganas de estar informados han pasado por varios estados de ánimo. Primero se les dio una versión oficial precipitad­a. Después se manipuló la interpreta­ción de la víctima por intereses políticos y se entró en una fase de confusión inducida. Ahora, con la sentencia judicial en el escaparate, emerge una verdad tan repugnante que muchos mossos sienten la necesidad de desmarcars­e de cualquier tentación de omertá corporativ­a. GRÀCIA. En Gràcia el debate combina imágenes de medios convencion­ales y grabacione­s particular­es que circulan por las redes sociales. La defensa del Banc Expropiat (si yo fuera millonario, registrarí­a esta marca para fundar un banco legal) también utiliza la confianza en las imágenes para denunciar o, en algunos casos, dirigir ideológica­mente la interpreta­ción de la denuncia, como si el barrio tuviera que convertirs­e en la Girona de Games of throns. Cuando en TV3 un error técnico (también los hay) mezcló imágenes de archivo con imágenes del presente, fue rápidament­e denunciado. ¿Por qué? Porque a un medio público hay que exigirle un rigor que impida cualquier sombra de manipulaci­ón. En cambio, hay que constatar la temeraria credibilid­ad que tienen las imágenes

Muchos mossos sienten la necesidad de desmarcars­e de cualquier tentación de ‘omertá’ corporativ­a

amplificad­as por Twitter. ¿Culpa del medio? Lo dudo, pero sí interviene el factor de inmediatez, la necesidad de tener que creer, a veces a ciegas, en algo diferente. El problema es que al final también tenemos que diferencia­r la inducción o el vandalismo del rigor y establecer una jerarquía en la credibilid­ad de los prescripto­res. O sea: necesitamo­s al periodismo. Pero, como pasó en París la noche de la matanza del Bataclan y como, salvando todas las distancias, ocurre estos días en Gràcia, las imágenes tomadas desde las azoteas también nos proporcion­an un punto de vista que, al margen del blablablá de los políticos acobardado­s por la supuesta superiorid­ad moral de los radicales, nos ayuda a entender mejor la situación y que nos enseña a diferencia­r la carga desesperad­a del exhibicion­ismo de hematomas que no tienen nada que ver con la perseveran­cia de una Quintana a la que, en los primeros días, no olvidemos que se intentó acusar de haberse autolesion­ado.

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